- Por José del Castillo.
En la continuación de la misiva que en septiembre 19 de 1948 le dirigiera en La Habana el exiliado Pedro Mir al poeta Nicolás Guillén, en procura de un poema solidario con la causa antitrujillista, a un año del fracaso de la expedición de Cayo Confites en la que el dominicano se había enrolado, éste le traza un cuadro dramático de la lucha interna contra el tirano y le perfila el exilio que se movía en Cuba. Tras considerar el papel del intelectual en el faenar revolucionario, Mayakowski referenciado, Mir ataca de nuevo para sensibilizar el estro del vate de Sóngoro consongo y vencer su reticencia. Alude a la guerrilla de los comunistas griegos, al trance clandestino de Neruda -desaforado como senador del PC-, quien cruzaría los Andes en fuga hacia Argentina. Menciona a don Fed (Henríquez y Carvajal), amigo de Martí, a Pericles Franco y Freddy Valdez, dirigentes del PSP. A Jacques Roumain (escritor, etnólogo y político haitiano, autor de Gobernadores del Rocío), a quien Guillén dedicó ese año su sentida Elegía a J.R. en el cielo de Haití.
"Pero volviendo a la situación dominicana. ¿Qué cosa son esos líderes que tan presentes estuvieron entre nosotros aquella noche? Tenemos que tomar en consideración ciertas circunstancias. El ambiente político dominicano es tan cerrado que en cuanto alguna persona, en algún modo se significa en la lucha democrática, está en peligro inminente de muerte. No queda más que una disyuntiva. Inmolarse oscuramente o escapar. En esas condiciones han salido para Cuba. Naturalmente, en cuanto se ubican aquí surge una lucha imprevista. No hay una institución revolucionaria, ni mucho menos un fondo, como lo tenían los exiliados republicanos españoles, que permita a estos hombres orientarse en la vida. La lucha por la existencia, sin preparación adecuada las más veces, en un país extraño en que las condiciones de vida son extremadamente duras para los propios nativos, hace caer a estos hombres en tal o cual actitud en la cual va siempre involucrada la cuestión dominicana con más o menos honradez.
En estas condiciones muchos han caído en una posición negativa de decepción y demás, otros han explotado su condición y su capacidad para su provecho personal, otros se han ligado a movimientos y sectores que a su entender son útiles a la causa y en fin, cada uno ha elegido el camino que según su saber y entender es el más correcto. Estos hombres son individuos, sometidos a las contingencias individuales. Enjuiciarlos no significa, en ninguna forma, enjuiciar la causa dominicana. El pueblo dominicano es otra cosa. Es un pueblo constituido por héroes, tanto como traidores, rufianes de toda laya, mujeres bellas o prostitutas, madres infinitas y doloridas, hombres llamados, centenariamente Don Federico; hombres honestos y jóvenes llamados, heroicamente, Pericles Franco, Jaime Nils, Freddy Valdez; hombres nefastos llamados, tiránicamente, Benefactor de la Patria; inclusive hombres llamados Nicolás, ninguno de los cuales, que yo sepa y para nuestro mal, "tiene un Guillén". Tenemos que venir a buscarlo a Cuba…
Y precisamente. Si el pueblo dominicano es así, quiere decir que es como todos los pueblos del mundo y que sus enemigos son los enemigos del pueblo. Y que no es por pura coincidencia que esos son los mismos enemigos del pueblo cubano. Y el poeta cubano Guillén, que es un poeta, es decir una estructura emocional que traduce en lenguaje universal las emociones cubanas, está, esencialmente, aliado a la causa dominicana.
Yo comprendo que Guillén quiera ver en Santo Domingo una lucha vertebrada. Todos lo queremos. Pero las circunstancias de que esa lucha no se haya vertebrado en las calles o en los montes, así como que sus líderes luchen en su provecho o luchen incorrectamente, no debe significar nunca, que aquellos que están en la vanguardia de la lucha de los pueblos se cierren a la lucha dominicana. Porque tenemos que ponernos de acuerdo. La lucha de los guerrilleros del Monte Grammos no es la lucha; es una etapa de la lucha. A esta etapa no ha llegado aún el pueblo dominicano. Su lucha actual consiste, precisamente, en alcanzar esta etapa. Si los partidos del pueblo no pueden prestar su ayuda al pueblo dominicano en esas condiciones, entonces no pediremos ayuda a estos partidos. Entonces buscaremos la ayuda con que se pueda contar.
Iremos, por ejemplo, a casa del único poeta que, ahora que Neruda está encastillado en su cápsula fugitiva, tiene por lo menos una voz americana y una resonancia universal. Ya fuimos donde Neruda que nos prologó el libro de Pericles Franco. Ahora iremos donde Nicolás Guillén. Llevaremos a casa de Guillén una gran botella de coñac. Hablaremos de todo con Nicolás. Porque un buen trago es la versión antillana de la cordialidad. Quizás Nicolás se haga a nosotros. Y quizás por nosotros, se haga a la fiebre popular dominicana. Así, tal vez, sintió la fiebre haitiana por Jacques Roumain. Salvadas debidamente las proporciones, claro está. Jacques Roumain era Jacques Roumain. Cualquiera no puede improvisarlo. Es cierto. Pero es lo de menos. Lo demás es que el pueblo dominicano es un pueblo como el haitiano, como el cubano, como el griego. Y en tanto, lo que hay que ver es si este pueblo ha hecho lo necesario por alcanzar sus objetivos.
En pocos países, amigo mío, la lucha antiimperialista ha sido más franca y enconada que en este pequeño país. El lobo no ha podido hacérsele el muerto al Señor Conejo. Los marinos yanquis han sido tiroteados con plomo, con piedras y con escupitajos. Tenemos héroes que han muerto en lucha abierta y vertebrada con los marinos yanquis. Zarzuela, como Candelario de la Rosa, son algunos de esos nombres. Hemos tenido guerrilleros en el sentido griego, contra las tropas yanquis, los "gavilleros". Ramón Natera, Evangelista, son nombres de sus jefes. El pueblo nunca aceptó la ingerencia americana en los asuntos nacionales. Y protestó peleando. Ni aún hoy ha podido disfrazarse de Trujillo. El pueblo sabe que Trujillo es un agente sostenido y protegido por los monopolistas norteamericanos. Y contra él pelea ferozmente. Esto no es sentimentalismo, como tú decías Guillen. Está luchando bravamente, en las peores condiciones de lucha del mundo.
¿Y mientras tanto…? Ha habido un momento en que una posibilidad de lucha decisiva tenía por base el refugio de las Embajadas. De ese modo se integraban a la lucha muchos elementos valiosos de la burguesía. La Embajada de los Estados Unidos estuvo siempre cerrada para los dominicanos perseguidos de muerte. Pero ha habido algo más terrible. La Embajada de Cuba ha permanecido abierta jurídicamente. Pero ningún revolucionario se acogió a ella. La Embajada de Cuba era sospechosa. ¿Por qué? Porque todo el mundo sabía que aquella lucha no repercutía en el corazón de aquellos que tenían la misión de proteger a los héroes. ¿Por qué? No sería por falta de vertebración del movimiento. A las mismas puertas de las Embajadas llevó el pueblo, en masa, sus heridos. Por lo que es muy posible que sucediera esto, es porque necesitábamos un Nicolás Guillén que fuera de puerta en puerta, tocando el picaporte de los corazones y llamando a la vergüenza de los pueblos de América. Los dominicanos encontraron todas las puertas cerradas, exceptuando las de México, Colombia y Venezuela. Y no es que ésta fuera la única posibilidad de lucha que entendiera el pueblo dominicano. Pero era una ayuda eficaz en un momento dado. Los asilados salían de allí para volver a la lucha. Los comunistas salieron al extranjero por mediación de estas Embajadas. Ya no se cuenta con la ayuda de las Embajadas. No se cuenta más que con el pecho desnudo.
¿Es que no hay pueblos en América? ¿Por qué los pueblos no fuerzan a sus gobiernos a romper relaciones, a hostilizar en los congresos y conferencias, a bombardear a Trujillo con todos los recursos de la vida internacional? ¿Cómo es posible que muchos embajadores se pongan al servicio de Trujillo? Lo aplaudan. Lo mimen a los ojos del pueblo hambriento y sangrante. Mi querido Nicolás Guillén, esto no es sentimentalismo. Yo te llevé la prueba a tu casa, aquella noche. Hace falta más vergüenza en los hombres. Esta vergüenza, todos lo sabemos, está en los códigos de la moral burguesa, pero no está en la práctica de la sociedad burguesa. Tiene que ser impuesta por los pueblos. Pero ¿quién se lo va a decir a los pueblos, si no tienen una voz, un lenguaje popular que sea como una escopeta? Se lo puede decir Neruda. (¡ay, soldadito!) Se lo puede decir Guillén. (¿por qué dices tú, soldado, que te odio yo?) Pero Neruda está enfrascado en una fragorosa ausencia. Y Guillén… ¡bueno! Guillén quiere la vertebración de una lucha y un líder honrado.
Mientras tanto la sangre dominicana está corriendo a raudales, hermosamente roja y limpia. Seguirá corriendo. Y Santo Domingo será libre. Será libre porque tiene un pueblo probado en la lucha vertebrada contra el enemigo de todos. Se hará libre porque es un pueblo. Y será libre, sin ayuda, cien veces. Como lo ha hecho tantas veces ya, todas las veces, en el curso de su historia combativa. Es lástima que las voces positivas de América pierdan esta oportunidad. ¡Que la pierdan! Pero que sepan que Santo Domingo será libre, sola y sin compaña, como la mala res. Será libre. Ya lo veremos. Ya lo verás tú, Nicolás Guillén. Tú no quieres que tus versos circulen secretamente, de mano en mano, como un crimen, en un pueblo valiente y entero. Te asquean los líderes dominicanos. Ya verás algún día, comprenderás algún día lo que es un líder dominicano con un machete en la mano. Te lo digo ahora cordialmente, con un abrazo, al enviarte esta carta. Y aquí entre nosotros: quizás alcances a verle la estrella roja; rebelde y antillana, que gira y arde en el fondo de sus pupilas…"
Se despedía "cordialmente, con un abrazo". Su carta era un clamor encendido, con machete de Gómez y estrella roja incluidos. Clave del estruendo que fue entonces Hay un país en el mundo, publicado en 1949.
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