“Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño”. Así dijo hace más de cincuenta años ante una colosal multitud reunida en la capital de los Estados Unidos un hombre negro que más tarde diò su vida por ese sueño de igualdad, fraternidad y libertad.
Las palabras de Martin Luther King aún retumban en cada aniversario de su entrega y la semilla que él sembró se convirtió en ese robusto y frondoso árbol que son los Estados Unidos.
Emulando a ese gigante, como lo haría una hormiga en comparación con un elefante, me atrevo a decir que yo también tengo un sueño.
Sueño que, si no desmayamos en la lucha contra los enemigos de la Patria que sólo buscan robarse el dinero público desde las funciones oficiales, tendremos algún día un país donde se respete la institucionalidad.
Sueño con un sistema judicial confiable, honesto y capaz.
Sueño con un cuerpo legislativo verdaderamente representativo, que no crea en barrilitos, damajuanas, exoneraciones para hacer negocios ni privilegios especiales.
Sueño con un Poder Ejecutivo que no piense que está ahí para siempre y que no crea necesario instituir o mantener inespres, oisoes ni ministerios innecesarios como los de la Mujer o la Juventud.
Sueño con una Policía profesional, científica y no delincuencial y lo mismo para las Fuerzas Armadas.
Sueño, sueño y no me canso de soñar. Pero me despierta, socarrona, una voz que sale de la parte inteligente del cerebro, que me dice: “Sigue durmiendo de ese lado; sueña, Pilarín!
Sueño, sueño y no me canso de soñar. Pero me despierta, socarrona, una voz que sale de la parte inteligente del cerebro, que me dice: “Sigue durmiendo de ese lado; sueña, Pilarín!
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