Este ex candidato presidencial y opositor egipcio mantiene las reivindicaciones laborales que llevaron a la gente hasta Tahrir
No son tiempos propicios para la rebelión pero Jaled Ali no arroja la toalla. Tiene aún grabada en su retina aquella mañana del 25 de enero de 2011 y la primera protesta frente al sindicato de abogados de El Cairo. Un lustro después, sigue fiel a aquel desgastado fotograma.
A sus 43 años, este reconocido abogado mantiene viva la llama de las demandas laborales que guiaron el camino hacia Tahrir. Cuando el trono de Mubarakcomenzó a tambalearse, dirigía el centro de derechos humanos Hisham Mubarak-transfigurado en cuartel general de los revolucionarios- y le avalaban varioslitigios judiciales que habían abierto una herida en los sindicatos verticales del régimen; obligando al Estado a elevar el salario mínimo y logrando revertir la polémica privatización de tres compañías estatales.
Ex candidato presidencial de los comicios de 2012 que auparon al poder a los Hermanos Musulmanes, es una de las últimas voces que han sorteado la cárcel o el exilio inaugurado con el golpe de Estado de 2013. "Recibo mensajes amenazantes y ataques en los medios pero no voy a dejarlo. Sueño con un nuevo levantamiento", declara Ali en una entrevista a EL MUNDO desde el bufete que dirige en el centro de El Cairo.
- ¿Qué recuerda de aquella revolución truncada?
- No he olvidado ningún instante. Fue un sueño. No creo que la revolución haya fracasado. Es difícil juzgar los resultados. De momento, hemos sido derrotados pero el levantamiento provocó cambios profundos en los jóvenes egipcios y creo que pronto nos sorprenderá otra oleada de protestas.
- La irrupción regional del autodenominado Estado Islámico se ha convertido en el argumento de quienes, dentro y fuera de Egipto, defienden el regreso a la represión gubernamental...
- No puede haber justificación alguna a la represión. Cuando hace cinco años la gente bajó a la calle, pidió libertad y justicia social. La misión de los revolucionarios no fue cambiar un dictador por otro miembro del régimen policial o por un barbudo piadoso. Irak, Siria, Yemen o Libia demuestran que los cambios en la zona pueden resultar peligrosos porque, además, son conflictos en los queintervienen fuerzas extranjeras. Pero la opción de abrazar a un dictador para no correr esa suerte es falaz. Precisamente acudir a esa estrategia nos hará terminar como Siria, Yemen o Libia.
- ¿Es Abdelfatah al Sisi un problema para Egipto?
- Es un problema para él y para el país. Ha tenido la oportunidad histórica de devolver los asuntos públicos a los ciudadanos y cambiar la situación pero, sin embargo, está empeñado en presentarse como uno de los nuevos dictadores. Su pasión por Vladimir Putin le ha llevado a copiar su modelo.
- Un lustro después, ¿es el Egipto de Al Sisi mejor que el de Mubarak?
- Sufrimos aún el legado de Mubarak. Existen, no obstante, algunas diferencias entre un autócrata que intentaba cuidar la fachada del Estado y la ley con un tirano como Al Sisi que odia la política, no le importa lo más mínimo el imperio de la ley ni guardar la apariencia exterior del sistema.
- La del 25 de enero fue también una rebelión de hambrientos, pero la pobreza sigue siendo ubicua...
- Fue una revolución que consiguió hacer caer la cabeza pero falló en tumbar al resto del régimen. El ejército controla Egipto. Es la realidad. Cambiarla requiere de nuevos sacrificios que hagan ver a los generales que su intervención en política es un peligro para el país y que deben volver a los cuarteles. No sucederá salvo cuando haya fuerzas que les empujen. Pasará cuando el precio de continuar en el poder sea muy caro y y no puedan asumir el coste.
- Entretanto, ¿cuáles son las opciones para tener presencia en un Estado policial?
- Hay que volver a agruparse y trabajar con los ciudadanos en sus cuestiones cotidianas, construyendo organizaciones sociales y políticas que mejoren la vida de la gente. Trabajo junto a muchos otros para apoyar los derechos de los obrerosy estudiar los efectos sociales de las políticas económicas. Mi reto es crear un partido político aunque sé que no lo van a permitir.
- ¿Es posible volver a confiar en los Hermanos Musulmanes?
- Es difícil. Tarde o temprano la Hermandad y el ejército firmarán la reconciliación. Son dos caras de la misma moneda. Comparten el mismo pragmatismo.
- ¿Aún mantiene la esperanza de cambiar este país?
- Sí. No hay más opciones que la victoria, la prisión o la muerte. Sólo nos derrotarán si Al Sisi nos hace perder la esperanza en el futuro y en la capacidad del pueblo para cambiar su sino. La gente sólo logró derrocar a Mubarak cuando confió en su poder y fue consciente de que podía hacerlo. Lo que intenta Al Sisi esdecirle a la sociedad que son incapaces; frustrarles y recordarles constantemente que no saben lo que es bueno para la patria. En su relato, sólo él y quienes están con él conocen lo que la patria necesita con la excusa de que hay amenazas que sólo manejan los servicios secretos.
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