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lunes, 20 de octubre de 2014

Schindler el héroe hedonista y amoral que salvó la vida a mil doscientos judíos

INTERNACIONAL

Día 20/10/2014 - 04.27h

Schindler gastó toda su fortuna y utilizó sus buenas relaciones con los nazis para salvarlos

El héroe hedonista y amoral que salvó la vida a mil doscientos judíos
Héroe. Palabra mal utilizada y desgastada como pocas en estos tiempos, asignada de manera bobalicona a futbolistas que marcan goles en el último instante o a famosos de tres al cuarto. Es una palabra grande, que pronunciada de forma enérgica y reposada llena de sentido una existencia. Sólo la historia puede concederla, y caprichosa como es, lo hace a los seres más inopinados.
Hedonista, amoral, borracho, seductor y mujeriego. Alemán y empresario en los peores años del nazismo, arribista, corrupto y corruptor. Y sin embargo, héroe. De la única clase indiscutible, aquellos que a través de acciones insensatas, rayanas en la estupidez, ponen en riesgo vidas y haciendas para salvar a los demás.
Inmortalizado por la obra maestra de Spielberg, «La Lista de Schindler», nominada a doce Oscars y ganadora de siete, su rostro ha pasado al inconsciente colectivo con los rasgos de Liam Neeson y el inmaculado guión de Steven Zaillian, basado en la novela de Thomas Keneally. El dulce arco del personaje retratado en esa historia es hollywoodiense, blanco y radiante, como corresponde a los cánones y a los gustos del público. Pero Oskar Schindler es mucho más admirable cuando se le comprende en su conjunto, con sus bajezas y sus miserias.
Nacido en Zwittau, Moravia (entonces Imperio Austrohúngaro, hoy República Checa) en 1908, Schindler era hijo de un vendedor de maquinaria agrícola. hijo de burgueses de ciudad pequeña, si en algo destacó Oskar fue en su capacidad para el engaño. Antes de cumplir los 16 años fue expulsado de la escuela técnica a la que acudía por falsificar su boletín de notas. No llegó a graduarse ni ir a la universidad, sino que trabajó para su padre durante algunos años y saltó de un empleo a otro, sin llegar a asumir nunca responsabilidad alguna. Cuando se casó en 1928 con su esposa Emilie Pelzl, un año mayor que él, lo hizo por conveniencia. Era la hija de un acaudalado granjero, y la pareja ni siquiera tomó casa propia, sino que se mudaron con sus padres. Eran los críticos años de entreguerras, y la dureza de la vida en una Europa empobrecida, algo más liviana en los Sudetes, obligan a Schindler a buscar empleo en un banco. En esa época engendra un par de hijos con una amante, es arrestado varias veces por embriaguez en público y espía para la Abwher, la inteligencia de la Alemania Nazi.
Su degradación moral va en aumento cuando se traslada a Cracovia en 1939, un mes después de la invasión nazi, y conoce a Itzhak Stern (Ben Kingsley en la película de Spielberg), el contable judío de otro agente de de la Abwher. Schindler le pide a Stern consejo para comprar una fábrica de productos esmaltados que había pertenecido a unos judíos. Tras la invasión, estos ya no estaban autorizados a poseer empresas, y ahí había acudido Schindler, como buitre a los despojos. Stern le dice que sería un gran negocio en aquellos tiempos de guerra, y Schindler comienza a medrar y a amasar dinero a manos llenas con el sudor de centenares de esclavos judíos.

Transformación personal

Y en los años siguientes es donde la historia de este hombre da un vuelco inaudito. El parásito hedonista, por el trato diario con los judíos y por el exterminio inminente al que estos se enfrentan según avanza el conflicto, se transforma en un benefactor. Si hay un truco que los novelistas y los cineastas han convertido en canon es convertir a un personaje oscuro en positivo enfrentándolo a un monstruo sin escrúpulos. Ese es Amon Göth (Ralph Fiennes en la película), el comandante del campo de concentración que proveía de mano de obra a Schindler. Una bestia sádica y asesina, responsable de más de 8.000 muertes. Con una gran combinación de carisma, bonhomía, diplomacia y, sobre todo, sobornos, Schindler fue manipulando a Göth para salvar tantos judíos como pudo.

Una esposa heroica

Hay grandes discrepancias entre la historia narrada en la película y la realidad. No en el fondo, sino en la forma. Los rescates no tuvieron lugar en una única y emocionante escena final, sino a lo largo de varios meses y con operaciones rocambolescas y complejas que ocuparían un espacio del que no disponemos. Pero la esencia es la misma. Schindler fue arrestado varias veces, puso en peligro su vida y –sobre todo, lo más doloroso para él–, se dejó toda su fortuna en sobornos. No lo hizo solo, no obstante. Emilie, la sufrida y humillada esposa, estuvo a su lado durante todo el proceso y fue tan responsable, heroica y abnegada como él. La cultura popular la ha dejado a un lado, pero no la historia. Ambos vivieron finales separados y amargos, sobreviviendo como pudieron tras la guerra, dependiendo de la caridad de los «Schindlerjuden», aquellos cuyas vidas protegieron.
Quien salva una vida, salva el mundo entero, dice el Talmud. En el 40 aniversario de su desaparición, celebramos el corazón y el alma de quien fue 

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