Demetrio Olaciregui Q.
opinion@laestrella.com.pa
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De acuerdo a un chiste local, Manuel Antonio Noriega fue un niño precoz que aprendió a caminar mucho antes de cumplir un año. Como era tan feo, nadie quería cargarlo. En broma y en serio, era una manera de ilustrar sus posteriores complejos, el carácter tímido y reservado durante la adolescencia y cuando, posteriormente, se convirtió en adulto.
Quienes recuerdan a Noriega en su niñez afirman que el extraño acné que le desfiguró el rostro y su estatura de un metro sesenta fueron la única herencia de su padre Tomás, hombre enjuto y de tez morena.
Como comandante de las Fuerzas de Defensa, Noriega trató de borrar la historia de su nacimiento y los primeros años de su vida divulgando la versión de que había nacido en la ciudad de Panamá, del matrimonio de Ricaurte y María Moreno de Noriega.
Pero fue una tarea imposible, tan imposible como eliminar las huellas de los granos que le brotaban en la cara, pese a los periódicos tratamientos en clínicas dermatológicas europeas.
Noriega vino al mundo por la relación clandestina de su padre Tomás con una campesina de Darién. Su madre, Josefa Moreno, murió de tuberculosis cuando Manuel Antonio tenía seis años. El cuidado del niño recayó sobre Luisa Sánchez, su madrina, que desde entonces llamaría mamá Luisa.
Luego de su traslado a la ciudad de Panamá, Noriega creció en las inmediaciones del antiguo mercado público. Para entonces, la esposa de su padre Tomás, Lavignia Hurtado, había tenido dos hijos: Tomás y Luis Carlos. Este último, al enterarse de que tenía un hermano, lo llevó a la casa para que conociera a su padre. De allí nació la adoración que en el futuro se profesarían Luis Carlos y Manuel Antonio.
SU META ERA LA MEDICINA
A principio, Lavignia se opuso a que Manuel Antonio llegara a su casa, pero por la insistencia de Luis Carlos, el momento se produjo un día a la hora del almuerzo.
-‘¿Ese plato para quién es?, preguntó Tomás al sentarse a la mesa.
-‘Es para tu hijo Manuel Antonio', fue la respuesta de Luis Carlos, que abrió el camino para que Tomás reconociera a su otro hijo.
Noriega visitaba a menudo la casa de su papá Tomás, pero seguía viviendo con mamá Luisa. Con grandes limitaciones económicas, terminó la primaria e ingresó al Instituto Nacional, donde su hermano Luis Carlos era un líder estudiantil.
Luis Alberto Tuñón, un compañero de aula de Manuel Antonio, relató que para la graduación, éste no tenía con qué comprarse un traje, y fue él quien le prestó uno que le quedaba chico. Ya para entonces le gustaba que le dijeran ‘Tony', en lugar de Manuel Antonio, nombre con el que lo llamaban sus amigos personales.
‘Beto' Tuñón estuvo desde esa época entre sus amigos más íntimos y de adulto, ocupó distintos puestos en el gobierno de los militares.
Al terminar la secundaria, Manuel Antonio no recibió ayuda alguna de su padre. Tomás siguió la carrera de Ingeniería y Luis Carlos, la de Derecho.
Manuel Antonio tuvo que conformarse con trabajar como ayudante de laboratorista en un hospital público. Después trató de convertirse en controlador aéreo.
‘Yo tenía otras ideas del concepto de las profesiones humanísticas y de toda esa gama de ilusiones que tienen los estudiantes que, cuando salen de la secundaria, piensan que han logrado un mundo', confesó Noriega muchos años después. ‘En ese mundo de ambiciones justificadas, mi meta era la medicina', apuntó.
Frustrado por no tener los recursos económicos, Manuel Antonio tuvo que buscar otro camino. Allí pudo radicar otra de las razones de sus complejos. No se realizó en la vida dentro de la profesión que deseaba seguir. Posiblemente como médico habría contribuido al bienestar de Panamá. Pero como militar, con poderes absolutos, dio rienda suelta a miserias acumuladas que sumergieron al país en una de las peores crisis morales, económicas y políticas de su historia.
LA ALTERNATIVA MILITAR
El Gobierno de Perú había iniciado en 1945 un programa de becas para jóvenes centroamericanos que aspiraban a seguir la carrera militar. El problema era la edad. Cuando logró llenar una solicitud sobrepasaba en cuatro años el límite establecido. Había nacido el 11 de febrero de 1934, pero con ayuda de su hermano abogado falsificó el certificado de nacimiento.
Todavía existen biografías que citan 1938 o 1939 como el año de su nacimiento. Entró en la carrera militar empleando las trampas que serían parte de su vida futura.
Llegó a la Escuela Militar de Chorrillos, en Perú, a finales de la década de 1950. Una gestión del entonces canciller Aquilino Boyd le ayudó a conseguir una beca. A partir de ese momento surgió entre ambos el calificativo de ‘amigos históricos'.
Boyd sería más tarde embajador de Panamá ante las Naciones Unidas, ante el Gobierno de Estados Unidos, ante la Organización de Estados Americanos y, finalmente, el último de sus candidatos a la vicepresidencia de la República.
Noriega sobresalió en la Escuela Militar de Chorrillos, no por sus cualidades académicas, sino por las borracheras que, según recuerdan excompañeros, escenificaba los fines de semana libres.
En una de esas ocasiones trató de violar a una prostituta que se negó a satisfacer sus demandas sexuales. Reprodujo así un discutido incidente cuando a los 14 años fue forzado sexualmente por un adulto. Las influencias políticas de su hermano Luis Carlos, en ese entonces diplomático en Perú, lo salvaron de ser expulsado de la escuela militar.
En el futuro no abandonó sus excesos sexuales. Un exministro de Estado reveló que no llevaba a su esposa a las fiestas a las que asistía Noriega porque si le gustaba alguna de las mujeres que allí se encontraban, pretendía que acc ediera a sus demandas sexuales. No hacerlo significaba el fin de la carrera política de su esposo.
INCLINACIONES SEXUALES
Según el expresidente Nicolás Ardito Barletta, informes a los que tuvo acceso daban cuenta de que Noriega había mantenido relaciones sexuales con niños menores de edad.
El coronel Eduardo Herrera, quien asumió la dirección de la nueva Policía Nacional después del derrocamiento de Noriega, aseguró que por sus investigaciones comprobó que Noriega era bisexual. Quizá en esas inclinaciones tuvo que ver la influencia de su hermano Luis Carlos, quien no ocultaba su homosexualidad.
El dictador pudo haber pensado que todo el mundo compartía sus gustos poco ortodoxos. En una ocasión trató de ganarse la buena voluntad de un prestigioso corresponsal estadounidense. Siguiendo instrucciones de Noriega, Escolástico Calvo, uno de los hombres que recibía a los periodistas extranjeros, lo invitó a cenar con tres lindas ‘call girls'. Al llegar al postre, el periodista se negó a escoger la de su preferencia, alegando que tenía mucho trabajo acumulado. Más tarde, ya en el hotel, tocaron a su puerta y al abrirla se encontró con dos jovencitos mandados por Calvo. Si no le gustaban las mujeres, tal vez se interesaría por los hombres.
El general Rubén Darío Paredes, que conoció a Noriega en 1962 como subteniente en Colón de la desaparecida Guardia Nacional, recién egresado de la Escuela Militar, lo recordó como ‘un muchacho sonriente, dispuesto a complacer a sus jefes, pero con una predisposición por las parrandas'.
Trasladado un año después a David, fue encargado del control del tránsito y de los servicios de inteligencia militar en Chiriquí. Comenzaba en firme su ascendente carrera militar. Lo recuerdan recorriendo las calles de David a bordo de una vieja motocicleta. Vivía en un modesto departamento que alquilaba por $25 al mes.
ADICCIÓN A LA COCAÍNA
El exreo Jaime Tapia relató que estando en prisión, Noriega entró borracho una noche al cuartel y pateó a cuanto preso encontró a su paso. Con la culata de un fusil le rompió la cabeza a Tapia. ‘Dicen que la cara es el espejo del alma. Yo creo que Noriega era tan feo por fuera como por dentro', comentó.
Uno de sus entrenadores de judo, el sargento Danilo Caballero, calificó a Noriega como un mal alumno, sin agilidad ni destreza natural.
‘Llegó a cinturón negro sin tener los méritos. No dedicaba las cuatro horas diarias que requería el entrenamiento', afirmó Caballero, quien relató que ya en 1963 era común que después de una borrachera se viera a Noriega oliendo un frasquito con amoníaco para reanimarse. Posiblemente esos fueron los orígenes de su posterior adicción a la cocaína.
Para los periodistas era común en entrevistas privadas ver al vocero de Noriega, el mayor Edgardo López, pasarle pañuelos desechables para la secreción nasal producto del uso continuo de la droga.
Su amigo personal, Carlos Duque, a quien convirtió en su último candidato a la presidencia en las elecciones de 1989, siete meses antes de la invasión estadounidense, comentó que Noriega sufría de constantes dolores de cabeza.
El líder izquierdista Ramiro Vásquez aseguró en una conversación en el Hotel Capri de La Habana que Noriega era consciente de su adicción a la cocaína. En una ocasión se sometió a un tratamiento con acupuntura para tratar de depender menos de la droga. La cocaína pudo influir en su tendencia a no separar la realidad de la fantasía.
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