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sábado, 25 de marzo de 2017

Sobre la más perfecta dictadura, preferiré una imperfecta democracia


Estimados lectores:
En mi entrega de ayer, les hablé de cómo la ultraderecha pretende establecer un nuevo orden mundial. “Democracia iliberal, dice Viktor Orban, el primer ministro de Hungría, al orden autoritario que ha establecido en su país y que el régimen de ultraderecha polaco intenta copiar. Democracia dirigida, llama Vladimir Putin a su dictadura en Rusia y Bannon, la eminencia gris de Donald Trump, habla de una nueva democracia depurada con base en la deconstrucción de las instituciones”1, nos resume la doctora Isabel Turrent sobre los vientos radicales que soplan por el mundo.
Las democracias —o la Democracia— están en riesgo y déjeme contarle lo mucho que está en juego en lo concerniente a los equilibrios geopolíticos de los que México no es ajeno.
Después de la Segunda Guerra Mundial, las naciones occidentales establecieron ciertas reglas del juego internacional. Pidamos prestado a Richard Haas su concepto y llamémosle Orden Mundial 1.02. En dicho orden, la soberanía nacional adquirió dos vertientes: la soberanía como responsabilidad de un Estado hacia sus ciudadanos, y la obligación soberana referida a los compromisos de una nación con las demás.  Esta última ha cobrado relevancia a partir de la incorporación paulatina de los países ex comunistas a la visión democrática occidental y, por ende, a los principios universales aceptados en un mundo altamente conectado.
Con base en la obligación soberana, se crearon organismos supranacionales, empezando por la ONU hasta la Corte Internacional de Derechos Humanos y los tribunales internacionales de arbitraje comercial, a cuyas normas se acogieron la mayoría de los países, cediendo un poco de su soberanía nacional en aras de encontrar caminos pacíficos para dirimir diferencias y enfrentar retos comunes a una región o a la humanidad misma. Ahora, estas democracias iliberales pretenden desconocer a estas instituciones. ¿Que no son perfectas o a veces han resultado ineficientes? Cierto, pero no es “deconstruyéndolas” que el orden mundial encontrará un mejor futuro, sino yendo un paso más allá: reconstruyéndolas en función de las nuevas realidades y de lo que la prospectiva indique que serán los futuros posibles. En síntesis: el Orden Mundial 2.0.
Son muchos los casos en los que intervienen los organismos supranacionales y que, de desaparecer, no habría protocolos claros para enfrentar riesgos o ataques que pueden afectar seriamente a un país, a una región o a todo el planeta. Le pongo algunos ejemplos. ¿Cómo se pondrán de acuerdo para sancionar globalmente a la nación que encubra al terrorismo o produzca armas de destrucción masiva? ¿Cómo harán para que cada país repare el daño ambiental, en la medida proporcional que lo provoca? (Por cierto, Trump acaba de dejar casi sin presupuesto a la Agencia de Protección del Ambiente para elevar el gasto militar3). ¿Cómo promoverán y legislarán sobre el uso lícito y benigno del ciberespacio y combatirán de manera conjunta los ataques de hackers y terroristas que pueden alterar cualquier sistema: el financiero, el de seguridad, el de salud, etcétera? ¿Cómo pactarán la contención de una epidemia como el ébola? ¿Cómo darán seguridad a los mercados que dependen de alianzas claras y de largo plazo?
Establecer el Orden Mundial 2.0 sin duda requiere que, en lo individual, las democracias liberales de cada país hagan la tarea internamente; por ejemplo, no sólo buscar mayor productividad, también mejorar los sueldos, “incrementar la fuerza de trabajo al tiempo que las nuevas tecnologías eliminan los empleos viejos; o administrar eficientemente a las sociedades que envejecen”4. Sobre todo, no olvidarse de la igualdad.
En lo global, el Orden Mundial 2.0 demanda un intenso e inmediato trabajo de consultas bilaterales y multilaterales, la voluntad de ceder un poco más de soberanía en aras del bien común -universal, no partidista- de la humanidad y el respeto al resto de las naciones, sin importar su tamaño o fuerza bélica. “Construir un orden mundial basado en la obligación soberana es ambicioso, pero es una ambición nacida del realismo, no del idealismo”5.
Pero todo indica que los ultraderechistas, populistas y dictadores no están interesados en hacer el esfuerzo. Qué grave. No es un asunto de ideología sino de falta de ética pública y de eso les hablaré en una próxima entrega.  Buen fin.

1 TURRENT, Isabel¿Democracias ‘iliberales¿’ Periódico Reforma, 19 de marzo de 2017.
2 HAAS, RichardWorld Order 2.0. The Case for Sovereign Obligation. Foreign Affairs, January-February 2017. Pp. 2-9.
3 Trump aumentará el gasto militar. Pablo Pardo, El Mundo, 27 de febrero de 2017. http://www.elmundo.es/internacional/2017/02/27/58b442dae2704e3d188b459d.html consultado el 20 de marzo de 2017 a las 20:35 horas.
4 HAAS, Op. Cit.
5 HAAS, Op. Cit.

Internet: Lmendivil2010@gmail.com
FacebookLeopoldo Mendívil

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