Por Jose Abigail Cruz Infante.
La familia Perozo tuvo que pagar un precio de sangre muy alto por su oposición radical al régimen de Trujillo desde sus inicios; fue una lucha desigual, una lucha de exterminio que no conoció fronteras. Esta valerosa y digna familia vio perder en cadena trágica a todos sus miembros varones, que uno a uno fueron cayendo abatidos por los sicarios de la dictadura. Murieron en todos los frentes, como valientes que eran, con las armas en las manos y sufriendo horrores por la persecución desaparición. Era una familia sinónimo de heroísmo y estoicidad. Hombres y mujeres que enfrentaron al cruel tirano sin detenerse a pensar en el riesgo para cada miembro.
José Luis Perozo, adolescente, tierno e indefenso encontró la muerte a manos de un criminal despiadado en el parque de San Francisco de Macorís, donde residía con su madre y hermana, después de salir despavoridos de Santiago de los Caballeros a causa de la persecución desatada en su contra.
La noche del 13 de junio de 1945, al regresar de estudiar con sus compañeros que preparaban el final de curso para los exámenes, fue herido en el vientre y llevado al cuartel de la policía, donde se le dejó desangrar hasta morir. Que sea su hermana Alfonsina que nos narre aquellos dolorosos momentos para la familia mártir. “Han herido a José Luis”, fue el primer aviso de la tragedia anunciada por un amigo. “Cuando llegamos allá y vimos aquel niño tirado en el piso del cuartel, todo lleno de sangre, aquellos policías, como fieras acordonaron el recinto. Ni mi madre, ni yo, ni nadie podía dar un paso hacia a dentro”.
El pueblo aglomerado asistía impotente a una desgarradora escena, de una madre clamando auxilio para un jovencito cruelmente apuñalado, dejado desangrar ante las mirada de todos. De modo que la víctima no era el niño asesinado, sino la madre misma y la propia multitud espectado
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