José Luis Taveras
El Libro Verde sigue provocando adhesiones. Su firma recoge una crónica inédita en la historia de nuestras ausencias. La gente, sin más motivo que su arrojo, acude a los puntos de firma para sumar voluntades en una petición popular cada vez más robusta.
Podrán presumir miles de motivos espurios y prejuiciosos, pero jamás borrar las imágenes que compilan esta nueva historia. Son memorables los pequeños momentos de gloria, como el que protagonizó una anciana cuando empuñaba con torpeza el bolígrafo para dejar en sus trazos la huella más firme de sus convicciones, o la del empleado público que en las sombras convenció a un primo a que lo hiciera por él, o el caso de Abel María Cepín, un suboficial de la Policía Nacional que fue destituido por haber cometido el crimen de firmar.
Obreros, empleados, profesionales, empresarios, maestros, campesinos, universitarios, jueces, artistas y jubilados han acudido sin llamarlos y han buscado, por propia cuenta y diligencia, información sobre los puestos de firma. Algunos han ido en comitiva familiar; otros, junto a compañeros de trabajo, aprovechando los espacios libres de su jornada laboral.
Esta manifestación es la negación más rotunda de lo que ha sido el patrón de participación social en nuestra tradición política, definida, en los hechos, como un proselitismo usurero en el que la gente asiste por un trato económico o por alguna expectativa retributiva. Entender y aceptar este proceder ciudadano entraña un reto indescifrable para el común de los actores políticos, acostumbrados al tráfico barato de las masas mórbidas, por eso algunos buscan motivos desesperados que solo hallarán en el fondo de sus paranoias o en el frío y cortante silencio de su miedo.
La avalancha de Odebrecht trae en su desbocado tropel mucha basura que promete sepultar aún más impunidades. Esta vez no podrán tapar, disimular ni barajar; están turbados y con el juego trancado. Nunca sospecharon que sus negros desmanes iban a ser desarropados a pleno sol de su vergüenza porque se creían gigantes acorazados con blindajes impenetrables de impunidad. Siempre contaron con una sociedad sumisa, enajenada y rendida. Ahora serán náufragos de la tormenta perfecta: un escándalo que amenaza con aplastar toda resistencia y una sociedad dispuesta a reclamar cada centavo.
El Libro Verde no es un simple asiento de firmas, es un repertorio testimonial de un nuevo sueño. La gente aspira a ver, vivir y legar en un país seguro donde impere el respeto a la ley y en el que la autoridad se ejerza con sujeción al orden. El Libro Verde es la memoria de una participación democrática diferente: de abajo hacia arriba; un repudio concluyente al modelo de dirección concentrado de decisión social; un ejercicio soberano y pleno de otra raigambre democrática, negada o usurpada por viejos y decadentes actores.
Qué pena que un esfuerzo de esa talla no haya sido asimilado en su justo espíritu por una clase gobernante asustadiza que de cualquier guiño alucina con fantasmas golpistas. Esta vez no pasarán, repito, ¡no pasarán! Tendrán que ver lo que es capaz un pueblo cuando jura no prestar su destino. ¡Todos a firmar!
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