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PARAQUENOSEREPITALAHISTORIA .Para los interesados en el tema y los olvidadizos de sus hechos, aquí están para consultar múltiples artículos escritos por diversas personalidades internacionales y del país. El monopólico poder de este tirano con la supresión de las libertades fundamentales, su terrorismo de Estado basado en muertes ,desapariciones, torturas y la restricción del derecho a disentir de las personas , son razones suficientes y valederas PARA QUE NO SE REPITA SU HISTORIA . HISTORY CAN NOT BE REPEATED VERSION EN INGLES

lunes, 30 de junio de 2014

La otra corrupción

"Esta realidad democrática no solo no es el paraíso sino que puede llegar a ser el in­fierno. Hay corrupción, fal­ta de transparencia, de vi­talidad de las democracias, y eso lleva a los jóvenes a volcarse en la indiferencia y el desprecio por lo social y lo político... piensan que es una pérdida de tiempo, que todos los políticos son corruptos. Esa actitud cíni­ca a la que han llegado tan pronto es peligrosa para el futuro de la democracia, de la libertad, de todo lo que nos ha sacado de la bar­barie." Mario Vargas Llo­sa, 2014 

Es recurrente la idea de contraponer la co­rrupción privada a la otra corrupción, la públi­ca. Si ambas persisten en las estructuras sociales y políticas, siguiendo esa contraposición, no hay por qué alarmarse. Y el debate se reduce -sim­plemente- a determinar una métrica que permi­ta establecer en cuál de esos ámbitos la degrada­ción es superior. Como si se tratara de realidades que pudieran ser consi­deradas como indepen­dientes, cuando de he­cho existe una fuerte conexión que las atrapa en una misma lógica. Un verdadero «cambalache». La economía no está dirigida al estudio de lo que debe ser, o lo nor­mativo. Es una discipli­na social que no hace juicios de valor sobre la conducta humana en el campo económico; en consecuencia, es -desde el punto de vista filosófi­co- una ciencia positiva. Sin embargo, al conde­nar la corrupción, basa­dos en la lógica económi­ca, no se está emitiendo un juicio de valor, se está diciendo que dados cier­tos objetivos, como el de­sarrollo económico y la igualdad de oportunida­des, es una mala prácti­ca, pues es incompatible con esos objetivos. Pero, esto no quiere decir que no sea moralmente con­denable -que lo es-, sino que esos valores morales están asociados a unos efectos económicos muy dañinos. Muchos analizan a la economía como si tuvie­se un carácter conspira­tivo, y entienden que la desigualdad social es re­sultado de la maldad hu­mana. Y quizás sea opor­tuno preguntarse por qué esa maldad huma­na se expresa de mane­ra tan diferente en los países desarrollados, en donde los seres huma­nos, por lo general, dis­frutan de condiciones de vida dignas, mientras que en los países sub­desarrollados la pobre­za y la exclusión son la norma. ¿Por qué hace­mos las cosas de mane­ras tan diferentes? Aun­que la conducta humana es compleja, la respuesta es simple: los hombres y mujeres como entes eco­nómicos definen su con­ducta en el contexto de la estructura de incenti­vos. La acción humana, como diría Von Mises, solo toma lugar cuan­do el sujeto actuante en­tiende que mejora su po­sición de bienestar; de lo contrario, no hay ra­zón para cambiar de po­sición. Es dentro de esa es­tructura de incentivos que deben ser evaluadas tanto la corrupción pri­vada como la ‘otra co­rrupción' (¿por qué dará tanto trabajo llamar por su nombre a la corrup­ción pública?). En nues­tro país, las fallas insti­tucionales -impunidad, entre ellas- han incenti­vado el florecimiento de la corrupción, pues los agentes económicos op­timizan su bienestar a partir de las oportuni­dades que perciben en su entorno, y grupos im­portantes perciben que la corrupción puede ser un gran negocio ante la ausencia de un régimen de consecuencias. El pro­blema es que una ges­tión económica -públi­ca o privada- que tenga como referente impor­tante a las prácticas de corrupción distorsiona y degrada la capacidad de una economía para al­canzar niveles superio­res de desarrollo. Y las políticas públicas han hecho muy poco para cambiar esa realidad. Nos preguntamos: ¿es la corrupción privada quien determina a la pú­blica, o viceversa? Si bien es cierto que ambas se retroalimentan mutua­mente, la gestión pública es la que crea las condi­ciones para que la con­traparte privada perci­ba las oportunidades de corrupción. Pero se debe aclarar que no toda la corrupción pública re­quiere de una contrapar­te privada. Un funcio­nario público no puede justificar la corrupción administrativa por el he­cho de que haya también corrupción privada. Mo­ral y legalmente ambas son repudiables. La ma­yor gravedad de la co­rrupción pública se de­riva del hecho de que el funcionario tiene la obli­gación de garantizar el uso correcto de los re­cursos públicos y de ren­dir cuentas al país. Es una responsabilidad in­delegable, ni transferible a su contraparte privada. En definitiva, no están en los mismos niveles de compromiso público. Con frecuencia se es­cuchan las quejas de la voracidad que se les atri­buye a inversionistas ex­tranjeros que llegan al país y son capaces de conseguir contratos con el Estado Dominicano en condiciones sorpren­dentemente ventajosas. Ya sea en la infraestruc­tura física, en el turis­mo, en la industria eléc­trica, o en cualquier otro sector, si se han logrado contratos que parecen estúpidos desde el pun­to de vista del interés pú­blico es porque al menos un funcionario público ‘inteligente' ha resulta­do beneficiado. Esos con­tratos no pueden ser fir­mados unilateralmente. Solo son posibles en con­tubernio con la autori­dad que lo permite.

@pedrosilver31
Pedrosilver31@gmail.com

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