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sábado, 29 de noviembre de 2014

Yo, soy un corrupto


Por Juan Ramón Mejía Betances. 29 de noviembre de 2014 - 12:00 am - 
Juan Ramón Mejía Betances

Juan Ramón Mejía Betances

Analista Político y Financiero, cursó estudios de Economía en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), laboró en la banca por 19 años, en el Chase Manhattan Bank, el Baninter y el Banco Mercantil, alcanzó el cargo de VP de Sucursales. Se especializa en la preparación y evaluación de proyectos, así como a las consultorías financieras y gestiones de ventas para empresas locales e internacionales.
Definitivamente pertenezco a una generación de dominicanos corruptos, a los que desde nuestra infancia, fuera de nuestros hogares,  se nos ha venido educando con una completa inversión de valores e incorrectos ejemplos de vida.
Para hacerme entender, les citó algunos ejemplos que todos conocemos y que probablemente nos hayamos contagiado en algún momento de nuestras vidas, sin que ni siquiera nos hayamos sentido corruptos:
Recuerdo que a principio de los años 80 un amigo me comentaba acerca de lo decepcionado que estaban de su padre, él y toda su familia, porque trabajó en una institución del Estado y los subalternos del papa tenían dinero y su papa, “por privar en serio”, no salió con nada.
Cuando entramos a la universidad nos mostraron que muchos de los que sacan 90 o más (A) con más frecuencia, lo hacían porque se fijaban en los exámenes.
Mientras se seguía desarrollando esta generación, notamos que por ejemplo un electrodoméstico comprado en fábrica a precio de distribuidor y que había pagado los impuestos aduanales, resultaba tener mayor costo que como lo vendía otra tienda del país que no era distribuidor autorizado, pero que no pagaba impuestos aduanales; así también pasaba con las bebidas alcohólicas, los artículos ferreteros, los textiles, entre otros, y esto era tan prolífero en todo el país, que nadie que pretendiera tener una tienda y pagar todos sus impuestos, podía ser competitivo.
Adicionalmente veíamos a hombres y mujeres de clase media e incluso de clase baja, que se adherían a un partido político, conseguían un cargo en alguna institución del Estado y en pocos meses pasaban de pobres a potentados, ricos y muy poderosos.
También en nuestros barrios y campos, veíamos a jóvenes que emigraban a las grandes urbes y dedicándose a traficar con drogas, podían venir en pocos meses a comprarse casas, fincas y carros de lujo.
Viendo todos estos malos ejemplos y estas malas prácticas, fue con lo que crecimos, nos desarrollamos en la vida y hoy provocan que por ejemplo un reconocido comunicador, de ciertas luces, se atreva a decir que: “Todo el dominicano que no se ha enriquecido en un cargo público, es porque no lo ha ocupado” y probablemente esa es una regla con poquísimas excepciones. La inversión de valores de nuestra generación llega al extremo de que hoy en día aquellos políticos que pretenden captar seguidores, lo hacen vendiendo la potencialidad de que si lo siguen podrían ocupar un cargo o estar muy cerca de algún ministro u otro funcionario, y que podrían aprovechar el cargo o las relaciones para enriquecerse. Las ideologías y las frases que promueven el sacrificio del político para trabajar por y para el pueblo las hemos olvidado, y prácticamente, ya no les suman seguidores a los políticos.
Resulta tan obvio la inversión de valores, que con frecuencia escuchamos frases como: “Ahora me toca a mí”, “Ahora Fulano”, entre otras, como si se tratara de un botín que se turnan en saquear.
¿Nos cruzamos de brazos y seguimos así?     ¿No hay solución?     ¿Cómo podemos enfrentarla?
Definitivamente el problema de la inversión de valores y la creciente corrupción, gracias a la impunidad, debe ser enfrentada con decisión, porque si no lo hacemos corremos el riesgo de que nos lleven a un callejón sin salida, en el que ninguna de las alternativas serán buenas y nos referimos por ejemplo, a que el pueblo se equivoque escogiendo a un presidente que nos encamine a régimen populista y autoritario en el que TODOS perdamos nuestras libertades; o a que por la falta de alternabilidad, los mismos que nos han dirigido, se sigan convirtiendo en más autoritarios, más antidemocráticos y más corruptos, dejándonos sólo alternativas extremas, que no valen la pena mencionar.
¿Pero es posible enfrentar la corrupción, si la llevamos en el tuétano, incluso en nuestro gen?
Claro que sí.
En nuestro pasado reciente hemos visto ejemplos de hombres honorables y con principios inculcados en el propio seno del PLD, que han enfrentado exitosamente la corrupción, la pena es que sólo alcanzaron a hacerlo en las esferas en las que les toco ejercer sus funciones.
Miguel Cocco un hombre con sus virtudes y sus defectos, sus luces y sus sombras, como cualquier ser humano, decidió hacerle un aporte a la sociedad de hoy en día, además de perpetuarse en la vida, a través de lo que yo considero su legado. Como Director de Adunas enfrentó con éxito la evasión de impuestos, sometiendo a políticos y a empresarios, compañeros o no, logrando una transformación de nuestras aduanas al punto que hoy en día muy pocos dominicanos osan intentar la evasión, pues estableció fuertes penas, estableció recompensas para quienes detecten las irregularidades, obró dando el ejemplo de castigos, a esta, su generación y las generaciones siguientes.
¿Erradicó la corrupción de nuestras aduanas?        NO,     pero la adecentó significativamente y logró que cualquier persona honesta pudiera abrir una tienda y ser competitiva, sin necesidad de evadir impuestos aduanales.
Por este ejemplo y los que hemos podido conocer en otros países que han logrado el adecentamiento de la corrupción gracias a haber enfrentando la impunidad, es que llamo a mi corrupta generación a que cerremos filas y como cualquier adicto al alcohol, a las drogas, a cualquier otra sustancia o actividad, reconozcamos nuestra terrible enfermedad, y juntos tomemos la decisión de sanarnos, enfrentándola y enfrentado a los que no nos acompañen en la acción, apoyando además,  a los que decidan someter a los corruptos.
Unámonos a todas las campañas que denuncien y exijan el fin de la impunidad, y promovamos otras campañas y acciones, en ese mismo sentido.
¡Basta ya!   …   Juntos, todos los dominicanos, podemos dejar de ser corruptos y salvar del caos a nuestras futuras generaciones.
Es hora de actuar, presionar a nuestras autoridades para que actúen y apoyar a los que ya están actuando. Pero tan importante como esto, es saber escoger a nuestras próximas autoridades, a nuestros representantes legislativos, etc., hagamos un alto en el camino y dejemos de buscar ventajas, prioricemos aquellos discursos que promueven el desarrollo, el apoyo a los barrios, al campo, a los que aseguran que enfrentarán el hambre, que darán continuidad a la educación y en especial a los que promuevan el crecimiento del empleo. Sólo con estas acciones podremos acabar con los corruptos y así podremos garantizarles, a nuestros descendientes, generaciones sanas y un mejor país.

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