24 de noviembre de 2014 - 12:10 am -
La población descendiente de haitianos, nacidas en el territorio nacional (durante más de 100 años) se integró y asumió plenamente como dominicana, pues la mayor parte de ellos se criaron y socializaron como tal.
En los 100 años de desarrollo de la industria azucarera (1880-1980) se utilizó intensamente a los braceros haitianos, viviendo confinados al Batey.
En la década del 30 del S.XX, la masacre de varios miles de haitianos durante la dictadura de Trujillo refuerza una activa construcción de la identidad dominicana como negación de lo haitiano. La raza negra del haitiano se le opone la “raza blanca del dominicano”, al vudú se le opone el catolicismo y a la africanía a la hispanidad. Además, la “dominicanidad” se asumió como modernidad y progreso mientras que la “haitianidad” se asimilaba con el atraso y la barbarie. Para reforzar esta visión, Trujillo despliega una política de “blanquear la raza” mediante la promoción de migraciones de población blanca.
En las décadas siguientes (finales 1960 a finales del 1980) el tema se diluye, los elementos racistas estaban incorporados en la cultura dominicana, expresado básicamente en el antihaitianismo.
Tras casi un siglo de inmigración esencialmente indocumentada se produjo prácticamente tres generaciones de dominicanos descendientes de inmigrantes. La crisis de la economía azucarera de 1980 vinculó la inmigración haitiana y a los dominicanos de origen haitiano a la agricultura no azucarera, a la construcción y el sector informal urbano, haciéndose visibles para el resto de la población.
La población descendiente de haitianos, nacidas en el territorio nacional (durante más de 100 años) se integró y asumió plenamente como dominicana, pues la mayor parte de ellos se criaron y socializaron como tal.
En 1994 vuelve otra vez a tomar impulso la ideología del nacionalismo y racismo antihaitiano, pero esta vez impulsado por el Presidente Balaguer que se “inventó” un supuesto plan de fusión de la Isla, señalando que José Francisco Peña Gómez, el líder político de la oposición y de origen haitiano era el instrumento para ese fin.
Esa visión “ultranacionalista y racista” de la cuestión haitiana se refuerza en la campaña electoral de 1996, pero esta vez de la mano del PLD y de grupos de ultraderecha asociados a ese partido que volvieron a impulsar la xenofobia como parte de la campaña contra Peña Gómez. En los años siguientes, el PLD nunca se distanció de los nacionalistas de ultraderecha y asumió ese discurso como parte del suyo, para darle coherencia a su accionar político de derecha y exclusión social, del cual se ha convertido en su único heredero, empujando la desnacionalización de dominicanos de origen haitiano para continuar la “obra” de Trujillo.
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