Por MaRgarita Cordero.
Que la defensa de la libertad de prensa es en el país de una labilidad que sonroja, es cosa bien sabida de antaño. Todo depende de las circunstancias y los protagonistas.
De ahí que, por ejemplo, pueda ser un ataque a su señorío la mala mirada de un político que nos disgusta, como puede no serlo que una turba fiel a otro político, este de nuestra simpatía, le dé una tunda a un periodista y encima cometa el patriótico gesto de robarse las cámaras de otros cuatro.
Nada de primeros titulares en este último caso. Ninguna protesta contra la flagrante, indesmentible, obstaculización del quehacer periodístico por intolerantes que golpean, roban y amenazan a todo aquel que, en el presente y en el futuro, ose expresar su descontento con el “líder” al que obedecen.
Demostrado una vez más: la defensa de la libertad de prensa es una prostituta de lujo que solo atiende a clientes aclimatados a reuniones internacionales, especialistas de la ocultación y el acomodamiento. Ellos saben de tarifas y tienen bolsillos abundantes y generosos. Algunos son, además, accionistas interpósita persona de "grandes" medios.
Demostrado, también, que la internet y sus redes sociales están siendo el Armagedón de quienes, en su esquizofrenia social, creen todavía llevar a Dios agarrado de la barba.
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