Hay momentos en los que las palabras se ahogan. Es tanto lo que uno quiere decir que al final no puede o no sabe cómo hacerlo. ¿Cómo rendir honor a alguien que merecería mucho más de lo que pudiera plasmar en estas líneas?
Hablar de Hamlet Hermann en tiempo pasado es doloroso. Se fue sin decir adiós, demasiado abruptamente, lo que hace su partida aún más difícil de digerir y entender.
Definirlo es difícil. Su aura de héroe se mezcla con la calidez del gran ser humano que fue y el inmenso cariño que ofrecía a quienes quería. Él fue grande, tan grande que estuvo dispuesto a perder la vida por lo que más amó: su país, la democracia y la verdad.
Revolucionario y guerrillero de por vida demostró de qué era capaz en la guerra de abril y el desembarco de playa Caracoles. Más adelante, cuando la modernidad se había “llevado” los recuerdos de aquella hazaña, vimos cómo pintó en su casa el símbolo del 4% porque vivía frente al Palacio Nacional.
Contestatario a más no poder, con un carácter recio y unos principios inquebrantables, fue un funcionario tan honesto que no encajó en ese Estado tan corrompido que nos gastamos. Durante su gestión en la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET) todo el mundo, incluidos los funcionarios, tuvieron que cumplir la ley. ¡Qué tiempos aquellos!
Hamlet se ha ido. Parece mentira. Ya no veremos/leeremos acerca de sus pleitos eternos ni soñaremos con esas quimeras revolucionarias que deseaba para República Dominicana. Hoy Hamlet está con Francisco Alberto Caamaño Deñó. ¡Nos hemos quedado sin un héroe!
Hablar de Hamlet Hermann en tiempo pasado es doloroso. Se fue sin decir adiós, demasiado abruptamente, lo que hace su partida aún más difícil de digerir y entender.
Definirlo es difícil. Su aura de héroe se mezcla con la calidez del gran ser humano que fue y el inmenso cariño que ofrecía a quienes quería. Él fue grande, tan grande que estuvo dispuesto a perder la vida por lo que más amó: su país, la democracia y la verdad.
Revolucionario y guerrillero de por vida demostró de qué era capaz en la guerra de abril y el desembarco de playa Caracoles. Más adelante, cuando la modernidad se había “llevado” los recuerdos de aquella hazaña, vimos cómo pintó en su casa el símbolo del 4% porque vivía frente al Palacio Nacional.
Contestatario a más no poder, con un carácter recio y unos principios inquebrantables, fue un funcionario tan honesto que no encajó en ese Estado tan corrompido que nos gastamos. Durante su gestión en la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET) todo el mundo, incluidos los funcionarios, tuvieron que cumplir la ley. ¡Qué tiempos aquellos!
Hamlet se ha ido. Parece mentira. Ya no veremos/leeremos acerca de sus pleitos eternos ni soñaremos con esas quimeras revolucionarias que deseaba para República Dominicana. Hoy Hamlet está con Francisco Alberto Caamaño Deñó. ¡Nos hemos quedado sin un héroe!
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