febrero 27, 2016 7:44 am -
El otro día salí del banco con un sobre repleto de dinero en efectivo, un bulto de billetes para hacer pagos en un país donde las tarjetas de crédito rara vez funcionan, y donde es el dinero –en la forma específica de billetes– lo que resuelve.
No fue hasta que llegué a mi automóvil con el sobre apretado bajo mi brazo, que me di cuenta hasta qué punto me sentía confiado de mi seguridad en Cuba.
He vivido en ciudades latinoamericanas donde hasta un breve recorrido con una considerable suma de dinero encima es motivo de mucha preocupación.
Apresuras el paso en Caracas o no dejas de mirar por encima del hombro en Ciudad de México. Relatos de guardias de seguridad corruptos que alertan a los asaltantes de objetivos fáciles saliendo del banco bien pueden ser más rumor que realidad, pero es difícil no ponerse paranoico.
Y en muchas de esas ciudades probablemente vale la pena ser un poco paranoico.
Casi todos a quienes conocí durante mis años en Caracas tenían historias de haber sido víctimas de algún ataque, algunas más amedrentadoras que otras.
Una pareja en particular sufrió un “secuestro exprés” y a punta de pistola los llevaron de un cajero automático a otro para obligarlos a extraer el máximo dinero que sus tarjetas permitieran. Y para rematar: en este caso los ladrones ¡eran oficiales de policía!
A muchos otros les han puesto una pistola en la cara mientras eran despojados de sus relojes, cámaras, bolsas y demás. Desafortunadamente, este es un riesgo real si vives un tiempo suficientemente largo en este continente.
Con la excepción, al parecer, de Cuba.
No hay cifras
Sin que sea el propósito declarar al país como un paraíso libre de delincuencia –evidentemente no lo es− en términos anecdóticos está claro que en La Habana son muchos menos las personas que conozco que han padecido delitos violentos.
Por ejemplo, la más próxima isla caribeña, Jamaica, tiene una de las más elevadas tasas de asesinatos del mundo. El gobierno cubano no ofrece estadísticas de delincuencia y se lo acusa de suprimir de los titulares de prensa esa información.
En cualquier caso, los delitos con armas de fuego son bastante insólitos en la isla comunista.
Los críticos señalan que, en su momento, el gobierno de Fidel Castro evitaba los problemas sociales que plagan a Colombia, Venezuela, México y la mayor parte de Centroamérica pisoteando los derechos humanos de sus ciudadanos.
Los famosos “Comités de Defensa de la Revolución” –especie de asociación de vecinos para la vigilancia pero con poder real– se han mantenido durante largo tiempo como guardianes del barrio, atajando los grupos de delincuentes antes de que se conviertan en pandillas.
Aquellos que han sido detenidos a causa de lo que pudiera haberse considerado delitos menores en cualquier otra parte –como el robo o la venta de droga en menor escala– a menudo podrían, a través de sus fuertes sentencias, servir de advertencia a quienes estén pensando en acciones similares.
Hay también delitos que son específicos de Cuba, como los relacionados con faltas de respeto a líderes revolucionarios. Recientemente un artista llamado “El Sexto” fue detenido durante casi un año por tratar de liberar en una plaza pública a dos cerdos con los nombres de “Raúl” y “Fidel” pintados en ellos.
Agentes de la seguridad del estado lo detuvieron tan pronto como salió de su casa con los animales.
La muerte de un joven sudafricano
En general, a los jóvenes en Cuba se les advierte desde temprano que delinquir no es un buen negocio. Lo que hace aún más sorprendente el caso de Mbuti Twala.
Estudiante de medicina sudafricano de 28 años de edad, Twala fue asesinado poco después de Navidad cerca de Santiago de Cuba, la segunda ciudad del país. Cursaba segundo año en la Escuela Latinoamericana de Medicina en la que estudiantes de países en desarrollo de África y América Latina estudian bajo el sistema de salud cubano.
En lo que parece haber empezado como una pelea entre borrachos, fue golpeado en la cabeza con una botella y falleció a causa de una puñalada en el pecho. Su cadáver fue repatriado a Sudáfrica y tres hombres se encuentran bajo arresto en Cuba por este suceso.
Quizás lo que hace que la historia de Mbuti Twala trascienda es precisamente lo inusual que es. Pocos diplomáticos en Cuba han tenido que ocuparse alguna vez de la repatriación de cadáveres de turistas o visitantes desde la pacífica isla.
Pero un amigo que trabaja durante horarios nocturnos en un cuerpo de guardia de una de las más peligrosas barriadas de La Habana me comenta que cada vez está atendiendo mayor número de víctimas de delitos violentos, aunque las estadísticas no están disponibles para ratificarlo.
El joven doctor, que prefiere no ser identificado, dice que son comunes los machetazos en el ajuste de cuentas. “Vemos al menos un caso en cada turno”, me dijo recientemente.
Con el propósito del gobierno cubano de dirigir su economía hacia el sector del turismo, algunos temen que pudieran aumentar los robos oportunistas en las calles.
Aún así, las oscuras y pobremente iluminadas calles de La Habana tienen un largo camino por recorrer antes de que puedan considerarse verdaderamente peligrosas.
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