En menos de dos años el general Gustavo Rojas Pinilla pasó de ser la esperanza de paz a un generador de conflicto. Las fuerzas políticas (excepto el laureanismo), los gremios, las universidades y la Iglesia Católica, que al inició lo rodearon, se unieron hace 60 años para restablecer la democracia.
Ante la escalada de la violencia bipartidista, que dejó 145.000 muertos entre 1948 y 1953, Rojas relevó al presidente conservador Laureano Gómez en junio de 1953. Esa intervención, recordó Rubén Darío Acevedo, docente de Historia de la Nacional, estaba proyectada para un año y su fin era restablecer la paz política.
“Al año Rojas pidió más tiempo para concluir su tarea y la Asamblea Nacional Constituyente -ANAC- (el Congreso estaba cerrado desde 1949), presidida por el expresidente conservador Mariano Ospina, lo reeligió hasta 1958. Esto propició la salida del Partido Liberal de esa alianza.
Rojas y la soledad del poder
Si bien al inicio el general logró que 6.450 guerrilleros aceptaran la amnistía del Gobierno y depusieras las armas, no estableció un gobierno de coalición y la violencia continuó en varias regiones.
El auge exportador entre 1953 y 1955 aumentó la producción y los empleos. Impulsó las vías de comunicación y la construcción de El Dorado, trajo la televisión al país y subsidió artículos de consumo.
Su luna de miel con los gremios terminó cuando estableció impuestos sobre el patrimonio, los ingresos de los dividendos de bonos y las acciones de las empresas. Además, porque aumentó la deuda internacional para financiar el gasto público. También crecieron las denuncias de corrupción en bancos públicos.
Según Jorge Iván Cuervo, docente del Externado, el desencanto con Rojas, que propició la creación de Frente Nacional, tiene relación con la forma como ejerció el poder.
“Al principio fue una fórmula para superar la violencia, pero empezó a ganar apoyo popular y a desconocer a los partidos políticos. Algunas medidas populistas y otras represivas contra la prensa y las manifestaciones ciudadanas hizo que los partidos y el establecimiento económico empezaran a verlo como un riesgo para la estabilidad del país”.
¿Cómo se gestó el Frente?
Las manifestaciones contra Rojas empezaron a ser comunes en la calles. Al tiempo el expresidente liberal Alberto Lleras Camargo, firmó el Pacto de Benidorm con el expresidente Gómez, exiliado en España, en julio de 1956. Ambos partidos se comprometieron a restablecer la libertad y las garantías constitucionales.
A finales de 1956 el expresidente Ospina se retiró de la coalición de Gobierno. Pero la gota que rebosó la copa fue la decisión de la ENAC en enero de 1957 de extender de nuevo el periodo de Rojas hasta 1962, con la excusa de la paz.
En respuesta, un día como hoy, hace 60 años, Lleras y Ospina firmaron un segundo acuerdo: El Pacto de Marzo, que sentó las bases del Frente Nacional. Ante una huelga general Rojas renunció en mayo y una Junta Militar se encargó de la transición democrática.
“Los dos partidos tradicionales firmaron el Pacto de Sitges (1957), que diseño los conceptos institucionales del Frente Nacional. Estableció una rotación de la presidencia por 16 años y la paridad del poder, pero a través de elecciones”, expresó Acevedo.
Balance del Frente Nacional
José Fernando Rubio, director del programa de Historia del Externado, afirmó que el Frente marginó las demás fuerzas políticas que estaban surgiendo, aunque fue necesario porque el país estaba en una sin salida con la dictadura de Rojas y muy dividido en lo político. “Durante esos años nacieron las Farc, el Eln, el M-19 y el Epl. No es la causa, pero jugó un papel determinante en la exclusión de otras formas de vocería popular”.
Para Ricardo Zuluaga, constitucionalista y miembro de la Academia Antioqueña de Historia, si bien el Frente desactivó el enfrentamiento bipartidista, aparecieron los movimientos subversivos. “La oposición, que en el siglo XX tumbó los gobiernos de Reyes, Suárez y a Pumarejo, y al mismo Rojas, fue desactivada. Eso fue un daño irremediable para la democracia”.
Juan Carlos Echeverri, docente de Historia de Bolivariana, dice que aunque no es fácil juzgar un proceso en términos de bueno o malo, el Frente dejó un legado de desigualdad y violencia: “se salió de la dictadura, pero se acabó con la democracia”.
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