Augusto Pinochet le dio luz verde para acallar a sus críticas. El juez Juan Guzmán Tapia llamó este caso “el más fácil de comprobar”. Pero a 42 años del montaje de inteligencia militar de dos países realizada en julio 1975, conocido como Operación Colombo, aún quedan aspectos fundamentales sin aclarar.
En 1975, cuando la condena internacional cercaba a Chile, mientras, dentro del país los familiares perdían el miedo y los defensores de las víctimas entendían mejor las políticas represivas, Pinochet y sus socios cívico-militares calcularon un plan intencionado para desmentir, con complicidad de la prensa nacional, la práctica de desaparición forzosa. Calcularon mal. De tanta torpeza fue el plan que terminó apuntando a los mismos que lo idearon.
En noviembre 2004 el magistrado de la Corte de Apelaciones de Santiago Juan Guzmán procesó a 16 ex miembros de la DINA por Operación Colombo, y un año después el juez Víctor Montiglio, fallecido enero 2011, procesó a Pinochet por la misma causa. En mayo 2008 Montiglio procesó a 98 jerarcas y ex agentes de la DINA por 60 víctimas, cuyos nombres figuraban entre 119 detenidos, que la dictadura chilena quiso aparecer que se habrían matado entre ellos en Argentina. Caso por caso, se comprobó las circunstancias de las detenciones en Chile. Se comprobó que los detenidos con cuyos nombres se confeccionó las listas en realidad estaban secuestrados en los recinto clandestino de detención y tortura de Londres 38, José Domingo Cañas, Irán y Villa Grimaldi de Santiago, conocidos por sus denominaciones militares Yucatán, Ollagüe, Tacora y Terranova, respectivamente. Por ende, se comprobaba que no estuvieron en Argentina. También se comprobó la participación de agentes de la DINA (Dirección Nacional de Inteligencia), quienes confeccionaron las listas de nombres y cédulas de identificación falsas.
El plan capitalizaba en la presencia de miles de chilenos refugiados en Argentina, quienes al llegar fueron aconsejados que se hiciese pasar por mendocinos, dado que se decía que los chilenos eran terroristas. Por tanto, era plausible que chilenos se encontraran en el país trasandino. También servía para ir perfeccionando el trabajo conjunto que la inteligencia militar chilena y argentina venían haciendo desde el asesinato en septiembre de 1974 del ex Comandante-en-Jefe del Ejército Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert en Palermo, y que se sellaría con la formalización de Operación Cóndor 10 meses después.
No obstante, en relación al siniestro preámbulo a la muy difundida lista de 119 nombres hasta hoy hay mucho sin aclarar.
El 16 de abril 1975 en un estacionamiento de la calle Sarmiento de Buenos Aires, fue descubierto un cuerpo mutilado, acompañado por una cédula de identidad intacta, correspondiente a David Silberman, ingeniero civil chileno visto en el recinto de calle José Domingo Cañas en octubre de 1974. Luego, el 11 julio del mismo año, en Pilar, provincia de Buenos Aires, fueron descubiertos en un auto dos cuerpos quemados, acompañados por cédulas de identidad correspondientes a los chilenos Jaime Robotham y Luis Guendelman, ambos detenidos y desaparecidos. El 19 de julio se repitió con el hallazgo de un cuarto cuerpo, en las mismas condiciones, esta vez con cédula supuestamente del ingeniero químico chileno Juan Carlos Perelman, detenido el 2 de febrero 1975 también en Santiago y visto en Villa Grimaldi.
Sus familiares llevaban tiempo buscando el paradero de ellos y ahora se vieron obligados a viajar a Buenos Aires a enfrentarse con la espantosa escena de un cuerpo carbonizado. A pesar de la desfiguración de los cadáveres, los familiares constataron que no correspondían a quienes buscaban incansablemente. La orquestación se auto-incriminó también debido a los apellidos y nombres en las cédulas de identidad mal deletreadas, con firmas que no correspondían y fotografías antiguas.
En febrero de 1975, detectives fueron al domicilio de los Robotham en calle Ricardo Lyon de Santiago, pidiendo una foto de Jaime. El estudiante de tercer año de sociología y militante del Partido Socialista llevaba más de un mes detenido sin que su familia conociera su paradero. (Gracias a las declaraciones judiciales de diecisiete sobrevivientes de Villa Grimaldi, hoy se sabe que Jaime estuvo en ese recinto de la DINA hasta ese mismo mes de febrero; de allí se le pierde todo rastro.) Se les entregó la única foto que encontraron, una de Jaime de cuando era niño. Cuatro meses más tarde, esa misma foto apareció en la cédula de identidad al lado de uno de los cuerpos hallados en Pilar, Argentina.
Recién el año pasado la familia Robotham supo que en junio y julio de 1974, Jaime efectivamente estuvo en Buenos Aires, de parte del Partido Socialista, entrando por el aeropuerto de Ezeiza. Cinco meses más tarde fue detenido, y un año más tarde, su nombre que utilizado para el montaje llevado a cabo en Pilar.
Jorge Robotham, hermano mayor de Jaime, señala: “Este no fue un acto propagandístico más. Agentes chilenos y argentinos coludieron para elaborar este tenebroso plan que buscaba hacer aparecer a detenidos desaparecidos en Chile como muertos entre ellos en el extranjero, mientras sus familiares los buscaban a lo largo de Chile“.
Que tres de los nombres correspondían a judíos y el cuarto – Robotham – se podría confundir por un apellido judío, apunta al rol de agentes argentinos en la selección de los nombres. Pues, en Argentina, estaba culturalmente arraigado el concepto que ser judío era sinónimo de izquierda, al contrario que en Chile. Pero ¿qué otro rol tuvieron? ¿De qué manera los militares chilenos devolvieron el favor a sus pares argentinos? Recién en febrero de 1975, Argentina había estrenado las prácticas represivas que ya eran habituales en Chile- secuestros llevados a cabo por civiles, detención en recintos clandestinos, negación de tales detenciones, tortura – con el Operativo Independencia en la provincia nortina de Tucumán.
Una carta de la Fiscalía del Ministerio Público de Buenos Aires, con fecha 16 de septiembre de 2015, en el marco del proceso “Videla Jorge Rafael y otros S/Privación Ilegal de la Libertad indica “herida de bala en el cráneo” como la causa de muerte de los cuerpos acompañados por carnets de identidad con los nombres de Jaime Robotham y Luis Guendelman. Señala además: “Las defunciones … fueron inhumados como NN en el Cementerio Municipal de Pilar del día 23 de julio de 1975 por orden policial, y fueron ubicados en el sector 13, sepultura nro. 50 siendo sus restos posteriormente trasladados al osario general“.
Once días después de su hallazgo, los cuerpos fueron enterrados sin ninguna investigación, y sin saber quiénes eran ni las circunstancias reales de sus muertes. Pero hay antecedentes, incluso huellas digitales de por lo menos una de las víctimas encontradas en el auto en Pilar, según oficiales argentinos.
Jorge Robotham ha viajado varias veces a Buenos Aires para buscar mayor antecedentes. Ahora está empeñado en que los argentinos abran una investigación sobre el hallazgo de los cuerpos y suplantación de identidades. Llama a que se investigue las identidades de los cuerpos y las muertes de las cuatro personas. Reflexionando sobre los hechos cuatro décadas después, piensa que el trauma de enfrentar el espeluznante espectáculo de un cuerpo quemado no se prestaba para una determinación fidedigna, por lo menos en el caso del cuerpo asociado con el nombre de su hermano Jaime . En Chile, el proceso por su hermano terminó con sentencias cortas y beneficios carcelarios, dictados por la Corte Suprema, y solo se logró descubrir a grandes rasgos lo que pasó con Jaime. Piensa que una investigación argentina puede arrojar mayor información sobre cómo se organizó el montaje.
Simón Guendelman es hermano mayor del arquitecto Luis Guendelman, secuestrado el 4 de septiembre de 1974 en Santiago. Cuando supo que su madre y cuñada descartaron que el otro cuerpo hallado en Pilar pertenecía a Luis, él se preguntó inmediatamente. “¿ Si no es Lucho, entonces quién es? ¿Y quién será la familia que igual que nosotros busca su ser querido?’ “
Eso Jorge Robotham también espera saber. Jaime era el menor de seis hermanos. Cuando Jorge tenía 18 años, Jaime tenía 10. “Que me iba interesar lo que hacía un cabro chico [pibe]?” se ríe. Ese “cabro” tendría hoy 66 años. Más de cuatro décadas después , perseguir justicia por su hermano constituye el eje central de su vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario