Publicado el: 1 marzo, 2017
Por: AMANDA CASTILLOLa lucha anticorrupción a nivel universal, viene mostrando las múltiples facetas de operatividad y organización que desarrollan los corruptos, en ella se destacan las reacciones inesperadas de sociedades, calificadas de paralizadas y anómicas en sus reacciones ante el flagelo de la corrupción, instalado en la práctica gerencial de los asuntos de Estado, como una forma más de enriquecerse.
Siendo el escándalo Odebrecht el más reciente e ilustrativo, y que gracias a los jueces brasileños nos lleva por el insondable mundo de la corrupción, mostrando cómo la práctica socaba las instituciones, y pone en peligro el sistema democrático, en aquellas sociedades donde se expresa la impunidad.
Hoy es sabido que los tentáculos de la corrupción se expanden a nivel internacional, entre las clases políticas y empresariales de una y otras naciones, siendo quizás éste el aporte más interesante de dicho escándalo, al mostrar la interrelación de una híper corrupción intra y transcontinental.
Diversas reacciones internacionales están surgiendo contra la corrupción, lo que parece indicar que la lucha será planetaria. Ilustrativo de ello son las manifestaciones en Rumania, tetanizada por una clase política corrompida que subestimó las capacidades reactivas del pueblo, exigiendo la anulación de un decreto que pretendía despenalizar la corrupción.
La sociedad dominicana, calificada de anómica, donde la justicia, para frenar la corrupción viene de fuera, hoy forma parte de ese universo, que tiene que enfrentarse al fenómeno de la corrupción. Al encontrarse entre los 12 países que recibieron soborno de Odebrecht
Es la marcha masiva Fin de la Impunidad, del pasado 22 de enero, la que marca su entrada a esta lucha planetaria, al exorcizar los presagios de la clase gobernante de que “este pueblo solo piensa en comida”.
Sorprendidos por la marcha, gobierno y funcionarios pasaron a descalificar el evento, y se pretende seguir manteniendo la condición de ‘corruptos invisibles’, que caracteriza la corrupción en el país. Donde no existe persona alguna encarcelada, no obstante figurar entre los ocho países más corruptos del mundo, preciándose las autoridades de llevar a cabo una lucha anticorrupción, basada en un ejercicio teórico-mediático, plagado de cinismo.
Con un historial de corrupción compulsiva, República Dominicana tiene la fe puesta en la justicia internacional, que actúa contra los sobornados de Odebrecht, en tres continentes, y en consecuencia en la persecución internacional que se desprende de dicho escándalo, donde están cayendo empresarios, presidentes y ex presidentes, sin que exista un solo político dominicano acusado de soborno, tras admitir la empresa que entrego “92 millones de dólares” en el país.
Estando en boca del mundo, se intenta borrar los rostros de los corruptos locales, mediante acuerdo confidencial, evitando que el pueblo se entere de identidades, que la justicia internacional conoce, pero que requieren ser legitimados por la justicia local, para empezar a construir paradigmas de sanción, dentro de un pueblo convencido de “que aquí no pasará nada”.
Frenar la corrupción exige mecanismos que puedan formar ciudadanía, mostrando el castigo reparador, y el peso y fuerza de la ley, igual para todos, en especial para aquellos que gobiernan.
Es necesario que las autoridades demuestren que van a enfrentar la impunidad, dejando ver los rostros de los corruptos, como pasa en los otros países implicados. Mientras aquí hablamos de un acuerdo secreto, que “permitirá resarcir el daño social” garantizando que Odebrecht continúe operando en el país. Obviando que el mundo nos observa.
La lucha anticorrupción sin rostro, es práctica políticamente riesgosa, para gobiernos corruptos que pretenden mantener el discurso anti corrupción mientras protegen los culpables. El desempeño de la justicia dominicana ante la invisibilidad del corrupto local, está siendo monitoreado por la justicia de Brasil y EE.UU, quienes siguen de cerca los pasos de nuestros corruptos invisibles.
Los gobiernos deberían cuidar sus medidas “anticorrupción”, encubiertas de impunidad, ya que las mismas pueden conducir a reacciones inesperadas, de pueblos cansados de esperar sanciones, como lo ilustran las manifestaciones en Rumania, que ahora exigen que salga todo el gobierno.
Así como la pasada marcha Verde conduce a la firma del libro verde, lleva a sumarse a la lucha planetaria contra la impunidad, presagiando un despertar en la ciudadanía, que parecen orientarse hacia reacciones concatenadas de inesperadas consecuencias para la clase política local, donde se aloja el corrupto invisible.
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