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PARAQUENOSEREPITALAHISTORIA .Para los interesados en el tema y los olvidadizos de sus hechos, aquí están para consultar múltiples artículos escritos por diversas personalidades internacionales y del país. El monopólico poder de este tirano con la supresión de las libertades fundamentales, su terrorismo de Estado basado en muertes ,desapariciones, torturas y la restricción del derecho a disentir de las personas , son razones suficientes y valederas PARA QUE NO SE REPITA SU HISTORIA . HISTORY CAN NOT BE REPEATED VERSION EN INGLES

viernes, 30 de junio de 2017

Simone Veil nunca se explicó por qué la indultó en Auschwitz una guardiana del campo, y sostuvo que ser mujer fue su mejor fortuna

Me contó Simone Veil que fue "aquel" un gesto de coquetería. Rociarse el pelo y el cuerpo con un perfume de Lanvin antes de quedarse desnuda en las duchas de Auschwitz. El frasco era de una amiga francesa. Sospechaban que iban a requisárselo las autoridades nazis en el campo de concentración. Lo compartieron como si fuera un ritual catártico, o embriagador, o inocentemente rebelde.
Les aguardaban la humillación y el maltrato. Soportar el hedor de la carne muerta. Contemplar, sin quererlo, el humo macilento que evacuaban las chimeneas de ladrillo. Podía haber muerto Simone Veil. La podrían haber despedazado y abierto en canal, igual que les ocurrió las pasajeras de otros vagones, pero vino a redimirla una prostituta polaca que ejercía con crueldad profesional las funciones de Kapo.
La deportaron a Veil al campo de concentración de Auschwitz recién cumplidos los 16 años. Tuvo la suerte de llegar cuando el invierno había sepultado decenas de miles de esqueletos, pero la primavera fue atroz. Simone Veil mencionaba la experiencia como si las lágrimas gotearan evocando el hallazgo del deshielo. Trenes de moribundos. Ejecuciones industriales. Y una prostituta polaca, Stenia, que se apiadó de ella porque la consideraba demasiado hermosa para amontonarla en el matadero.
Simone Veil, lúcida, erguida, no encontró nunca una respuesta demasiado convincente a su redención, y hasta maldijo su buena suerte. ¿Por qué ella? Pensaba que Stenia hizo un gesto de piedad filantrópico. Cree que también ella, implacable en las instrucciones del genocidio, necesitaba demostrarse humana.
Los ingleses la colgaron de un árbol y la exhibieron como un monstruo de guerra. Veil tiene un recuerdo distinto, incluso entrañable. Sobre todo porque la guardiana del campo, gritona, andrógina, cruel, también se avino a salvar sin condiciones ni matices la vida de su madre y de su hermana. Y Simone Veil nunca supo por qué.
Desde entonces no soportaba hacer una cola en la panadería de su barrio parisino ni se avenía a desnudarse con otras mujeres en un vestuario común. Le habían extirpado la intimidad. Le estremecía mirar de reojo el número azul con que la herraron.
Echaba de menos a su madre, que agonizó a su lado de tifus en el campo germano de Mauthausen. Stenia, la meretriz polaca, les encontró acomodo allí para evitarles las duchas de gas. Trabajaban en las cocinas. Sustraían los mendrugos de pan y algunas sobras. Una mujer con suerte, decía de sí misma Veil. Ministra de Giscard, promotora y pionera de la despenalización del aborto. Símbolo del feminismo y de la discriminación, aunque matizaba ella misma que ser mujer le salvó la vida. Y se acordaba de su madre todas las noches. Y de Stenia todos los días, preguntándose por qué ella fue la elegida.

Manuel Noriega, un rufián de otra época

  / fotográfo | periodico
Jon Lee Anderson
periodistas@laestrella.com.pa
En una época en la que han surgido nuevos tiranos y dictadores, el ex hombre fuerte de Panamá, Manuel Antonio Noriega, que murió en un hospital local el pasado lunes 29 de mayo, a la edad de 83 años, parece un retroceso pintoresco hacia otra época. Noriega ha estado prácticamente olvidado por el mundo desde su precipitada caída en desgracia en 1989, cuando las fuerzas militares estadounidenses invadieron Panamá con el único objetivo de removerlo del poder. Mientras el mundo avanzaba y cambiaba, Noriega pasó los últimos 27 años en prisión, la mayoría de ese tiempo en una prisión federal estadounidense, después de ser condenado por los delitos de tráfico de drogas y lavado de dinero. Luego estuvo brevemente en Francia por lavado de dinero y, finalmente, desde 2011, en su tierra natal, Panamá, acusado de asesinato.
JON LEE ANDERSON
(originalmente ‘Manuel Noriega, A Thug of a Different Era'
copyright ©Jon Lee Anderson, publicado en The New Yorker y reproducido con el permiso de The Wylie
Agency (UK) Limited).
En una larga entrevista que sostuve con él en septiembre de 2015, la primera que Noriega concedía a un periodista extranjero en muchos años, mostró ser un interlocutor dispuesto, astuto y a menudo divertido. En ese momento estaba recluido en Panamá y seguía manifestando un impenitente orgullo por su pasada carrera como líder militar del país, pero estaba arrepentido sobre sus intentos de enfrentarse a una superpotencia como los Estados Unidos, manifestando de manera burlona que sería algo que 'no volvería a hacer'. Noriega vestía una camiseta roja y un pañuelo del mismo color alrededor del cuello. Dijo que se estaba resfriando y se inclinaba ligeramente hacia un lado como resultado de un derrame. Su pelo corto y ensortijado todavía era negro, su cara tenía la quijada cuadrada y firme y su piel igual de marcada por la viruela que en sus peores días, cuando sus adversarios políticos le llamaban ‘Cara de piña'.
Más que cualquier otro caudillo militar de su época -Fidel Castro y Augusto Pinochet vienen a la mente- Noriega fue un engendro de la Guerra Fría, alguien que prosperó en las alianzas que a veces se creaban en la tierra de nadie. Como rasgo particular, su ascenso y caída también demuestran la peculiar perversión de la época. Noriega venía de una familia modesta, se enroló en la Guardia Nacional de Panamá como cadete, y fue ascendiendo de rango dentro de ese estamento en los años cincuenta y sesenta. En ese tiempo, Panamá era una especie de vasallo de los Estados Unidos, con los estadounidenses controlando el Canal de Panamá y la franja a cada lado de las riberas de la vía, llamada la Zona del Canal. En 1968, en un ambiente de gran incremento de un sentimiento antiestadounidense, un oficial carismático de la Guardia Nacional llamado Omar Torrijos dio un golpe de estado e instaló un régimen populista que impulsó las negociaciones para que los panameños tuvieran el control de la Zona del Canal. Las conversaciones finalmente se llevaron a cabo bajo la presidencia de Jimmy Carter, y el Tratado del Canal, ratificado en 1979, garantizaba el traspaso total de las operaciones del canal el último día del año 1999, lo que ocurrió con total pulcritud. A lo largo de esos años, Noriega fue ascendiendo de rango hasta convertirse en el más cercano colaborador de Torrijos, ayudándolo a eludir intentos de golpes de estado al comienzo de su mandato, guardando secretos de todo tipo y eventualmente convirtiéndose en jefe de la inteligencia militar.
Durante ese tiempo, Noriega se convirtió también en una ficha clave de la CIA, incluso asalariado de la agencia, aunque él me negó que hubiera sido como tal ‘agente de la CIA'. Noriega me dijo que sus relaciones con Langley (sede de la agencia) empezaron después del malogrado intento de golpe contra Torrijos, el cual señaló había sido instigado por la CIA. Dijo que era idea de Torrijos que él, el hombre en quien más confiaba, mantuviera una comunicación abierta con la agencia, a fin de adelantarse a futuros atentados. Cuando le pregunté a Noriega cómo, a pesar de sus vínculos con la CIA, él había logrado acercarse a Fidel Castro, me respondió que fueron los estadounidenses los que lo instigaron a establecer esa relación. ‘Ellos querían abrir un canal de comunicación con Fidel', dijo, así de simple, y él estuvo de acuerdo.
Después que Torrijos murió en un accidente de avión en 1981, Noriega lo reemplazó al frente de la Guardia Nacional y como el líder de facto del país. En 1984 permitió que se celebraran elecciones nacionales para presidente, pero surgió la controversia sobre los resultados, porque se sospechaba que él manipuló la victoria a favor del escogido por los militares, Nicolás Ardito Barletta, un economista y banquero que había sido parte de círculo de Torrijos. Todo el mundo sabía quién era realmente el que mandaba en Panamá. En ese momento, Noriega recibía todo el apoyo de los estadounidenses. Esto resultó especialmente provechoso cuando la administración de Reagan incrementó sus esfuerzos de disipar el comunismo en el hemisferio. Con Noriega en el poder, el Canal de Panamá, la conveniencia de su abanderamiento y el sistema bancario offshore (que se hacía el que no veía) convirtió a Panamá en el centro neurálgico de tráfico de armas, dinero e inteligencia (la situación no ha cambiado mucho, a juzgar por las revelaciones que el escándalo de los Panama Papers dieron a conocer el año pasado). Panamá era el patio favorito de los estadounidenses, pero todos los demás operaban desde allí también, incluyendo a los cubanos, los israelíes, libaneses, rusos, y los representantes de una gama variopinta de grupos guerrilleros marxistas. Noriega se ganó prontamente la reputación de acomodar a todo el mundo y no pasó mucho tiempo antes de que corriera el rumor de que él también estaba involucrado en el negocio del narcotráfico, en asociación con el cartel que dirigía Pablo Escobar, con sede en Medellín. Cuando le pregunté a Noriega si eso era cierto – de su relación con Escobar — lo negó pero sí expresó que había permitido a los narcotraficantes colombianos que ‘lavaran' su dinero en los bancos locales porque los estadounidenses se lo habían solicitado. ‘Ellos querían seguir la ruta del dinero', dijo, lo que se sentía como una verdad a medias.
En 1985, un revolucionario panameño de nombre Hugo Spadafora surgió de la selva nicaragüense para decirle a todo el mundo que lo quisiera escuchar que su siguiente batalla iba a ser contra Noriega. Spadafora era un hombre apuesto, un médico que provenía de una familia prominente italiana-panameña, que había estado en la guerrilla contra el colonialismo portugués en África para después irse a combatir del lado de los sandinistas en Nicaragua. Conocí a Spadafora un día de ese mismo año, en una habitación de un hotel en Costa Rica, y allí me habló con determinación por varias horas, buscando convencerme que Noriega era un criminal y un traficante de drogas, y que debería ser depuesto del poder.
No mucho tiempo después de nuestra conversación, mientras viajaba a Panamá por tierra, Spadafora fue sacado a la fuerza del bus en que se transportaba por efectivos de la Guardia Nacional, que lo llevaron a un sitio desconocido donde aparentemente lo torturaron y al final, le cortaron la cabeza con un cuchillo. Noriega negó cualquier complicidad con ese asesinato pero muy pocos le creyeron. En 2015 le pregunté a Noriega sobre el asesinato de Spadafora. Me dijo, con la mirada fija y encogiendo los hombros, que él no tuvo nada que ver con eso y que, en todo caso, no hubiera podido, porque estaba ‘en un viaje a Londres' en ese entonces.
Un poco sorprendido por la coartada engañosa de Noriega, le pregunté si algunos de sus subalternos habían tratado de ‘hacerle un favor sin solicitarlo', para zafarse de Spadafora. Noriega sonrió ante ese comentario. Me dijo: ‘no fue nada tan romántico como eso' e hizo la sugerencia que sus hombres habían matado a Spadafora no porque era su oponente sino porque él llevaba dinero y seguramente ellos querían quedarse con ese dinero.
La cruel brutalidad de la muerte de Spadafora fue el punto decisivo para muchos panameños, que empezaron a protestar el papel de Noriega y a exigir justicia. Las manifestaciones se hicieron más frecuentas cuando Noriega depuso al Presidente Barletta casi inmediatamente después que él prometiera encontrar los asesinos de Spadafora y llevarlos a juicio. A medida que el descontento iba creciendo, Noriega organizó grupos de individuos que le eran leales como paramilitares, los que usualmente blandían palos y machetes para atacar a los manifestantes. Los llamó los Batallones de la Dignidad y dijo que lo que realmente estaba sucediendo en Panamá era una guerra de clases, enfrentando a los pobres panameños de piel morena y negra, gente como él mismo, contra los miembros de la clase alta, los rabiblancos como se les conoce, que eran apoyados por los norteamericanos. Aparentemente había algo de cierto en la afirmación de Noriega, pero también es cierto que, bajo su control y dominio, Panamá se estaba convirtiendo en una'crimicracia', y en un lugar que daba miedo. En 1989, los estadounidenses suspendieron toda ayuda militar y económica a Noriega y supuestamente lo quitaron de la planilla de la CIA también.
En medio de las crecientes tensiones de ese año, Noriega permitió la celebración de elecciones, pero cometió un grave error al anularlas cuando su candidato fue derrotado. En ese momento, frente a toda la atención mediática internacional, permitió que una turba golpeara a los candidatos victoriosos. Las cosas se pusieron aún peor después de ese episodio. Noriega logró frustrar un atentado de golpe de los propios miembros de la Guardia Nacional y nueve de los oficiales que participaron en él fueron torturados y finalmente ejecutados. Se volvió cada vez más rimbombante y, en una aparición pública, blandiendo un machete desde el pódium donde hablaba, se atrevió a retar a los estadounidenses a que lo depusieran. Al final, eso fue lo que hicieron.
El 16 de diciembre de 1989, en un altercado en que participaron tropas de Noriega y militares estadounidenses, un Infante de marina recibió un disparo y murió en la ciudad de Panamá. La invasión a Panamá empezó cuatro días después, ordenada por el presidente George H.W. Bush, que había sucedido a Reagan en el cargo apenas once meses antes. Cientos de panameños murieron en la acción militar, que duró varios días. Las víctimas incluyeron a los pobres habitantes de El Chorrillo, donde estaba el cuartel de Noriega entonces, y las fuerzas invasoras usaron armas devastadoras. Veintitrés soldados estadounidenses murieron.
Después de varios días de estar huyendo, Noriega logró refugiarse en la residencia del Nuncio, el representante del Papa, y eso hizo que las tropas invasoras rodearan el edificio e instalaran potentes equipos que transmitían música rock para bombardearle los oídos. Después de diez días, él decidió entregarse, y fue fotografiado cuando era conducido a un avión militar, para ser extraditado a los Estados Unidos. Otra fotografía de esa época lo muestra sosteniendo su identificación carcelaria cuando se le toma la foto de arresto. Era el final de una era.
Años después, cuando empezaba a gozar de su posición de poder, el presidente venezolano Hugo Chávez me dijo que cuando lanzó su fallida revuelta militar en 1992 para deponer al entonces presidente de su país, él se entregó voluntariamente para salvar la vida de sus hombres. Cuando las cámaras de televisión aparecieron en la escena, les dijo: ‘Sabía de seguro que no quería presentarme ante la nación como lo hizo Noriega después de que se entregó a los gringos, vencido y con un número colgando de su cuello'. Al final, Chávez se hizo famoso por decir ante las cámaras que él dejaba la batalla ‘por ahora' con la certeza que continuaría su revolución en algún momento en el futuro.
Le pregunté a Noriega por qué se había entregado. Me contestó que él no quiso ‘inmolarse innecesariamente' e invocó a Fidel Castro quien, según él, le había aconsejado que tratara de sobrevivir su confrontación con los estadounidenses, diciéndole, ‘Los líderes no se deben dejar matar'. En cualquier caso, me dijo, con un tono acerado en su voz, había mantenido la resistencia por varios días. ‘Di la orden de disparar a las tropas norteamericanas tan pronto se les viera caer desde el aire; muchos de ellos murieron, yo estaba allí'.
El derrocamiento de Noriega fue una acción asertiva de la fuerza militar estadounidense para un nuevo presidente en un momento de turbulencia global. El muro de Berlín acababa de caer apenas un mes antes, provocando el colapso del régimen comunista que resultaría en la desaparición de la Unión Soviética sólo dos años después. En la intervención militar más grande que había emprendido desde el final de la guerra de Vietnam, los Estados Unidos habían llevado a cabo una acción policial contra un aliado de la Guerra Fría que estaba fuera de control. Al año siguiente, después de que Sadam Hussein de Iraq, otro aliado que se había descontrolado al invadir a Kuwait, Bush lanzaría la Primera Guerra del Golfo, para someterlo. Lo que ocurrió en Panamá fue rápidamente olvidado por el conflicto más grande que ocurría en el Oriente Medio al mismo tiempo que la URSS dejaba de existir.
Cuando le pregunté a Noriega si estaba resentido con los gringos por su larga condena y encarcelamiento, rechazó tal cosa. ‘No estoy amargado', dijo. ‘Trato de entenderlos'. Sugirió que, como soldado, entendía que sus adversarios habían hecho simplemente lo que sentían que debían hacer. Tampoco tenía quejas sobre el trato recibido mientras estuvo en prisión. Lo habían tratado de acuerdo a la Convención de Ginebra.
Cuando lo visité, Noriega estaba viviendo en la antigua casa del director de la prisión, a un lado de la entrada de la cárcel El Renacer, en la antigua Zona del Canal, a media hora de la ciudad de Panamá. La casa estaba un poco deteriorada, pintada de azul y blanco un tanto descamada, pero aun así representaba un privilegio especial. Él no tenía que vivir con otros presos en una celda; había un frondoso árbol que le daba sombra y un par de guardias mantenían la vigilancia del sitio. Supe que su esposa e hijas iban a verle con frecuencia sin impedimentos. La familia de Noriega y un pequeño círculo de amigos estuvieron reclamando discretamente clemencia para él para que pudiera pasar sus últimos días en casa, pero esa fue una batalla perdida. En un esfuerzo para ayudar a su causa, habían arreglado un mensaje televisivo en una entrevista, pero no resultó porque él no pidió perdón a los familiares de las víctimas, manifestando vagamente que ‘pedía disculpas a los que había humillado o perjudicado por sus acciones'.
En marzo, después de que se le diagnosticara un tumor cerebral, Noriega fue trasladado a un hospital para una intervención quirúrgica, pero durante la operación entró en coma y no salió de ella. Al recibir la noticia, un amigo panameño me escribió diciéndome que Noriega murió ‘sin gloria. En mi opinión murió tal como había vivido su vida, como un cobarde, porque al final, no pudo o no quiso decirle a sus compatriotas la verdad de lo que había hecho, de manera que pudieran sanar sus heridas'.
Traducido del inglés por Mariela Sagel y Rita Sagel de Swyter.

Cataluña declara nulas las sentencias de la dictadura de Francisco Franco

Cataluña declara nulas las sentencias de la dictadura de Francisco FrancoBarcelona -
El parlamento regional de Cataluña (España) aprobó este jueves una ley para declarar nulos más de 60.000 juicios de la dictadura de Francisco Franco (1939-1975) contra oponentes políticos, de los que casi 3.500 terminaron ejecutados.
Se trata de la primera vez que un parlamento del país declara nulas las sentencias judiciales dictadas por el régimen franquista, que tomó el poder tras un golpe de Estado contra la república y la cruenta guerra civil española (1936-1939).
La ley fue aprobada por unanimidad de todos los diputados, incluidos los del Partido Popular del jefe de gobierno conservador Mariano Rajoy, que se ha mostrado siempre reticente a estas políticas de memoria histórica.
"Se declaran ilegales los tribunales" franquistas y "se deduce la nulidad de pleno derecho de todas las sentencias y resoluciones de las causas instruidas y los consejos de guerra", asegura el texto aprobado.
Esto afecta a 63.961 juicios celebrados en Cataluña entre 1938, cuando empezó la ocupación franquista de la región, y 1978. En 3.385 se dictó la ejecución del acusado.
Uno de ellos fue el expresidente catalán Lluis Companys, capturado en 1940 por la Gestapo en Francia y trasladado a Barcelona, donde fue fusilado tras un juicio sumarísimo.
En las tribunas de invitados del parlamento, había alrededor de 200 represaliados y sus familias que estallaron en aplausos al aprobarse la ley. "Por fin se nos ha hecho justicia", dijo a la AFP Pep Cruanyes, de la asociación Comisión por la Dignidad que impulsó la ley. 
En 2007, el gobierno socialista español de José Luis Rodríguez Zapatero aprobó una ley de memoria histórica que declaraba ilegítimos estos juicios pero no los anulaba.
Tras su victoria en la guerra civil, el bando franquista inició una dura represión contra sus discrepantes. El historiador británico Paul Preston calcula que 20.000 personas fueron ejecutadas después del conflicto. (I)

jueves, 29 de junio de 2017

RD del lado equivocado

Marisol Vicens Bello
Marisol Vicens
La Organización de Estados Americanos (OEA) falló nuevamente en su intento de dictar una resolución sobre la crisis de Venezuela, y esta vez por apenas 3 votos, básicamente por la abstención de unos cuantos países entre los que figura la República Dominicana, pues a pesar del voto negativo de algunas islas del Caribe, si algunos de los Estados que se abstuvieron hubieran votado a favor la resolución hubiese sido aprobada.
El régimen chavista continuado de la peor manera imaginable por Nicolás Maduro, ha dado todas las muestras posibles de violación de los principios democráticos enarbolados por la OEA y ha sometido a la población venezolana a una agonía que ha obligado a muchos a tener que abandonar su patria y a otros a padecer carestías, restricciones a la libertad, vejaciones, violación de derechos y hasta muerte.
Parece increíble que una buena parte del liderazgo político y otros  de Latinoamérica esté todavía tan sesgado y prejuiciado, que sean capaces de defender a ultranza regímenes dictatoriales por el único hecho de que son de izquierda, aunque representen groseras violaciones a los principios democráticos que con tanta virulencia defenderían si se tratara de dictaduras de derecha.
Cualquier régimen que cercene las libertades, viole la Constitución y las leyes y aniquile las instituciones convirtiéndolas en instrumentos para su permanencia en el poder debe ser reprobado, pues toda dictadura es mala.
Cuando se examina la interminable crisis venezolana y la timidez con que Latinoamérica ha abordado la misma, resulta palpable la escasa utilidad de la OEA, pues si ante una crisis de tanta envergadura, en la que se han pisoteado derechos e instituciones dicho organismo es incapaz de tomar decisiones que defiendan los principios democráticos más elementales, a pesar de la tenacidad con que su secretario general Luis Almagro ha asumido el tema y de que una mayoría no solo numérica sino representativa esté dispuesta a hacerlo; es innegable que algo anda mal en su conformación.
La política exterior de un país y sus relaciones diplomáticas no pueden depender de amiguismos o favoritismos de presidentes o autoridades.  Pero lamentablemente el clientelismo  no solo afecta el interior de nuestro Estado sino que también se refleja en las relaciones del mismo con el exterior, para mantener relaciones diplomáticas cerrando la vía a otras como es el caso de la República de Taiwan versus la República Popular China principalmente por el hecho de que los taiwaneses han sido muy hábiles en generar deudas de gratitud con congresistas, presidentes y ministros o, para decidir posiciones como las que penosamente hemos tenido  en relación con Venezuela.
Es bochornoso que respecto a un país tan cercano como Venezuela, al que emigró nuestro padre de la patria Juan Pablo Duarte y también muchos luchadores antitrujilllistas que encontraron allí protección y apoyo, lo que casi le costó la vida al entonces presidente Rómulo Betancourt por el atentado orquestado por Trujillo; por lealtad de nuestro gobierno o por simpatías ideológicas con el chavismo, hayamos asumido  la indefendible posición de continuar  protegiendo un decadente régimen plagado de autoritarismo y corrupción, como también ocurre con otros países de la región lo que ha presentado la imagen de una Latinoamérica incapaz de accionar sensata y coherentemente  ante una crisis tan grande como propia.
Los dominicanos que hemos recibido calurosamente a los muchos venezolanos que han debido salir de su tierra huyendo del régimen  sentimos vergüenza de que nuestras autoridades le hayan tendido una vez más una escapatoria a Maduro y sus acólitos, a costa de la vida, la democracia, el estado de Derecho y la libertad, colocando vergonzosamente a la República Dominicana  del lado equivocado de la historia.

Maduro amenaza con armas

Maduro amenaza con armas El acto del pasado martes, cuando un helicóptero de la Policía Científica de Venezuela sobrevoló la sede del Tribunal Supremo de Justicia en Caracas, portando una pancarta en la que se reclamaba “Libertad”, y luego lanzara cuatro granadas contra la misma, además de agravar la crisis en Venezuela, también evidencia que existen fisuras en las Fuerzas Armadas frente al apoyo del régimen chavista de Nicolás Maduro.
El episodio, protagonizado por el inspector de policía y piloto de helicópteros, Óscar Pérez, quien aparece apoyado por otros militares, aumenta la tensión en el vecino país, toda vez que el mismo ocurrió luego de que Maduro amenazara a la oposición, que lleva tres meses en las calles, pese a la brutalidad de la represión, con “pasar al combate” si el chavismo llega a salir del poder.
Con sus palabras y una sociedad venezolana sin mayor apoyo de la comunidad de naciones, más allá de los discursos de rechazo y lejos de tomar decisiones de fondo contra el régimen, el dictador amenaza con rendir por las armas a quienes, de manera democrática, defienden la reconstrucción del país con un nuevo gobierno elegido en las urnas, con verdaderos representantes del pueblo.
El mensaje de Maduro no es otra cosa que la refrendación del discurso, pronunciado el lunes por su ministro de Defensa Vladimir Padrino López quien invitó, en un acto de transmisión de mando en el que salieron siete altos oficiales sobre los que había dudas con respecto a su fidelidad al régimen, por otros supuestamente más cercanos al chavismo, a “orientar los esfuerzos hacia la creación de unidades ligeras, de acción especial, más letales (...) ante estos escenarios de violencia política y de guerra sicológica”.
El hecho de que Pérez, sin aparente conexión con la protesta social, en un helicóptero haya hecho lo que hizo, donde lo hizo y como lo hizo -en las barbas del poder- evidencia que el régimen está haciendo agua en materia de seguridad y que pese a las purgas en las Fuerzas Armadas, está lejos de la cohesión y el espíritu de unidad que debe animarlas.
Así, el régimen sabe que aún tiene combustible, no tanto para sostenerse, sino para sostener la corrupción dentro de las Fuerzas Armadas, que hoy son el único y real poder de un modelo que no deja de acumular fracasos.
Maduro también es consciente de que tiene la mesa servida para su propia derrota y que le queda, como única carta, declarar el estado de excepción para abolir toda garantía constitucional y mantener el proyecto chavista como un régimen de facto, copia fiel del implementado por los Castro en Cuba, que les ha permitido mantenerse en el poder durante casi 60 años.
América Latina, con mucho menos de lo que sucede en Venezuela, ha visto caer dictaduras, como la de Gustavo Rojas Pinilla, en Colombia, pero el río humano que reclama derechos en el vecino país no parece contar con unos dirigentes con suficiente ascendencia dentro de la población y la claridad para orientar la protesta con métodos y procedimientos eficaces, que hagan retroceder al régimen, sitiándolo desde la civilidad con actos de gran contundencia, no de tanta violencia.
Venezuela entra a la recta final de las elecciones (citadas para el 30 de julio) en las que se elegirá a los delegados a la asamblea que cambiará la Constitución que inspiró Chávez, en una etapa cada vez más crítica, tanto que se podría desatar un descontento general de la población, que daría al traste con el régimen o la consolidación de este con un acto de facto, porque sabe que en las urnas todo está perdido para él.

Un día triste para la diplomacia dominicana

Un día triste para la diplomacia dominicana
El autor es historiador y economista. Reside en Santo Domingo.


El lunes antes pasado nuestro país se abstuvo de votar en la OEA sobre una resolución auspiciada por 20 países, los más importantes y que representan el grueso de la población del continente, que pedían a Venezuela dar marcha atrás a su convocatoria a una Asamblea Constituyente, entre otras cosas. México, Uruguay, Paraguay, Argentina, Brasil, Colombia, Chile y Perú estuvieron entre esos 20 países que votaron a favor, además de cuatro centroamericanos, seis caribeños, Canadá y Estados Unidos.
Absteniéndose junto con nosotros estuvieron Ecuador (gobierno bolivariano), El Salvador, Haití, Surinam, Trinidad y Tobago, Antigua y Granada. En contra votaron Bolivia y Nicaragua (bolivarianos) y tres pequeñas islas caribeñas.
¿Por qué no nos unimos al voto de los principales países del continente, a los que la canciller de Venezuela luego denominaría “camada de perritos simpáticos del imperio”?
Por su trascendencia no creemos que esa fue una decisión de nuestro canciller, sino de nuestro presidente. ¿Qué la motivó? Especulando, podríamos citar cuatro razones:
1. La ideología original que Bosch inculcó a sus discípulos en el PLD, no muy diferente a las ideas de Chávez y Maduro y que en cierto grado perduran.
2. Agradecimiento por Venezuela haber financiado (ya no lo hace) nuestras importaciones de petróleo a través de Petrocaribe.
3. Defendernos, alegando la no intervención, de una injerencia de la OEA sobre el tema haitiano.
4. Evitar un problema que podría afectar futuras negociaciones para comprar las acciones del gobierno venezolano en nuestra Refinería de Petróleo. Cuando nuestro gobierno se las vendió lo hizo bajo el argumento de que aumentarían las importaciones financiadas bajo Petrocaribe y que, además, recibiríamos financiamiento venezolano para expandir la refinería. Ninguna de esas dos ventajas se dieron, actuando Venezuela como un simple socio pasivo.
El encargado de negocios norteamericano en Santo Domingo publicó un artículo días antes de la reunión de la OEA exhortando al país a unirse al voto de los 20 otros países y nuestro canciller le contestó citando el principio de no intervención en los asuntos internos de los países. Es el mismo argumento que Trujillo utilizó, especialmente cuando la OEA le impuso sanciones a nuestro país en 1960. Muerto el tirano, el pueblo dominicano salió a las calles implorando a la OEA que no levantara esas sanciones hasta que el último de los Trujillo hubiese salido del país. No hablamos entonces de intervención.
Hoy en día son los venezolanos los que están tirados a la calle, o presos. El actual caso de Venezuela es pues, algo parecido al nuestro y desde 1960 nuestra región ha evolucionado favorablemente adoptando la Carta Democrática de la OEA, que exige defender la democracia y que se contrapone al principio de no intervención.
Venezuela abrió sus puertas a los exilados anti trujillistas y su presidente Rómulo Betancourt por poco murió a manos de esbirros de Trujillo. ¿No es hora de reciprocar? En vez de haber votado con los grandes países democráticos del continente, incluyendo un México que se ha caracterizado por defender la no intervención, nos abstuvimos.
Nuestro canciller adoptó, además, en la OEA la posición de abogar porque un grupo de países amigos actúen como intermediarios ante la crisis venezolana. Pero eso lo ha estado haciendo desde hace tiempo Leonel Fernández, el ex jefe de Estado de España Rodríguez Zapatero y un ex presidente de Colombia y hasta el mismo Vaticano, sin éxito.
Pocas horas después de ese pronunciamiento de nuestro canciller la de Venezuela propuso, pero bajo el marco de la CELAC, a un grupo de países, a San Vicente y las Grenadinas (cuyo jefe de Estado es el que más ha criticado, dentro de CARICOM, el tratamiento dominicano a la mano de obra haitiana), El Salvador (preside la CELAC y se abstuvo en el voto igual que nuestro país), Nicaragua (“bolivariano”), Uruguay y precisamente la República Dominicana.
Y es que el gobierno de Maduro ya sabe de qué lado en el conflicto está nuestro país. También lo saben los 20 países que propusieron la resolución, así como lo sabe la oposición democrática venezolana.
Un día triste para la diplomacia dominicana.

El Rey Felipe VI califica abiertamente al franquismo como una dictadura

Rey Felipe VI, hablando desde la tribuna del Congreso. / TwitterCuatro décadas después de su caída, finalmente la Casa Real ha dado el paso de calificar al franquismo como "una dictadura". El Rey Felipe VI ha usado ese término durante la celebración del aniversario de las elecciones que marcaron el inicio de la democracia, refiriéndose así a los años en que Franco gobernó el país con mano de hierro.
El Rey ha dicho que "la guerra civil y la dictadura fueron una inmensa tragedia sobre la que no cabía fundar el porvenir de España". Su Majestad dio estas palabras desde la tribuna de oradores del Congreso en un discurso preparado para celebrar los cuarenta años de las primeras elecciones del país, en 1977.
El monarca usó el estilo indirecto al declarar que las palabras que ha hecho suyas son también las que estaban en la mente de los diputados que fueron elegidos en aquellos primeros comicios. También citó a Antonio Cánovas para describir el periodo más negro en los últimos tiempos para España. "Lo que hace falta a la nación española no son represiones ni cadalsos, no son destierros. Lo que nos hace falta es el respeto a la ley", dijo.
Cada una de sus palabras fue delicadamente medida por su equipo. De acuerdo a eldiario.es, en La Zarzuela estaban más que conscientes del impacto que tendría un paso en falso en su discurso. "El rey ha usado palabras no usadas hasta la fecha", cita dicho medio a sus fuentes cercanas al Rey.
Eso sí, tampoco quiso subir el tono respecto al franquismo, y dijo que "es duro mirar hacia ese largo pasado y es doloroso pronunciar estas palabras. Aunque es cierto también que hubo grandes avances de excelencia en no pocos ámbitos sociales, culturales y científicos, avances que no debemos olvidar puesto que también forman parte de nuestros cimientos como país".
Posteriormente, Su Majestad dijo que "la intolerancia, la discordia y la falta de entendimiento entre los españoles constituyen una realidad innegable de ese periodo político de nuestra historia: una España impotente, resignada y pesimista que vio reducir su presencia y peso en el mundo; una España dividida y a veces desgarrada que no fue capaz de encontrarse a sí misma".
En relación a esa etapa, ese paso a la democracia de 1997 fue "el gran proyecto político para la España del futuro, que no fue un mero trámite para salir del paso, ni el proyecto de una persona, ni de un partido político, ni de una élite, ni de un grupo social". 
Así, la transición fue uno de los puntos especiales en el discurso del jefe de Estado. Por primera vez, el Rey ha reconocido que durante ese periodo ha habido "luces y sombras".
Llamado a la unidad
El monarca llamó a todos los personajes participantes del desafío independentista, como él mismo lo calificó. El Rey advirtió que "ningún camino que se emprenda en nuestra democracia puede conducir a la ruptura de la convivencia", y que "menos aún, a un camino que divida a los españoles o quiebre el espíritu fraternal que nos une". 
Posteriormente reivindicó que las elecciones que dieron paso a la transición arrojaron como resultado "la afirmación de nuestra unidad nacional asumiendo la diversidad territorial de España". Felipe VI dijo qe "los sentimientos se deben respetar y comprender, nunca ignorar, enfrentar o dividir. La Constitución del 78 proclamó la voluntad de proteger a todos los pueblos de España en el ejercicio de sus culturas y tradiciones, de sus lenguas y de sus instituciones; y reconoció el autogobierno de sus nacionalidades y regiones".

Organismo de justicia chilena buscará anular la devolución de bienes a la familia Pinochet

CDE buscará anular la devolución de bienes a la familia Pinochet
De acuerdo, al sentencia del caso el rol del fisco queda en entredicho, ya que "contó con la posibilidad de interrumpir la prescripción de la acción civil mediante su ejercicio durante el sumario o, como se ha entendido jurisprudencialmente, a la luz del artículo 450 bis del mismo cuerpo legal, con su mero anuncio, constituyéndose de ese modo en parte civil, lo que no aconteció en este proceso".
Considerando lo anterior, es que el organismo plantea "que se consideró necesario dejar constancia expresa del error de hecho en que incurrió el fallo (...) en el sentido de afirmar la falta de interrupción de la prescripción de las acciones civiles por parte del CDE", consigna El Mercurio.
"Con fecha 12 de junio de 2008, este consejo presentó escrito manifestándose expresamente la voluntad de 'formalizar, anunciar y hacer reserva de las acciones civiles que correspondan al Estado de Chile en este proceso', para los fines de impedir precisamente la prescripción civil de las acciones aludidas", agrega.
En esa misma línea, el consejo recalca que "la fundamentación esgrimida en orden a haber dejado sin efecto el comiso de los bienes incautados, no guarda relación con la omisión que se nos ha imputado, la que no es efectiva".

Tres asesinatos politicos en tres dictaduras

Me referiré a él, porque al leer el magnífico reportaje del periodista de LA PRENSA, Eduardo Cruz, publicado el domingo 18 de junio bajo el título Bill Stewart: el trago amargo de Somoza, me sentí conmovido. Más aun, al volver a revivir en YouTube las imágenes de su ejecución en una calle de Managua.
Si ya con el asesinato de mi padre se había iniciado el conteo regresivo de los días de Somoza, con el minuto y doce segundos que dura aquel estremecedor video, difundido cada 10 minutos en la televisión de los Estados Unidos (EE. UU.), a partir del 20 de junio de 1979, el reloj aceleró su tic-tac y Somoza perdió entonces el poco sustento que le quedaba en el gobierno de Jimmy Carter y del pueblo norteamericano.
Es falso que en 1979 Somoza contaba con el apoyo del “imperialismo yanqui”. Por el contrario, para los EE. UU., Somoza ya era una carga demasiado pesada y querían salir de él lo más pronto posible, pero que Nicaragua no cayera en el otro extremo: una dictadura de izquierda, como en efecto ocurrió.
El segundo asesinato político que me ha impactado en estos días es el del joven norteamericano de 22 años Otto Warmbier, quien regresó de un viaje de cinco días de vacaciones a Corea del Norte (un pésimo lugar para ir de turista), diecisiete meses después en estado vegetal, su cerebro totalmente muerto. Apenas una semana después, falleció en su casa de su nativo Ohio.
En un gesto “compasivo”, el régimen totalitario de Kim un-Jong le permitió el privilegio de morir en su casa. Su pecado: fue condenado por un tribunal norcoreano a quince años de trabajos forzados porque una cámara de seguridad de su hotel lo filmó robándose un póster de propaganda.
La última vez que se le vio en la televisión a este joven brillante —que fue designado el orador de su clase en la Universidad de Virginia— fue suplicando clemencia ante el impasivo tribunal sumario que le condenó, y aunque no vimos en un video como el de Stewart, la forma brutal que fue “descerebrado”, nuestra imaginación solo puede adivinar las torturas a que fue sometido cuando lo vimos por segunda vez al regresar  a Cincinnati en estado vegetativo, cargado por dos paramédicos.
Siendo hijo de un gran hombre que el 10 de enero de 1978 fue vilmente asesinado en una calle de Managua por sus ideales políticos, me impactan más que a la mayoría de las personas los asesinatos de orden político que ocurren en el mundo, hoy en día dramáticamente documentados, por una o más cámaras de video.
Tres asesinatos políticos me han impactado recientemente, aunque el primero que me voy a referir, el del periodista norteamericano de ABC News, Bill Stewart y su traductor Juan Francisco Espinoza, ocurrió ya hace más de 38 años.
Las consecuencias de su brutal asesinato, aunque no previsibles a corto plazo, inexorablemente las pagará el régimen de Kim un-Jong.
El tercer asesinato político que me ha impactado, es ya el número 75 en los tres meses de protestas masivas en Venezuela contra el dictador Maduro. Se trata del asesinato a mansalva con una escopeta por parte de un sargento de la fuerza aérea venezolana, del joven de 22 años David Vallenilla, cuya muerte, filmada en un video de alta resolución, ha acrecentado la ira nacional e internacional contra el régimen despótico. En una foto de Infobae se puede ver incluso la estela de humo que emana de la escopeta en dirección al pecho del joven.
La ironía más grande del destino es que este joven mártir era hijo del supervisor de Maduro —también llamado David Vallenilla— cuando este trabajaba como conductor de autobús en sus tiempos de sindicalista.
La reacción de los dictadores: Somoza, confrontado con la evidencia y por los corresponsales extranjeros, ofreció excusas y procesó al cabo Lorenzo Brenes, supuesto asesino de Stewart. Kim un-Jong: “Nosotros no sabemos por qué murió Warmbier, el hecho de que muriera de repente, en menos de una semana después de su regreso con su estado de salud normal, también es un misterio para nosotros”. Maduro: procesará al culpable: “Solo agua y gasesito lacrimógeno, está permitido”.
La justicia terrenal, si no la divina, se encargará de juzgar a los asesinos.
 El autor es periodista, exministro y exdiputado

La provocacion

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“Lo que no se pudo con los votos, lo haríamos con las armas, liberaríamos la patria con las armas”…
Con estas insólitas palabras, Nicolás Maduro amenazó al país si, según él, "Venezuela fuera sumida en el caos y la violencia y fuera destruida la Revolución Bolivariana”.
Esto por supuesto, en ninguna democracia del mundo, Usted lo escucharía de quien supuestamente funge como Presidente de la República. Esta es la voz de un dictador, nunca de un demócrata.
Tal declaración, si se enlaza con otros hechos y declaraciones, comienza a configurar un patrón.
No es la primera vez que Maduro, en su desesperación de los últimos meses, aparece amenazando destempladamente. Antidemocráticamente. Causando alarma en sectores ya no solamente de oposición, sino en muchos conectados con el propio chavismo y especialmente, dentro de las propias Fuerzas Armadas que hasta ahora lo han sostenido.
Por otra parte, para nadie es un secreto que este año los cambios militares se han realizado de una forma totalmente inusual, tanto en su anuncio al país y su fecha (mucho antes del 5 de julio), así como en su concreción en lo referente a los actos correspondientes.
Importante señalar que, por primera vez, dos promociones castrenses fueron prácticamente saltadas y enviadas a sus casas. Un hecho sin duda tremendamente llamativo. ¿Qué está pasando dentro de la Fuerza Armada hoy? es la pregunta.
En paralelo, el 24 de Junio, Día del Ejército, no se realizó el desfile en el Campo de Carabobo, como es costumbre. En lugar de eso, Maduro se encerró en el patio de la Academia Militar, curiosamente resguardado por varios anillos de seguridad compuestos por 12 guardaespaldas (muy probablemente cubanos).
Su discurso lo dio con cara de asustado, preocupado, temiendo que ocurriera cualquier cosa que no estuviera enmarcada en un guión a su medida, previamente acordado.
La decisión de realizar una Asamblea Constituyente en las condiciones que se ha hecho también resulta alarmante. Esto, porque para llevarla a cabo a troche y moche se están violando preceptos muy claros establecidos en la Constitución Nacional, así como en todas las leyes inherentes a procesos electorales.
Es una huida hacia delante que está llevando al país a una encrucijada obligada altamente peligrosa. Un punto de quiebre para lo que hasta ahora ha sido la República de Venezuela como la conocemos.
La Asamblea Constituyente es una amenaza real. Con fecha fija de celebración. Y Maduro pareciera querer forzar la barra. La barra militar.
Sabe que el 90% del país lo rechaza ferozmente como Presidente. Sabe que esta Asamblea Constituyente no goza de apoyo, más bien más del 70% del país la desaprueba. Que no iría a votar ni el 10% de los venezolanos.
Sabe también que sus bases de apoyo fundamentales, la FANB y el TSJ, pueden en cualquier momento comenzar a hacer aguas en forma masiva, gracias a la presión de la protesta social y política protagonizada y apoyada por la enorme mayoría de los venezolanos.
Y sobre todo sabe que ni él, ni quienes le acompañan aquí y afuera, tienen la mínima posibilidad de ofrecer soluciones a la catastrófica situación del país. Ello en virtud tanto de su comprobada ineptitud como de la basura de la que tienen lleno el cerebro en cuanto a ideas se refiere.
Pero Maduro prefiere salir por las malas. Hace el aguaje de que está combatiendo hasta las últimas consecuencias. Falso.
Su mejor negocio, según él, es que lo depongan. Un golpe militar. Representa su mejor salida. Porque es la que le da, según su perspectiva, vida política después de esta hecatombe.
Quiere aparecer como mártir. Estrategia que les encanta a los comunistas. Sólo ver cuánto beneficio le ha sacado Cuba al papelito.
Maduro quiere danzar por el mundo, exigiendo su regreso al poder. Gritar a los cuatro vientos que "unos gorilas, dictadores, me sacaron del poder, exijo que me restituyan".
Con la esperanza de regresar triunfante, cual Chávez un 13 de Abril. Con una cara bien lavada. Con maquillaje de demócrata. Con actitud de víctima.
Maduro fuerza la barra al máximo provocando a todos los actores políticos, nacionales e internacionales, para que su óptimo escape también sea su mejor posibilidad de regreso. Para continuar.
Por supuesto, está calculando mal. @BHorande

EL MERENGUE Y TRUJILLO

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