Michael Jones es un historiador militar doctorado por la Universidad de Bristol. Su reciente libro "Después de Hitler" va camino de convertirse e un éxito de ventas, al igual que sus anteriores obras "El sitio de Stalingrado" y "La retirada y la guerra total: de Stalingrado a Berlín".
En entrevista con el periódico lisboeta "Diário de Notícias", Jones describe los últimos días de vida de Hitler, y las breves semanas de supervivencia del régimen nazi luego del suicidio de su líder.
"El 22 de abril de 1945, el ‘führer' sufrió una especie de colapso de agotamiento durante una reunión de puesta a punto en su bunker subterráneo próximo a la cancillería y anunció -por primera vez- que consideraba perdida la guerra y que estaba decidido a quedarse en Berlín a enfrentar su destino. Las potencias aliadas -Reino Unido, URSS y EEUU- no iban a negociar nada con Hitler, y sólo estaban dispuestas a aceptar la rendición incondicional de Alemania. Las noticias de la ejecución de Benito Mussolini, que fue fusilado y luego colgado en público junto a su amante, Clara Petacci, llegaron al bunker el 29 de abril y causaron un fuerte impacto en Hitler, que optó al día siguiente por suicidarse, en lugar de esperar un juicio y una ejecución. Su última preocupación fue conseguir gasolina suficiente para destruir totalmente sus restos, para que su cadáver nunca pudiera ser expuesto", relata Jones.
Este desvelo acerca de si podría o no hacerse con unos litros de combustible, haba por sí solo acerca de la crisis absoluta en la que estaba sumido el III Reich -lo poco que quedaba de él- en esos días postreros.
Luego, Jones se refiere a los días del régimen nazi tras la muerte de Hitler, donde el mando recayó en al marino Karl Dönitz
"El almirante Dönitz era un nazi fervoroso, y tras la muerte de Hitler formó una administración en Flensburg, cerca de la frontera con Dinamarca". Este gobierno sin poder duró tres semanas "y estaba determinado a sembrar la discordia entre los aliados, y por momentos estuvo cerca de lograrlo", recuerda el autor.
"En retrospectiva, todo el grupo debería haber sido arrestado de inmediato, algo que los británicos podrían haber conseguido en un par de días si Churchill lo hubiera ordenado", afirma.
A continuación, Jones traza una breve semblanza del estado del pueblo alemán en esos días de confusión y derrota
"En mayo de 1945 algunas partes de Alemania permanecían relativamente intactas, pero otras sufrían de manera terrible, tanto por causa de los bombardeos de británicos y estadounidenses como por las incursiones del Ejército Rojo, avanzando desde el este. Cuando los soldados soviéticos llegaron al corazón del III Reich, algunos se lanzaron a una terrible venganza por las atrocidades que los alemanes habían cometido en su país, así que el pillaje, la violación y el asesinato de civiles fueron comunes durante un tiempo. Como resultado, hubo un éxodo desde los territorios que presumiblemente caerían en manos de los rusos, y millones de personas huyeron hacia el oeste, en dirección a los americanos y británicos", cuenta.
Ya en los últimos tiempos de la guerra, los aliados occidentales y los rusos habían comenzado a librar su propia guerra encubierta de cara al nuevo orden que surgiría con la paz. Sin embargo, eso no empañó la alegría del soldado raso. Para Jones, la confraternización entre las tropas soviéticas, americanas y británicas fue absolutamente sincera.
"Cualquiera fuese el grado y la naturaleza de las tensiones políticas y militares en los altos niveles de comando, los soldados y oficiales subalternos se reunieron unos con otros de forma calurosa y agradecidos por la victoria conjunta sobre el fascismo, en una reacción emotiva que superó todas las barreras lingüísticas".
En cuanto a la reacción de los aliados al descubrir en toda su magnitud el horror de los campos de exterminio, el historiador recuerda algunos testimonios.
"Entrevisté a muchos libertadores de esos campos de la muerte, y también a miembros de los equipos médicos que llegaron después, y todos quedaron absolutamente aterrorizados por los horrores que presenciaron. Uno de ellos lo dejó claro en una carta a su familia: ‘Lo que vi en los últimos días afectará mi personalidad por el resto de mi vida'".
Interrogado acerca de cuál de los países beligerantes fue el principal causante de la derrota alemana, Jones recuerda que "los tres grandes: EEUU, Reino Unido y la URSS, desempeñaron un papel importante en asegurar la derrota de los nazis, pero sin dudas la contribución del pueblo soviético fue la mayor. Los soviéticos soportaron los más grandes horrores y las mayores pérdidas: 27 millones de personas, entre soldados y civiles. Debemos recordar siempre con gratitud su sacrificio", concluye.
Montevideo Portal
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