Este jueves se conmemora el bicentenario del natalicio Matías Ramón Mella, uno de los Padres de la Patria, quien nació en Santo Domingo el 25 de febrero de 1816, y el cual fue pieza clave en la proclamación de nuestra Independencia Nacional.
Mella y sus aportes
A Matías Ramón Mella se le reconoce como uno de los tres grandes próceres de la República Dominicana por sus aportes al proceso independentista.
El Patricio Matías Ramón Mella se desarrolla política y profesionalmente de 1822 a 1843 durante los años que el presidente haitiano Jean Pierre Boyer dominaba el territorio de la parte española de la isla.
Hizo el servicio militar con el que adquirió notoriedad entre sus compañeros y superiores por su seriedad, carácter responsable y por su valor personal.
Mella no fue uno de los fundadores de la Sociedad Secreta La Trinitaria pero entre los años 1838 y 1843 se convirtió en uno de los adeptos más eficaces de esta célula política que buscaba la separación de las comunidades dominicana y haitiana para luego crear un Estado independiente de toda influencia extranjera bajo el nombre deRepública Dominicana. Esto le mereció la plena confianza de Juan Pablo Duarte.
En enero de 1843 fue comisionado por Duarte para trasladarse a la villa haitiana de Los Cayos de San Luis, al sur de Haití, para hacer contactos con los Charles Herard y los revolucionarios reformistas adversarios del presidente Boyer.
La táctica de Duarte de aliarse con los enemigos de Boyer, encontró en Mella una persona capaz de sumar a los militares y civiles que encabezados por Charles Herard, querían el derrocamiento del presidente de la República que tenía más de veinte años gobernando.
Cuando regresó de Los Cayos y luego del derrocamiento de Boyer, Mella se trasladó al Cibao Central como agente propagador del ideal republicano. Luego de su triunfo Charles Herard, ordenó la prisión de Mella, Rafael Servando Rodríguez y el sacerdote Juan Puigbert, acusándolos de querer destruir el ejército y los remitió a Puerto Príncipe donde permanecieron dos meses detenidos, regresando en septiembre a la parte oriental.
En enero de 1844 Mella ayudó a Sánchez, jefe del Movimiento independentista por la ausencia de Duarte, a redactar el Acta de Independencia y, a sugerencia suya, se le llevó a Tomás Bobadilla para su revisión.
La noche del 27 de febrero de 1844 es de los primeros en llegar a la Puerta de la Misericordia, exhortando en el lugar a unos pocos temerosos a no abandonar el lugar y, audaz e impulsivo, Mella disparó su famoso trabucazo en la Puerta de la Misericordia, partiendo desde allí hacia la Puerta del Conde, donde es proclamada la República e izada la Bandera Dominicana.
Luego de proclamada la República, Mella forma parte de su primera Junta Central Gubernativa.
Para los primeros días de Marzo de 1844 parte hacia el Cibao como Gobernador del Distrito de Santiago y Delegado de la Junta Central Gubernativa, pero en realidad era el jefe político y militar de la región más importante del país. Ostenta el rango de Coronel del naciente Ejército Nacional.
Mella no estaba en Santiago cuando se iniciaron los combates del 30 de Marzo pues la batalla lo sorprendió cuando recorría la región del Cibao reclutando hombres y tomando posiciones que revelan su gran capacidad militar organizativa. Mella había dado las primeras instrucciones y escogió a José María Imbert como lugarteniente en Santiago. En estas iniciativas están sus méritos en esta batalla.
Los acontecimientos tomaron un giro diferente después de la victoria de Azua el 19 de marzo. Duarte se presentó en el Cibao y Mella, entusiasmado e impulsivo, lo proclamó Presidente de la República.
Cuando Faustin Soulouque invadió el país, Mella se incorporó al Ejército, destacándose en la famosa Batalla de Las Carreras y termina siendo secretario de Pedro Santana. En septiembre de 1849, es nombrado Secretario de Estado de Hacienda y Comercio. Hasta la anexión a España se sintió más cerca de Santana que de Báez.
Entre 1849 y 1861 ocupó importantes cargos civiles y militares entre los que se encuentran comandante de Armas, Ministro de la Guerra, Gobernador, Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario en Misión Especial frente al Gobierno español, para gestionar el reconocimiento de la República o del Protectorado.
En julio de 1856 se le encomendó preparar un proyecto de ley para organizar el Ejército. Ya se le tenía y respetaba como un entendido en asuntos militares.
Demostró que realmente era conocer de los asuntos militares cuando se inicia la Guerra Restauradora. A este movimiento se incorporó, en agosto de 1863, confiándosele importantes misiones.
Viajó al sur atravesando la Cordillera Central por Constanza, con el encargo de organizar las tropas restauradoras dirigidas por Pedro Florentino.
Es designado Ministro de la Guerra y elabora el Manual de Guerra de Guerrillas que dirige por medio de una circular de fecha 26 de enero de 1864 y que recoge toda la experiencia del pueblo dominicano en esta forma singular de lucha.
Mientras servía a la causa restauradora, el general Mella, enfermó de disentería y murió en la extrema pobreza el 4 de junio de 1864. Murió con la distinción de ser dos veces prócer de la República, pidiendo que lo enterraran envuelto en la Bandera Nacional y, así se hizo.
Además de los indiscutibles aportes que hizo el ilustre Matías Ramón Mella a la causa independentista nacional, realizó otro que lo llenó de gloria y lo enarboló con un hombre conocedor y manejador de los asuntos militares sin precedentes en la República Dominicana, este fue el Manual de Guerra de Guerrillas empleados por los héroes criollos en la Guerra Restauradora.
A continuación Educando te presenta por su importancia y transcendencia de forma integra dicho manual:
“1.- En la lucha actual y en las operaciones militares emprendidas, se necesita usar de la mayor prudencia, observando siempre con la mayor precaución y astucia para no dejarse sorprender, igualando así la superioridad del enemigo en número, disciplina y recursos.
2.- Nuestras operaciones deberán limitarse a no arriesgar jamás un encuentro general, ni exponer tampoco a la fortuna caprichosa de un combate la suerte de la República; tirar pronto, mucho y bien, hostilizar al enemigo día y noche, y cortarles el agua cada vez que se pueda, son puntos cardinales, que deben tenerse presentes como el Credo.
3.- Agobiarlo con guerrillas ambulantes, racionadas por dos, tres o más días, que tengan unidad de acción a su frente, por su flanco y a retaguardia, no dejándoles descansar ni de día ni de noche, para que no sean dueños más que del terreno que pisan, no dejándolos jamás sorprender ni envolver por mangas, y sorprendiéndolos siempre que se pueda, son reglas de las que jamás deberá Ud. apartarse.
4.- Nuestra tropa deberá, siempre que pueda, pelear abrigada por los montes y por el terreno y hacer uso del arma blanca, toda vez que vea la seguridad de abrirle al enemigo un boquete para meterse dentro y acabar con él; no deberemos por ningún concepto presentarle un frente por pequeño que sea, en razón de que, siendo las tropas españolas disciplinadas y generalmente superiores en número, cada vez que se trate de que la victoria dependa de evoluciones militares, nos llevarían la ventaja y seríamos derrotados.
5.- No debemos nunca dejarnos sorprender y sorprenderlos siempre que se pueda y aunque sea a un solo hombre.
6.- No dejarlo dormir ni de día ni de noche, para que las enfermedades hagan en ellos más estragos que nuestras armas; este servicio lo deben hacer sólo los pequeños grupos de los nuestros, y que el resto descanse y duerma.
7.- Si el enemigo repliega, averígüese bien, si es una retirada falsa, que es una estratagema muy común en la guerra; si no lo es, sígasele en la retirada y destaquen en guerrillas ambulantes que le hostilicen por todos lados; si avanzan hágaseles caer en emboscadas y acribíllese a todo trance con guerrillas, como se ha dicho arriba, en una palabra, hágasele a todo trance y en toda extensión de la palabra, la guerra de manigua y de un enemigo invisible.
8.- Cumplidas estas reglas con escrupulosidad, mientras más se separe el enemigo de su base de operaciones, peor será para él; y si intentase internarse en el país, más perdido estará.
9.- Organice Ud. dondequiera que esté situado, un servicio lo más eficaz y activo posible de espionaje, para saber horas del día y de la noche el estado, la situación, la fuerza, los movimientos e intenciones del enemigo”.
2.Los anexionistas, que aunque buscaban la separación de la parte oriental, consideraban que no existían las condiciones para una vida independiente por lo que su objetivo era conseguir la separación a través de la anexión a una potencia europea. Este grupo, a su vez, podía dividirse en tres:
a.Los que deseaban a ser parte nuevamente de España; entre sus exponentes estaban los sacerdotes Gaspar Hernández y Pedro Pamiés, en Santo Domingo, y el veterano General Andrés López Villanueva, en Puerto Plata.
- Otro movimiento anexionista buscaba la protección de Inglaterra y lo encabezaba un propietario de Las Matas de Farfán llamado Pimentel.
- El tercer grupo, y el más importante de los anexionistas, estaba compuesto por personas que habían ocupado puestos administrativos dentro del gobierno haitiano y que creían poder alcanzar la eliminación del dominio haitiano con ayuda de Francia, por lo cual se les conocía como los “afrancesados”. Los cabecillas visibles de este movimiento eran Buenaventura Báez, rico propietario de Azua, y Manuel Joaquín Belmonte, importante abogado y comerciante.
- Los “trinitarios“, conocidos también como liberales, y que luchaban por conseguir la independencia total de la antigua colonia española. Como su nombre lo indica, sus líderes eran miembros de la Sociedad La Trinitaria y su jefe era Juan Pablo Duarte (por lo que el partido también se le conocía como duartista).
Los “afrancesados” habían acordado con el Cónsul general de Francia en Puerto Príncipe (Haití), Levasseur, el desarrollo de un plan que permitiera la separación de la parte Este de la isla y su anexión a Francia (Plan Báez – Levasseur). El Prócer Trinitario José María Serra escribió, en 1887: “Los representantes de la parte del Este habían recibido del Cónsul general de Francia en Puerto Príncipe, las seguridades de que su gobierno apoyaría todo movimiento revolucionario que declarara la voluntad del pueblo de unirse a Francia. La época de esa combinación sería para el 25 de abril de 1844”.
Continúa Serra: “Esta noticia la transmitió uno de dichos representantes, Manuel María Valencia, a D. José Heredia, en Baní, en los últimos días de noviembre de 1843. Súpela allí en diciembre e inmediatamente vine a la ciudad y comuniqué a Sánchez, Jacinto y Tomás [de la] Concha, en cuya casa estaba aquel ese día, y con ellos reunidos Ramón Mella, Joaquín y Gabino Puello. Convínose allí en la necesidad de anticipar el pronunciamiento y declarar la parte del Este Estado Libre e Independiente”. El día fijado fue el 27 de febrero de 1844, esto es, dos meses antes de la fecha acordada por los “afrancesados”. Y así, ambos grupos, separadamente, empezaron a moverse en el mayor secreto, especialmente los trinitarios, quienes no querían que los “afrancesados” descubrieran que ellos se les adelantarían.
El día 1 de enero de 1844 los “afrancesados” de Azua lanzaron un manifiesto dando cuenta de las razones que los llevaban a buscar la separación de la República y a ampararse bajo la protección de Francia. Quince días más tarde, el 16 de enero, los trinitarios prepararon su propio Manifiesto, fruto de la unión de liberales y conservadores, en el cual invitaban a la rebelión contra los haitianos.
El 13 de enero llegó a Santo Domingo, el Cónsul francés Eustache Juchereau de Saint-Denys, quien estaba en Port-au-Prince por haber sido acreditado como Cónsul en Cabo Haitiano, adonde no había podido trasladarse debido al estado de destrucción en que se encontraba esa ciudad desde el terremoto de 1842, lo que le dio ocasión de participar de modo principal en la concertación del plan proteccionista (Plan Báez-Levasseur) que se había propuesto al Gobierno Francés en relación con la antigua colonia española de la isla, y por lo que se consideró preferible que se asentara, aunque informalmente, en Santo Domingo, para que continuara dichas negociaciones. A mediados de febrero de 1844 la población dominicana, en especial la de la ciudad de Santo Domingo, se encontraba suficientemente sensibilizada por la propaganda separatista de ambos grupos y se disponía a dar el golpe.
En la noche del 24 de febrero, se reunieron en la residencia de Francisco del Rosario Sánchez, los independentistasMatías Ramón Mella, Vicente Celestino Duarte, José Joaquín Puello y sus hermanos Gabino y Eusebio, Juan Alejandro Acosta, Ángel Perdomo, Jacinto y Tomás de la Concha, Marcos Rojas, Tomás Sánchez y Manuel Dolores Galván, quienes, luego de escuchar el relato de las impresiones traídas por Gabino Puello, de su viaje para dar a conocer en los pueblos de la región Sur, la Manifestación del 16 de enero, y luego de sopesar los riesgos que podrían tener, para la causa independentista, el conocimiento que demostraban poseer los “afrancesados” sobre los planes y las deliberaciones de los trinitarios (además de mantener una actitud de franca hostilidad, tal como la asumida por Buenaventura Báez en Azua), decidieron por unanimidad de votos fijar la noche del 27 de febrero para dar el grito independentista.
Como consecuencia de esa decisión, se hicieron las designaciones siguientes: el Coronel Francisco del Rosario Sánchez fue nombrado Comandante de Armas; el Coronel José Joaquín Puello, ayudante de Plaza; el Coronel Gabino Puello fue también designado Ayudante de Plaza; el Teniente Coronel Ángel Perdomo fue electo Jefe del Batallón de Artillería; Eusebio Puello, Capitán Ayudante de Plaza; Marcos Rojas, Capitán encargado del Arsenal; y Juan Alejandro Acosta, Comandante del Puerto. También se dispuso que Félix Mercenario, Manuel María Valverde, Manuel Jiménez y Mariano Echevarria figuraran entre los integrantes de la Junta de gobierno que se creara de acuerdo con lo establecido en la Manifestación del 16 de enero.
Al día siguiente, 25 de febrero, fueron despachados los correspondientes emisarios hacia las diversas regiones del país, a fin de dar a conocer estas decisiones, para que quedaran completados los últimos preparativos para la acción; entre estos se encontraba Victoriano Díaz con mensajes dirigidos a los hermanos Pedro y Ramón Santana, en El Prado (El Seibo) y para Juan Rodríguez, en Los Llanos (a fin de que ambos enviaran refuerzos humanos para apoyar la acción que se produciría en Santo Domingo como consecuencia del pronunciamiento de la separación).
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