Ante tantas ventiscas lo más atinado es rodearse de libros
RAFAEL DEL NARANCO | EL UNIVERSAL
sábado 2 de enero de 2016 12:00 AM
Al ser las noches un dilatado duermevela, leer sigue siendo el bisbiseo más placentero para el que no anhela ser crepúsculo encajonado sobre el tálamo. Examino libros ya leídos en el rincón de mi exilio interior, rozando la orilla del mar Mediterráneo.
Varado en la playa valenciana de Malvarrosa, llegan las palabras de Lawrence Durrell:
"El Mediterráneo es de una pequeñez absurda; por la duración y la grandiosidad de su historia lo soñamos más grande de lo que es".
Durrell desembarcó en las islas griegas. Se enumeran más de mil; visitó cada una siguiendo las sendas de Homero, el rapsoda que nos hizo ver la adversidad de nuestra condición humana.
Y es que ese "lago grande" es un perpetuo narrador de historias anónimas empujadas hacia un hálito cambiante de vientos, naufragios, civilizaciones y poemas de espuma.
Al cruzar las columnas de Hércules, arco memorioso de Gibraltar y Ceuta, el céfiro se vuelve vendaval tras convertirse en levante o siroco. Doblando el golfo de Niza, es mistral; más tarde, tramontana al rozar las costas de Nápoles a la vera de los acantilados de Torre del Greco, los farallones de Sorrento y la isla de Capri. En algún lugar de los arenales de Túnez, su nombre se susurra jamsin. Siempre es el mismo soplo con transformados nombres.
Ante tantas ventiscas lo más atinado es rodearse de libros, soporte que no abriga el cuerpo, y sí envuelve el espíritu de seductoras sensaciones. Éxtasis, dirían los creyentes en los prodigios telúricos.
En la madrugada de esta ida Navidad regreso a un libro conocido. Lo había leído años hace en Caracas, en esa vereda de Chacaíto en que el espíritu se fraguó con las ventoleras del trópico y las sinrazones de una biblia pagana llamada "socialismo del siglo XXI".
Esa novela, "La fiesta del Chivo" de Mario Vargas Llosa, muestra el relato de un drama político de opresión y egocentrismo tan común en el hemisferio latinoamericano, siendo el texto un suceso histórico apesadumbrado recubierto de recreación literaria.
"El Chivo" es el sobrenombre que los conjurados prestos a exterminarlo le dieron al brutal generalísimo dominicano Rafael Leónidas Trujillo. En esa tétrica lista se incluyen el haitiano Francois Duvalier, el tosco personaje que hizo de la magia negra la base de un terror físico/psicológico, y Juan Vicente Gómez, cuyo gobierno oscurantista impidió la entrada de Venezuela al siglo XX hasta bien entrado el año 1935, fecha de su muerte.
El mérito de esas cuartillas es sentir que los tentáculos de la dictadura lo corrompen todo, suben a las paredes, se introducen en las alcobas, hurgan en las conciencias y allí, convertidas en mandrágora, absorben el valor moral.
Hay en la novela un diálogo pasmoso entre el presidente títere, Joaquín Balaguer, nombrado a dedo, y el propio Generalísimo.
El pequeño timorato e inteligente adulador, quiere impedir que un asesino, el teniente Peña Rivera, sea ascendido a capitán. Ante esa negación, Trujillo le expone argumentos contundentes:
"Usted, presidente Balaguer, tiene la suerte de ocuparse solo de aquello que la política tiene de mejor: leyes, reformas, negociaciones diplomáticas, transformaciones sociales. Le tocó el aspecto grato, amable, de gobernar. ¡Le envidio!
Me hubiera gustado ser solo un estadista, un reformador. Pero gobernar tiene una cara sucia, sin la cual lo que usted hace sería imposible. ¿Y el orden? ¿Y la estabilidad? ¿Y la seguridad? He procurado que usted no se preocupe de esas cosas ingratas. Pero no me diga que no sabe cómo se consigue la paz. Con cuánto sacrificio y con cuánta sangre. Agradezca que le permitiera mirar a otro lado, mientras yo, el teniente Peña Rivera y otros teníamos tranquilo al país, para que usted escribiera sus poemas y sus discursos".
En esos párrafos se abren los latifundios-naciones latinoamericanas, lugar donde un "Tirano Banderas" valleinclanesco sigue tutelando por interposición de mampuestos autócratas.
Será causa reflexiva acordarse de ese libro cuando se percibe el laberinto político de las últimas elecciones generales en España con un partido Podemos antisistema, xenófobo, con promesas tramposas, dispuesto a hacer tabla rasa con el actual sistema -los emergentes superaron los 8 millones de votos- y cuyos dirigentes han colaborado años con el chavismo en la Cátedra Bolivariana Miranda.
Recordemos otros signos en la Venezuela reciente, y es que nunca los actos de la baja política son mas insanos que cuando intentan salvar al país con ideologías quebradas.
Se acerca el 5 de enero y habrá una nueva Asamblea Nacional. Ese día debiera comenzar un diálogo sin barricadas entre Gobierno y oposición. Algo remoto hoy. El panorama está abstruso. Ideal sería que cada responsable en esta tierra de gracia comenzara a ver "su propio yo en el otro". Ayudaría.
rnaranco@hotmail.com
Varado en la playa valenciana de Malvarrosa, llegan las palabras de Lawrence Durrell:
"El Mediterráneo es de una pequeñez absurda; por la duración y la grandiosidad de su historia lo soñamos más grande de lo que es".
Durrell desembarcó en las islas griegas. Se enumeran más de mil; visitó cada una siguiendo las sendas de Homero, el rapsoda que nos hizo ver la adversidad de nuestra condición humana.
Y es que ese "lago grande" es un perpetuo narrador de historias anónimas empujadas hacia un hálito cambiante de vientos, naufragios, civilizaciones y poemas de espuma.
Al cruzar las columnas de Hércules, arco memorioso de Gibraltar y Ceuta, el céfiro se vuelve vendaval tras convertirse en levante o siroco. Doblando el golfo de Niza, es mistral; más tarde, tramontana al rozar las costas de Nápoles a la vera de los acantilados de Torre del Greco, los farallones de Sorrento y la isla de Capri. En algún lugar de los arenales de Túnez, su nombre se susurra jamsin. Siempre es el mismo soplo con transformados nombres.
Ante tantas ventiscas lo más atinado es rodearse de libros, soporte que no abriga el cuerpo, y sí envuelve el espíritu de seductoras sensaciones. Éxtasis, dirían los creyentes en los prodigios telúricos.
En la madrugada de esta ida Navidad regreso a un libro conocido. Lo había leído años hace en Caracas, en esa vereda de Chacaíto en que el espíritu se fraguó con las ventoleras del trópico y las sinrazones de una biblia pagana llamada "socialismo del siglo XXI".
Esa novela, "La fiesta del Chivo" de Mario Vargas Llosa, muestra el relato de un drama político de opresión y egocentrismo tan común en el hemisferio latinoamericano, siendo el texto un suceso histórico apesadumbrado recubierto de recreación literaria.
"El Chivo" es el sobrenombre que los conjurados prestos a exterminarlo le dieron al brutal generalísimo dominicano Rafael Leónidas Trujillo. En esa tétrica lista se incluyen el haitiano Francois Duvalier, el tosco personaje que hizo de la magia negra la base de un terror físico/psicológico, y Juan Vicente Gómez, cuyo gobierno oscurantista impidió la entrada de Venezuela al siglo XX hasta bien entrado el año 1935, fecha de su muerte.
El mérito de esas cuartillas es sentir que los tentáculos de la dictadura lo corrompen todo, suben a las paredes, se introducen en las alcobas, hurgan en las conciencias y allí, convertidas en mandrágora, absorben el valor moral.
Hay en la novela un diálogo pasmoso entre el presidente títere, Joaquín Balaguer, nombrado a dedo, y el propio Generalísimo.
El pequeño timorato e inteligente adulador, quiere impedir que un asesino, el teniente Peña Rivera, sea ascendido a capitán. Ante esa negación, Trujillo le expone argumentos contundentes:
"Usted, presidente Balaguer, tiene la suerte de ocuparse solo de aquello que la política tiene de mejor: leyes, reformas, negociaciones diplomáticas, transformaciones sociales. Le tocó el aspecto grato, amable, de gobernar. ¡Le envidio!
Me hubiera gustado ser solo un estadista, un reformador. Pero gobernar tiene una cara sucia, sin la cual lo que usted hace sería imposible. ¿Y el orden? ¿Y la estabilidad? ¿Y la seguridad? He procurado que usted no se preocupe de esas cosas ingratas. Pero no me diga que no sabe cómo se consigue la paz. Con cuánto sacrificio y con cuánta sangre. Agradezca que le permitiera mirar a otro lado, mientras yo, el teniente Peña Rivera y otros teníamos tranquilo al país, para que usted escribiera sus poemas y sus discursos".
En esos párrafos se abren los latifundios-naciones latinoamericanas, lugar donde un "Tirano Banderas" valleinclanesco sigue tutelando por interposición de mampuestos autócratas.
Será causa reflexiva acordarse de ese libro cuando se percibe el laberinto político de las últimas elecciones generales en España con un partido Podemos antisistema, xenófobo, con promesas tramposas, dispuesto a hacer tabla rasa con el actual sistema -los emergentes superaron los 8 millones de votos- y cuyos dirigentes han colaborado años con el chavismo en la Cátedra Bolivariana Miranda.
Recordemos otros signos en la Venezuela reciente, y es que nunca los actos de la baja política son mas insanos que cuando intentan salvar al país con ideologías quebradas.
Se acerca el 5 de enero y habrá una nueva Asamblea Nacional. Ese día debiera comenzar un diálogo sin barricadas entre Gobierno y oposición. Algo remoto hoy. El panorama está abstruso. Ideal sería que cada responsable en esta tierra de gracia comenzara a ver "su propio yo en el otro". Ayudaría.
rnaranco@hotmail.com
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