Alberto Molina
Quito, Ecuador
Quito, Ecuador
Hay muchas historias de dictadores civiles y militares, narradas por escritores latinoamericanos, en ellas nos cuentan las excentricidades, caprichos, ridiculeces y toda clase de abusos cometidos por los dictadores.
Hay muchas historias de dictadores civiles y militares, narradas por escritores latinoamericanos, en ellas nos cuentan las excentricidades, caprichos, ridiculeces y toda clase de abusos cometidos por los dictadores.
Podemos señalar que la novela precursora de este tema, que ha sido una constante en nuestra historia, es “Facundo” del argentino Domingo Faustino Sarmiento que se refiere al dictador Juan Manuel Rosas, luego sigue una larga lista de la vida de dictadores como Mariano Melgarejo, en Bolivia; José Gaspar Rodríguez de Francia, en Paraguay; Porfirio Díaz, en México; Rafael Leónidas Trujillo, en la República Dominicana y, un largo etcétera.
Como nos señala el escritor boliviano, Víctor Montoya, en su estudio sobre “El dictador en la literatura Latinoamericana”, “(…)…cuyos dichos y hechos -casi siempre deplorables-, que no conocen límites excluyentes entre la realidad y la fantasía, aparecen expuestos en las obras de los novelistas contemporáneos: en Yo el Supremo, de Augusto Roa Bastos; El recurso del método, de Alejo Carpentier; El señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias; Oficio de difuntos, de Arturo Uslar Pietri; El dictador suicida, de Augusto Céspedes; La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa, La tempestad y la sombra, de Néstor Taboada Terán y en El otoño del Patriarca, de Gabriel García Márquez, quien confesó haber leído durante diez años la biografía de varios dictadores, antes de escribir su novela, en la cual recrea a un dictador con los pedacitos de los dictadores latinoamericanos”.
Los personajes construidos por los escritores citados, son un retrato de las numerosas dictaduras Latinoamericanas del pasado y del presente que atormentaron y por desgracia siguen atormentando a nuestros países; igualmente, el espacio geográfico constituye una síntesis de la realidad que el imaginario de los lectores, sabrá identificarlos.
En conclusión, podemos señalar que en el fondo los métodos de control y la forma de actuar de los dictadores en cualquier sitio y en cualquier tiempo se rigen por unos patrones muy similares. Es normal que la historia de uno nos recuerde a la de otro, felizmente estos dictadores ahora están en el tacho de la basura de la historia; sin embargo, con los actuales dictadores y los aspirantes a ejercer el totalitarismo, tienen un denominador común: se creían imprescindibles y, según ellos, tenían que mantenerse en el poder porque nadie podía reemplazarlos; además, no podían dejar inconclusa su obra, tenían que terminarla porque era en “beneficio de la patria”.
Al que le calce el guante que se lo chante.
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