El Gobierno uruguayo no sabe si subastar, exponer o destruir la escultura hallada en la popa del ‘Graf Spee’
El acorazado alemán fue hundido en Montevideo en 1939
MAGDALENA MARTÍNEZ Montevideo 6 OCT 2014 - 18:04 CEST70
El águila recuperada del 'Graf Spee'. / I. FRANCO (EFE)
El Gobierno de Uruguay se enfrenta al dilema de subastar, exponer o destruir una imponente escultura del águila nazi que se encontraba en la popa del Graf Spee, un acorazado de bolsillo alemán hundido en 1939 por su propio capitán en la bahía de Montevideo. La escultura de bronce de 350 kilos fue sacada del mar en 2006 por un empresario buscador de tesoros y después de un largo litigio ha sido declarada propiedad del Estado, que se ha dado un plazo de un mes para resolver su futuro.
La escultura, de 2,8 metros de ancho por 2 de alto, es una pieza poco común ya que reúne los símbolos del águila y de la esvástica. Fue la insignia de uno de los avances tecnológicos de la Alemania nazi: elAdmiral Graf Spee, un buque veloz y con los últimos avances armamentísticos pero de tamaño pequeño. Con sus 1.100 tripulantes, el crucero blindado se instaló cerca del Río de la Plata para impedir el abastecimiento enemigo en carne, lana y cereales.
Los británicos fueron a su encuentro con tres naves de guerra, lo que dio lugar en diciembre de 1939 a la llamada Batalla del Río de la Plata. El Graf Spee sufrió algunos daños y se decidió refugiarlo en la bahía de Montevideo; una operación de inteligencia británica logró hacer creer a los alemanes que estaban cercados por una poderosa armada en camino. El capitán del acorazado de bolsillo decidió entonces hundirlo en las costas montevideanas y escapar por tierra con la tripulación.
Para el arquitecto e historiador William Rey Ashfield, expresidente de la Comisión de Patrimonio de Uruguay (2007-2008), el águila sacada del mar “fue testigo de la historia” y debe ser expuesta en un museo que explique su contexto. Sin embargo, el especialista reconoce que la exhibición de objetos nazis es algo casi inexistente en el mundo, donde esos símbolos se han dado a conocer al público por el cine estadounidense. “Pasados tantos años impresiona el nivel de censura sobre los símbolos nazis, que deben ser asumidos como parte de la historia. El patrimonio hay que disfrutarlo y sufrirlo también. Hay que aprender de las cosas malas”, afirma William Rey.
El capitán del acorazado de bolsillo decidió hundirlo en las costas montevideanas y escapar por tierra con la tripulación
El Gobierno alemán no parece estar de acuerdo con este punto de vista y desde 2007 reclama que el águila no sea mostrada al público. Además, se opone a su subasta. En Uruguay también se escuchan voces que piden que la escultura sea destruida.
Existe un tercero en disputa, el empresario y cazador de tesoros uruguayo Alfredo Etchegaray, quien localizó los restos del Graf Speey sacó el águila del mar en una operación costosa que solo le ha traído dolores de cabeza. La justicia uruguaya le reconoce el 50% de los beneficios de una eventual venta, pero el cómo, cuándo y dónde de una hipotética subasta le corresponde al Estado.
“Si esta pieza se acompaña de un entorno histórico, puede ser expuesta en Uruguay y en el extranjero. He sabido que museos de Japón, Europa y Estados Unidos han expresado su interés por la pieza”, dice Etchegaray, quien continuará la batalla judicial por recuperar su inversión.
El precio de la estatua es otro tema de controversia ya que ha sido valorada en sumas millonarias (hasta 40 millones de dólares, 31,9 millones de euros) a pesar de que las grandes casas de arte internacionales se niegan a incluir en sus catálogos los símbolos nazis. De momento, el águila está en un depósito de la Armada Nacional de Uruguay, quizá por muchos años.
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