G. García-Alcalde 25.06.2017 | 01:08
Maduro, en la senda de Videla y Pinochet
El régimen de Nicolás Maduro acumula victorias en su carrera por parecerse a la tenebrosa dictadura de los generales fascistas en Argentina y la sanguinaria represión de Pinochet en Chile. La diferencia es que el pueblo venezolano resiste cada día en la calle el secuestro de sus derechos, respaldando a una oposición que sigue viva en el interior y en todo el orbe democrático. Setenta y cinco muertos y miles de heridos en las manifestaciones testimonian algo más que el agua y los "gasecitos" de la represión, tal como la describe el presidente, o las pelotas goma que matan. En el capítulo de los presos políticos, los gritos de Leopoldo López desde el ventanuco de su celda han puesto los pelos de punta al mundo libre."¡Denuncien!, ¡Denuncien!, ¡Me están torturando!" Ni a sus familiares les permiten el acceso a la prisión para verificar el motivo de esas llamadas de auxilio. Es la mejor prueba de que reflejan una odiosa realidad.
El chavismo se envilece cada día. Maduro intenta perpetuarse con una asamblea constituyente que urda otra constituciòn a su medida. Las decisiones del parlamento legítimamente elegido, donde los "bolivarianos" no tiene mayoría, son sistemáticamente boicoteadas tras el intento fallido de su disolución. El Tribunal Supremo ha perdido toda credibilidad, haciendo y deshaciendo condenas a gusto y capricho del presidente, o reaccionando con torpeza frente al descrédito internacional. La Fiscalía es amenazada y la cúpula militar ha sido sustituida por la facción del ejército que une su suerte a la del energúmeno. El desabastecimiento generaliza el fantasma del hambre y las enfermedades ¿Qué falta aún para cruzar la raya de la dictadura?
Parece obvio que Maduro va a cruzarla. La reacción internacional es débil y desarticulada. No hay que pedir sanciones o embargos que miserabilicen todavía más la vida ciudadana, ni medidas que retrasen la recuperación del país cuando la pesadilla termine. Pero es imperativo coordinar cuanto antes las acciones posibles, sin anteponer intereses económicos o empresariales al pleno rescate de los derechos humanos y las libertades políticas. La sola presunción de la tortura contra líderes opositores merece la condena de quienes aún defienden a Maduro o se niegan a criticar sus actos. El que ellos conocieron y del que presuntamente recibieron financiación ya no es ni su sombra.
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