Un día como hoy en 1884 nace uno de los grandes humanistas latinoamericanos del siglo XX . Pedro Henriquez Ureña hijo Salome Ureña de Henriquez y de Francisco Henriquez Carvajal . Aquí debajo reseñamos parte de un articulo de Jesús de la Rosa que habla sobre este gran hombre y su experiencia en el régimen de Trujillo
Pedro Henriquez Ureña
Por Jesus de la Rosa.
26 de agosto del 2005
El 15 de febrero de 1931, Max Henríquez Ureña fue nombrado Superintendente General de Enseñanza. Días después de su nombramiento, Max Henríquez Ureña le envió a Trujillo un voluminoso informe relativo a la situación en que se encontraba la escuela dominicana. En su informe se refería a la existencia de maestros sin títulos, a la falta de supervisión, a la escasez de libros y de materiales didácticos, a la necesidad de una cuidadosa revisión de los planes de enseñanza; y a la conveniencia de reorganizar la enseñanza agrícola, comercial e industrial y a otros problemas que afectaban la buena marcha de las labores docentes. Cuatro meses después, don Max Henríquez Ureña renunció al cargo que ocupaba y en su lugar fue nombrado Osvaldo Báez Soler.
El 15 de diciembre de 1931 arribó al país, precedido de una gran fama, Pedro Henríquez Ureña, hijo de la poetisa Salomé Ureña.
Pedro Henríquez Ureña, después de una larga estancia en el exterior, regresaba al país a bordo del vapor Coamo para ocupar el cargo de Superintendente General de Enseñanza.
A instancia de Trujillo, por supuesto, autoridades, intelectuales, profesores y estudiantes le dieron un cálido recibimiento al “Sócrates dominicano” quien había renunciado a su la docencia en la Universidad de Buenos Aires para ocupar la importante posición que el tirano le ofreciera.
Pedro Henríquez Ureña no pudo ostentar el cargo de catedrático titular de la Universidad de Buenos Aires en virtud de una resolución que disponía que sólo podían ser titulares los argentinos nativos o naturalizados.
Los periódicos de la época reseñan la caravana que acompañó al ilustre intelectual hasta el recinto de la Universidad y de los discursos pronunciados en la ocasión.
Pedro Henríquez Ureña disponía de un reputado bagaje intelectual. Su obra literaria era conocida en todo el continente. Al parecer, la escuela dominicana quedaba en muy buenas manos. Pero, el ambiente de la dictadura no era su ambiente y pronto comprendió que debía marcharse.
Al igual que su hermano Max, en los primeros meses de su gestión, Pedro Henríquez Ureña se dedicó a investigar el estado de la instrucción pública y a pensar en las soluciones de los problemas que la afectaban: ofreció cursos de capacitación para los maestros en servicios; nombró comisiones para el estudio del funcionamiento de los centros escolares; ordenó que los días sábados fueran incluidos como días laborables; dispuso la reorganización de la enseñanza básica; estableció un nuevo plan de estudios para las escuelas Normales; puso en vigencia el programa de estudios de geografía evolutiva de Eugenio María de Hostos; revisó la enseñanza del idioma castellano; creó escuelas de artes y oficios; puso a circular una llamada Cartilla Cívica, supuestamente escrita por Trujillo; y otras iniciativas en pos del mejoramiento de la enseñanza pública.
En 1932, a instancia de Pedro Henríquez Ureña, se reabrió la Facultad Libre de Filosofía de la Universidad de Santo Domingo que había sido clausurada durante la Intervención Norteamericana de 1916. Volvieron a la Universidad los viejos hostosianos: Max Henríquez Ureña; Viriato Fiallo; Américo Lugo; Andrés Julio Aybar y otros. Pero, ni ellos ni Pedro Henríquez Ureña duraron mucho tiempo impartiendo docencia en la vieja universidad convertida ya en un centro de propaganda trujillista.
En medios de grandes precariedades materiales y dentro de un ambiente enrarecido por una cruel dictadura, Pedro Henríquez Ureña no pudo echar a andar sus planes de reformas de la escuela dominicana. En junio de 1933, desalentado y envuelto en el silencio, se marchó de nuevo, esa vez para no regresar jamás.
Pedro Henríquez Ureña murió víctima de un ataque cardiaco el sábado 11 de mayo de 1946 mientras viajaba en un tren de La Plata a Buenos Aires. Sus restos mortales descasan en el Panteón Nacional.
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