26 de septiembre de 2014 - 5:56 am -
“Si alguien no se sometió a la tiranía trujillista no calificará para homenajes”, expresó
SANTO DOMINGO, República Dominicana.-El escritor e ingeniero Hamlet Hermann criticó que el Estado dominicano no defina y establezca con claridad las condiciones que debe reunir un oficial policial o militar, o ciudadano en general, para recibir un homenaje oficial, continuando la tradición de incluir en esos reconocimientos a bandidos políticos civiles y de uniforme.
Al comentar un proyecto de ley enviado al Congreso por el Poder Ejecutivo, Hermann sostiene que se continúa con los mismos criterios, pues no se definen los méritos que debían reunir un oficial policial o militar ni tampoco los hechos que impedirían recibir una condecoración o reconocimiento.
“Si alguien no se sometió a la tiranía trujillista no calificará para homenajes”, expresó.
A continuación la reflexión crítica de Hamlet Hermann:
Tropezando con la misma piedra
El presidente Danilo Medina sometió al Senado de la República el pasado 19 de septiembre de 2014 un proyecto de ley que crea la Orden Gran Cruz de la Defensa Nacional. Con ese honor, el Poder Ejecutivo condecoraría a los altos oficiales militares y policiales, así como a civiles que hayan prestado servicios extraordinarios a República Dominicana.
Como en otras ocasiones a lo largo de nuestra historia republicana en la que honores de esa naturaleza han sido propuestos y otorgados, no aparecen los requisitos ni las condiciones mínimas exigidas para ser merecedor de estas. Tampoco aparecen en la propuesta presidencial las actuaciones que desmeritarían a cualquier persona, hasta descalificarla, para la obtención de esa distinción.
Las calles de Santo Domingo que surgieron a partir de 1966 están reservadas en su gran mayoría para los trujillistas que luego pasaron a ser balagueristas
Una situación semejante me llevó más de ocho años atrás a escribir un artículo que fue publicado en el matutino HOY el 30 de julio de 2006. En este hacía consideraciones hacia ejemplos de casos anteriores en los que la propuesta presidencial era contraria a toda lógica y violando cuanta norma de legalidad pudiera existir en este país.
Ojalá no se repita el procedimiento de interpretar la historia como si fuera la de un mundo patas arriba, aunque no albergamos muchas esperanzas. Sabemos que la ética y la moral de los grupos gobernantes han ido empeorando hasta convertirse en el contrario de su concepción original.
A continuación el texto completo del mencionado artículo:
Requisitos para ser homenajeado
Las necesidades del ser humano no son sólo de orden material. La mayoría de las veces el simple reconocimiento de alguna cualidad personal se aprecia más que todo el dinero del mundo. Quizás por eso hemos sido educados para tratar de ser galardonados de manera sobresaliente. Muchos sueñan con una calle que lleve su nombre, una condecoración oficial con una pensión adjunta, honores militares al momento de su funeral y, por sobre todas las cosas, que el féretro sea cubierto por la bandera nacional.
Sin embargo, quedan en una nebulosa los requisitos necesarios y suficientes para ser reconocidos por los gobiernos y por la sociedad. Resulta difícil encontrar las buenas cualidades que un ciudadano debe reunir para que sea reconocido y homenajeado por el establishment con su nombre en una calle, con las órdenes excelsas o con los funerales más rimbombantes.
Si alguien no se sometió a la tiranía trujillista no calificará para homenajes. En República Dominicana no hubo ajuste de cuentas con los secuaces y servidores de Rafael Trujillo, Benefactor de la Patria y Padre de la Patria Nueva, puesto que luego de un breve receso de cinco años los trujillistas volvieron a gobernar el país con Balaguer a la cabeza. Esto así, los que enfrentaron la tiranía tuvieron que seguir combatiendo a los mismos de antes y, como es de esperarse, nunca serían galardonados por el poder reinante.
Si un ciudadano apoyó el gobierno democrático de Juan Bosch en 1963 y luego se opuso al golpe de Estado que lo derrocó, tampoco califica para reconocimientos. Condecorados y premiados han sido los que patrocinaron y respaldaron el cuartelazo militar de 1963. Esos sí recibieron medallas por haber apoyado los asesinatos de Manolo Tavárez Justo y decenas de sus compañeros de la Agrupación Política “14 de Junio”. Merecidos fueron los galardones para los que apoyaron el gobierno golpista del Triunvirato con el que se dio inicio a la era de la corrupción administrativa y la impunidad más descarada de la historia que todavía perdura.
Tampoco califica para homenajes aquel ciudadano que fuera capaz de tomar las armas o gritar Yankee go home para enfrentar la tercera invasión estadounidense contra República Dominicana en el siglo veinte. Condecorados y premiados han sido aquellos que sirvieron como colaboradores y verdugos de las tropas invasoras. ¿Quién dijo que la patria dominicana podía considerarse mancillada si su territorio era hollado por tropas estadounidenses? Por el contrario, para los que recibieron galardones, esa otra invasión contribuyó a consolidar la falsa democracia made in USA.
Que no se haga ilusiones de condecoraciones y homenajes aquel que haya combatido la corrupción y el crimen de los ominosos doce años de gobierno de Joaquín Balaguer. Las calles de Santo Domingo que surgieron a partir de 1966 están reservadas en su gran mayoría para los trujillistas que luego pasaron a ser balagueristas. Si Balaguer fue reconocido por el Congreso Nacional como el Padre de la Democracia Dominicana, todo aquel que haya luchado contra el crimen de Estado y la malversación del erario que él representó, no puede ser galardonado por el sistema político.
Si algún militar o policía osó defender la soberanía nacional para beneficio de la patria y si, además, se negó a cumplir órdenes que llevaran a la tortura y el asesinato de los opositores políticos del régimen, no puede esperar que se le reconozca ni siquiera la pensión que le corresponde por ley. Condecorados han sido los que asesinaron demócratas, constitucionalistas y gente del pueblo. También recibieron riquezas, ascensos de rango y reconocimientos públicos aquellos que luego de posar como constitucionalistas en 1965 se vendieron y traicionaron el juramento que habían hecho.
En estos nuevos tiempos de globalización mal entendida, los premios y reconocimientos están al alcance de quienes se desborden en elogios hacia el Faro a Colón, la privatización de las empresas estatales, la construcción del Metro subterráneo, la isla artificial o el tratado de libre comercio con Estados Unidos. Con ese aval no hay que dudar que por lo menos una medallita o una pensión jugosa le sale. Por el contrario, los que se oponen a esas genialidades de la corrupta modernidad sólo pueden esperar agresiones y castigos de diversas formas.
El corolario de este comportamiento histórico es que el sistema político privilegia para ser homenajeados a los que colaboraron con Trujillo. Se exalta la memoria de quienes participaron en el golpe de Estado de 1963 contra el gobierno de Juan Bosch y luego apoyaron la invasión militar estadounidense en 1965. Se galardona a quienes defendieron los reiterados fraudes electorales de Balaguer, así como participaron de sus gobiernos depredadores. Asimismo se reconoce a los que han continuado con aquellas políticas que no ha sido otra cosa que la vergonzosa entrega del patrimonio nacional.
Y parece que no hay cambio de criterio a la vista.
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