domingo, 1 de junio de 2014
No deben sorprender a nadie las palabras del señor Carlos Báez Brugal, cuando hablando a nombre de los familiares de los ajusticiadores del dictador Rafael Trujillo, con motivo de celebrarse los cincuenta y tres (53) años de la muerte del tirano, indicó que "Se necesita la destrujillización de esta sociedad. Eliminar los 'Trujillos' que muchos llevamos dentro, y erradicar de una vez por todas esos egos exacerbados. Si no se cambian todas estas cosas, lloveremos siempre sobre mojado".
Igual que el señor Báez Brugal y tantos otros, estoy completamente convencido de que para entender de forma cabal el carácter de los dominicanos y la naturaleza de sus problemas actuales, se hace necesario estudiar la Era de Trujillo, el largo y tortuoso período transcurrido entre el 1930 y 1961 en que gobernó con mano férrea a la República Dominicana el dictador Rafael Trujillo.
Es que la célebre frase atribuida al poderoso monarca francés Luis XIV “L’Etat c’est moi” (El Estado Soy Yo) podía mejor aplicarse al dictador dominicano que en sus 31 años de gobierno era no sólo el Estado, si no el Producto Interno Bruto, las Fuerzas Armadas, el Banco Central y todos los ministerios, pues él y sólo él era la ley, la batuta y la constitución.
El espíritu de ese hombre y de esa época viene actuando, pienso yo también, como una especie de ADN contentivo de instrucciones genéticas que se viene transmitiendo de generación a generación al organismo social dominicano y que es el responsable de que cada ciudadano, al desaparecer Trujillo, actúe como si cada uno fuera también el Estado: “Mis derechos valen, los tuyos no.”
Piénsese si no, en la forma en que actuamos conduciendo un vehículo en las calles y carreteras, como nos comportamos sea como delincuentes o como autoridades, como vemos la corrupción y la impunidad – seamos gobernantes o gobernados- y así una larga lista de acciones y reacciones que nos llevan de nuevo a Trujillo.
En razón de que pese haber transcurrido ya más de medio siglo después del ajusticiamiento del tirano el tema sigue tan vigente como el primer día, aproveché para extraer lo que había escrito sobre la Era de Trujillo en el Blog Décimas Dominicanas, y lo he publicado bajo el título “La Huella de Trujillo” en Amazon Kindle y que son 31 pinceladas que sintetizan mis informaciones y experiencias de esa época, con la esperanza de que sean una herramienta más que ayude al lector a determinar si al fin de cuentas existe algún tipo de correlación que conecte el espíritu de Trujillo con nuestro comportamiento como sociedad en el presente. Favor ver enlace:
http://www.amazon.com/HUELLA-TRUJILLO-Spanish-Rafael-Mart%C3%ADnez-C%C3%A9spedes-ebook/dp/B00KPUY50G/ref=sr_1_1?s=digital-text&ie=UTF8&qid=1401793412&sr=1-1&keywords=la+huella+de+trujillo
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Reproduzco de todos modos para mis lectores, la última pincelada del breve trabajo y que título:
"NO OLVIDEMOS LAS LECCIONES
“La Era de Trujillo se inició en el 1930 sobre el charco de sangre que dejaron los esposos Martínez Reyna y terminó con otro que dejó el propio tirano, el 30 de mayo de 1961, al caer ajusticiado por un puñado de valientes. La sangre tiñó pues el comienzo, el final y todas las etapas que conformaron la famosa Era.
Más de medio siglo ha transcurrido después de la desaparición del dictador y quienes no conocieron los detalles del espantoso período tienden a formular las mismas preguntas: ¿Cómo permitieron quienes podían detenerlo el surgimiento de tal régimen? ¿Cómo pudo todo un pueblo soportar tres décadas un yugo de tal naturaleza? Si Trujillo fue el responsable de crear el Estado Dominicano moderno ¿valió la pena la sangre derramada?
Las dos primeras preguntas las formula también Joaquín Balaguer en una de sus obras: “¿Por qué tanto yo como los hombres del Golpe de Febrero de 1930… nos inclinamos ante la iniquidad y concluimos por congraciarnos con ella? Y las responde así: “Todos nos dejamos arrastrar por la fatalidad del hecho consumado y nos inclinamos satisfechos e indiferentes al paso del hombre que ya se perfilaba como un mandamás de agallas no comunes”. Si la respuesta de Balaguer incluye toda su generación, no hace falta ningún comentario adicional. Pero, si todo el emporio económico creado por el dictador fue consumido en pocos años por la corrupción de sus voraces sucesores; si la invasión pacífica de los haitianos no puede detenerse y la pobreza sigue siendo el mayor reto de este pueblo, un rotundo NO, debía ser la respuesta a la tercera. Por eso,
NO OLVIDEMOS LAS LECCIONES
Ahora dicen que fue en vano
tanta sangre y tanto llanto
en esa Era de espanto
que nos legara el tirano.
El viejo problema haitiano
si no peor está igual
y el emporio colosal
con que pagó a la nación
lo acabó la corrupción
y la rapiña estatal.
Monopolio de la hombría
nos confesó un cortesano
el pueblo dominicano
al dictador concedía.
En aquella granja había
mil gallinas para un gallo
hasta que un certero rayo
disparado por valientes
fulminó allí de repente
a Trujillo un mes de Mayo.
Estas horribles lecciones
de memoria hay que aprender
si queremos proteger
futuras generaciones.
Sólo las instituciones
sostienen la libertad
combaten la iniquidad
y nos defienden de un necio
que nos exija el precio
de vivir sin dignidad.
Rafael Martínez Céspedes
30 de mayo de 2014
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