LA DICTADURA DE LA POSVERDAD
JOSÉ ANTONIO TRUJILLO
La posverdad es el atajo de los totalitarios. La mentira no es suficiente. A un embustero le interesa la verdad aunque sea de forma interesada, justo para transmitir la idea contraria: su mentira. Por desgracia, lo que le ocurre a la verdad en este tiempo, es que muchos se empeñan en que deje de interesar. Parece que la mentira se perpetúa con gran facilidad mientras que la verdad siempre es vulnerable, frágil y nunca suficiente. La omnipresencia de la política en la sociedad y la crisis de los medios de comunicación, han facilitado que la posverdad encuentre fácil acomodo en nuestra sociedad. El sueño de los dictadores del siglo pasado de dividir a las personas en 'los nuestros' y 'los demás' se hace presente cuando a algunos no les interesa ya la realidad con sus matices, sino que imponen su posición y buscan encontrar el eco necesario para perpetuar su tóxica postura en los medios que les son afines. En el ataque feroz al diferente, muchos encuentran su propia identidad y por tanto su supervivencia. Con la llegada al poder de la posverdad, las luchas ideológicas son un juego de niños.
Esta semana hemos sido espectadores de un hecho de enorme trascendencia que ilustra con nitidez como la verdad no encuentra su sitio. Con la voz afectada y el rostro paralizado, la fiscal jefe de Barcelona, Ana Magaldi compareció en rueda de prensa el pasado martes para explicar su versión de lo sucedido durante una de las sesiones del juicio por el 9N en la que a su llegada al Palacio de Justicia de Barcelona fue gravemente insultada y finalmente, amenazada. Su relato minucioso describía una realidad triste y muy preocupante. Tras su canto desesperado, lo de menos fue lo allí descrito. Rápidamente se obró el milagro y la verdad fue desalojada de la realidad, y se transformó en una nueva excusa para que con la propaganda, la posverdad retozara sin disimulo en el terreno de lo propio. Políticos y medios de comunicación nuevamente se afanaron de forma conjunta en que los hechos objetivos influyeran menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a las creencias personales. No tuvo ni una muestra de apoyo desde los que se sienten en la otra orilla.
Con gran preocupación adivinamos que la dictadura de la posverdad ha hecho insignificante el daño de la mentira simple. El silencio sobre la verdad generó monstruos en el pasado, y ayudó a los totalitarios a alcanzar metas mayores que las que sus postulados preveían. La defensa de la verdad será de nuevo un acto revolucionario.
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