Huber Matos, el único de los comandantes históricos de la revolución cubana exiliado, un hombre que "amaba a Cuba con toda su alma" y se atrevió a enfrentarse a Fidel Castro, murió ayer en un hospital de Miami, a los 95 años, con el sueño incumplido de ver una Cuba libre.
Sus últimas palabras, según dijo a Efe su nieto, fueron para Cuba y la continuación de la lucha por la libertad en la isla. "La lucha continúa. Viva Cuba libre", dijo en sus últimos momentos el excomandante y líder del grupo opositor Cuba Independiente y Democrática (CID) a disidentes de la isla.
"Fue un hombre cariñoso, humilde y sincero que amaba a Cuba con toda su alma", apuntó sereno Huber Matos, nieto del único de los comandantes revolucionarios que se atrevió a plantar cara a Castro cuando advirtió la orientación totalitaria que tomaba la política de este, tras el triunfo de la guerrilla.
Rogelio Matos, hijo de Huber Matos, le calificó de "gran padre", un hombre "lleno de cariño y amor" que tuvo el "valor" la "dignidad" de enfrentarse a Castro antes que renunciar a sus principios éticos, pese a la "privilegiada" posición que ostentaba dentro de la cúpula revolucionaria.
Expresó con orgullo "la decencia y el patriotismo" que mostró su padre al denunciar la deriva dictatorial en que había entrado la política de Fidel Castro, una denuncia por la que tuvo que "pagar un precio muy alto".
Tras un juicio sumario, acusado de sedición, Matos fue condenado a una pena de veinte años de cárcel, que cumplió íntegramente, y en la que sufrió enormes privaciones y malos tratos.
En palabras de Rogelio Matos, su padre encarnaba "las ansias que tenía el pueblo cubano de hacer una revolución genuina, no lo que hicieron esta gente."
Explicó a Efe que, en las últimas horas, estuvo conversando sobre "Venezuela y el impacto que los acontecimientos en ese país podían tener en Cuba". Murió "lleno de esperanza", hasta el punto de que, unos días antes de enfermar, había expresado a su hijo su convencimiento de que "el cambio en Cuba venia y venía pronto".
La familia se encuentra en estos momentos organizando el funeral que se oficiará en la ciudad estadounidense de Miami. Sus restos serán velados el próximo domingo y, probablemente, trasladados a Costa Rica, por voluntad del fallecido.
Fue de Costa Rica, país que le acogió cuando salió exiliado por primera vez en 1957, de donde partió hacia Sierra Maestra para unirse a la guerrilla.
"Quiero hacer mi viaje de regreso a Cuba desde la misma tierra cuyo pueblo siempre me demostró solidaridad y cariño, quiero descansar en suelo costarricense hasta que Cuba sea libre y de allí a Yara, a acompañar a mi madre y a reunirme con mi padre y con los cubanos", dejó escrito el excomandante revolucionario.
El pasado martes había sido ingresado en el hospital Kendall Regional, donde se le diagnosticó un "ataque masivo al corazón". Y este miércoles pidió él mismo que "le retiraran el equipo que le ayudaba a respirar", señaló la familia en un comunicado.
Matos, quien combatió contra el general Fulgencio Batista, fue uno de los líderes más carismáticos de la guerrilla revolucionaria, al lado de Fidel Castro, hasta que sus divergencias ideológicas con la política de este precipitaron su detención y posterior condena.
Nacido en el seno de una familia humilde, Huber Matos era doctorado en Pedagogía por la Universidad de La Habana, en 1944, y, como maestro rural, la observación de las extremas condiciones en que vivía el campesinado impulsó su compromiso político desde muy pronto.
Tras el golpe de Estado de Batista, en 1952, se unió a la guerrilla cuatro años después y se convirtió en uno de los líderes más carismáticos.
Hombre de principios éticos firmes, profundamente creyente, culto, valiente, cortés, austero, Huber Matos (Yara, 1918) ocupó puestos de la máxima responsabilidad al lado de Fidel Castro hasta que este se hizo con el poder, en enero de 1959, y comenzaron los choques ideológicos entre ambos.
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POR: POR CHICHI DE JESUS REYES
(chichidejesusreyes@gmail.com)
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El domingo pasado se cumpió 84 años del inicio en Santiago del denominado movimiento cívico revolucionario que dio al traste con el gobierno del presidente Horacion Vásquez, que posteriormente derivó en el ascenso al poder del jefe del Ejército, Rafael Leónidas Trujillo Molina. La asonada la encabezó el reputado lider politico Rafael Estrella Ureña, quien semanas antes junto al general Desiderio Arias y al dirigente Elias Brache, formaban la Coalición Patriótica de Ciudadanos, que presidia el licenciado Federico Velázquez. Estrella Ureña aparecia como candidato a la vicepresidencia de esa agrupación.
La ocupacion de la fortaleza San Luis, de Santiago, se produjo en la madrugada del dia 23 de febrero, sin la menor resistencia de los militares custodias y ante la ausencia deliberada del comandante de la plaza, coronel Simón Diaz, quien horas antes viajó a Santo Domingo a recibir instrucciones del brazo ejecutor del golpe. Desde hacía dias circulaban en el pais insistentes rumores de que “algo gordo” se está tramando contra Horacio.
Al presidente Vásquez sus seguidores más cercanos se lo aadvertían. Le señalaron hombres y lugares donde se realizaban los encuentros conspirativos y le quisieron abrir los ojos nuevamente respecto a la participacion activa de Trujillo, pero Horacio no le dió importancia y prosiguió su accidentada carrera en busca de la reelección para un nuevo período.
Al presidente Vásquez sus seguidores más cercanos se lo aadvertían. Le señalaron hombres y lugares donde se realizaban los encuentros conspirativos y le quisieron abrir los ojos nuevamente respecto a la participacion activa de Trujillo, pero Horacio no le dió importancia y prosiguió su accidentada carrera en busca de la reelección para un nuevo período.
Originalmente el levantamiento estaba programado para los primeros días de febrero, lo que se confirma con la fecha del 9 de febrero que tiene la proclama redactada al efecto para anunciar la “Revolución”. Pero, posiblemente, la fecha se aplazó porque el ministro de la Legacion Americana, Charles B. Curtis, para la ocasión se encontraba de visita en la ciudad de Santiago. Para disimular la participacion de Trujillo en la rebelión la proclama la firmó el licenciado Estrella Ureña, y según algunos historiadores en la redacción de la misma participó el entonces joven abogado Joaquín Balaguer.
Las fuerzas rebeldes tomaron a Santiago y Montecristi sin disparar un solo tiro; luego pasaron por Moca y La vega, sin que nadie les saliera al paso. Las tropas entraron a la capital libres de obstáculos y hacían disparos al aire para intimidar a la población. El cuartel general de la revolución fue establecido en la Puerta del Conde, bajo el mando del coronel Antonio Jorge, mientras el oficial José Estrella fue apostado con sus tropas en la Puerta de la Misericordia, entre la calle Arzobispo Portes y Palo Hincado. Tancredo Saviñón y Rafael Berrido, acamparon en los alrededores del edificio de Obras Públicas, que estaba en Ciudad Nueva, mientras que Wenceslao Figuereo quedó bajo control de la Policía Municipal.
En la mañana del 24 de febrero la ciudad capital despertó a la realidad de que un movimiento había estallado en Santiago, y de inmediato una multitud de seguidores de Horacio se concentró en la mansión presidencial, mientras algunos ministros del gobierno horacista trataban de celebrar una rueda de prensa para discutir la stiuación. Allí se dieron cita altos funcionarios, autoridades y empleados públicos, hombres y mujeres del pueblo tratando de escuchar lo que se discutía y dispuestos a ofrecer su respaldo al Gobierno. En horas de la tarde el presidente Vásquez y su esposa, el vicepresidente José Dolores Alfonseca, los presidentes de las cámaras legislativas, juntos a senadores y diputados con sus familias, invadieron la legación americana. El ministro Curtis los recibió con “recelo” y aconsejó al presidente y su comitiva “refugiarse en la Fortaleza Ozama”, lo que significaba ponerse “en la boca del lobo”.
Con Horacio a su lado, el Curtis se comunicó con Trujillo, recibiendo del general “renovadas seguridades de fidelidad al Presidente de la República y su Gobierno”. En ese ambiente todavia Vásquez, ciego y sordo a la realidad del momento, solicitaba y aceptaba cándidamente los consejos del representante americano y éste, a su vez, increiblemente, también creía en las promesas de fidelidad de Trujillo.
En una visita a la fortaleza Ozama, Horacio se comunicó con Curtis para informarle su interés de transmitirle personalmente sus dudas sobre la lealtad del jefe del Ejército. El delegado reaccionó violentamente y cuando se encontró con Trujillo lo conminó a que respondiera por su conducta “pasiva y nula como jefe de las Fuerzas Armadas en un instante tan decisivo como el que estaba experimentando el país”. Pero el gendarme, de manera cínica, le expresó a Curtis: “Bajo palabras de honor, le reafirmo mi fidelidad al Gobierno”.
Míster Curtis, todavía aferrado a la idea de salvar el gobierno y satisfecho con las promesas de Trujillo, aprovechó su visita a la fortaleza para insistir que era preciso hacer ciertas concesiones a los revolucionarios, las cuales comprendían, entre otras, la inmediata renuncia del vicepresidente Alfonseca, la aceptación del principio de no reelección, así como la revalidación de la Ley Electoral del año 1924. Tras breves consultas con sus partidarios Vásquez dijo estar conforme con todo menos con la condición de no reelección.
Para conversar con los insurgentes Curtis envió a Santiago a Mr. Cabot, secretario de la delegación, y Estrella Ureña y Desiderio Arias al recibir la propuesta del acuerdo preliminar, respondieron que “tenemos que hablar con los demás líderes”. Mientras tanto, el presidente Vásquez, visiblemente nervioso, envió al Cibao a un hombre de su personal confianza, el coronel José Alfonseca, al frente de un contingente de tropas a contener la marcha de los revolucionarios.
Pero el general Trujillo revocó la orden presidencial y en lugar de Alfonseca reclutó al coronel Simón Díaz, quien asistió a las tropas hasta su entrada triunfal a la ciudad capital.
Las partes beligerantes presentaron pliegos de posiciones para finiquitar el conflicto. Se acordó las renuncias del presidente y del vicepresidente y el nombramiento de un nuevo Secretario de lo Interior, que pasaría a ocupar la Presidencia de la República, conforme el derecho de sucesion previsto en la Constitución. Horacio propuso para el cargo al licenciado Angel Morales, pero se impuso la propuesta de los rebeldes, que sometieron a Estrella Ureña, que días después pasó a ocupar la Presidencia de la República.
Las partes beligerantes presentaron pliegos de posiciones para finiquitar el conflicto. Se acordó las renuncias del presidente y del vicepresidente y el nombramiento de un nuevo Secretario de lo Interior, que pasaría a ocupar la Presidencia de la República, conforme el derecho de sucesion previsto en la Constitución. Horacio propuso para el cargo al licenciado Angel Morales, pero se impuso la propuesta de los rebeldes, que sometieron a Estrella Ureña, que días después pasó a ocupar la Presidencia de la República.