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SANTO DOMINGO (R. Dominicana).- Con el título “El chivo que dio nombre a un hospital de Sevilla”, la edición sevillana del periódico español ABC publica en su edición digital de este martes una extensa nota sobre un hecho que, con toda seguridad, la mayoría de los dominicanos y dominicanas ignora: el pabellón de obstetricia de un hospital de la capital andaluza lleva todavía el nombre de Rafael Leónidas Trujillo.
Haciendo uso del apelativo con el que se conoció al dictador dominicano y que internacionalizó el nobel Mario Vargas Llosa, el ABC introduce el tema con una impecable descripción del protagonista: “Se hacía llamar pomposamente Generalísimo y Benefactor de la Patria entre otros títulos tan hinchados de prosapia como vacíos, pero la novela de Mario Vargas Llosa lo retrató para siempre con el mote (El Chivo) con que muchos de sus conciudadanos de la República Dominicana nombraron, temerosos de ser descubiertos, al general Rafael Leónidas Trujillo, dictador que gobernó con mano de hierro el país antillano entre 1930 y 1961”.
El periodista Javier Rubio, autor del reportaje, aporta el dato que el ala del hospital Victoria Eugenia, de la Cruz Roja de Capuchinos lleva el nombre del ajusticiado hace ya 53 años, le drenó la cartera. Trujillo “donó” 920.000 pesetas de entonces, “cuando un obrero cualificado difícilmente cobraba más de 40 pesetas por jornada”.
“Todavía hoy es visible el azulejo de la hija del dictador dominicano en el ala del centro sanitario que lleva su nombre”, dice Rubio y en solo este dato se equivoca, porque no es Angelita, para entonces una adolecente, sino María Martínez, la consorte.
En 1952, Trujillo envío la suma mencionada (unos 310.000 euros actuales) para financiar la obra. “Desde entonces, ese ala se llamó pabellón Trujillo. El 16 de junio de 1952, el padre capuchino Emilio de la Vega, de Santo Domingo, hizo entrega a la institución benéfica de la donación, que llevaba aparejada la concesión de cuatro becas para que cuatro enfermeras dominicanas viajaran a Sevilla en ampliación de estudios. Las becas las costeaba ‘una distinguida dama de ascendencia andaluza’”.
La entrega del “donativo” de Trujillo se llevó a cabo durante un acto de reconocimiento a dos aristócratas locales. En agradecimiento al dictador dominicano, “la Cruz Roja colgó un retablo cerámico que todavía hoy puede verse, ajeno a los caprichos de la memoria histórica, más de sesenta años después de la acción que le dio nombre al pabellón”. Se refiere a la imagen de María Martínez quien, y este es dato que falta al periodista, se vanagloriaba de su presunta estirpe española.
Solo dos años después, el 2 de junio de 1954, Trujillo viajaría a España. El dictador Francisco Franco, quien también se hacía llamar generalísimo, lo recibió con gran pompa. “El régimen de Franco había dispuesto un recibimiento de gala para el jefe del Estado dominicano: vacaciones para los escolares y suspensión de la jornada laboral entre las diez de la mañana y las cuatro de la tarde ‘sin pérdida de haberes’”, escribe Rubio.
Dos semanas duró la visita que no incluyó a Sevilla ni, por tanto, el hospital donde le sobrevive su nombre.
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