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sábado, 25 de febrero de 2017

"Hitler, drogas y el III Reich", de Norman Ohler


Norman Ohler
Este libro es la base de varios documentales que con los mismos títulos se pueden encontrar fácilmente en la red. Hace unos meses TVE los programó en ´La noche temática´. El lector español tiene desde octubre del año pasado toda esta investigación a su disposición con las fuentes originales. El autor es un periodista alemán, Norman Ohler (Zweibrucken, 1970), que en 2015, tras cinco años de investigación en archivos alemanes y norteamericanos, publicó esta primera obra que ha abierto un camino no suficientemente valorado anteriormente sobre la utilización de drogas de una manera generalizada en la sociedad alemana, en el ejército y particularmente y de una manera verdaderamente asombrosa por el propio Adolf Hitler en sus últimos años.

Una metanfetamina, comercializada a partir de su descubrimiento y síntesis en 1937 con el nombre comercial de Pervitin, se usaría de forma sistemática en el ejército alemán que invadió Polonia en septiembre de 1939 y que luego, al año siguiente, lo haría con Bélgica, Holanda y Francia. La guerra relámpago, además del combustible que alimentaba a las unidades motorizadas y blindadas, utilizó con el material humano esta gasolina “súper” que permitía mantener despiertos hasta setenta y dos horas a oficiales y soldados de vanguardia a plena marcha.

El mérito de Norman Ohler es haber localizado en los archivos tanto los ensayos con soldados realizados para probar su efectividad como los encargos masivos de la Wehrmacht a la compañía farmacéutica Temmler. Una fábrica de “marcha” cuyo director químico, Fritz Hauschild, se convertiría tras la guerra en el principal fisiólogo deportivo responsable de los éxitos de la RDA. El Pervitin, que como toda anfetamina, tenía unos efectos secundarios que pronto se manifestaron, incluida la dependencia, fue uno de esos remedios de uso común entre la población alemana para remediar cualquier dolencia. Las cartas a su familia desde el frente pidiendo su suministro de Pervitin, del que luego sería premio Nobel Heinrich Böll, ilustran bien este doble uso. El paso de una guerra rápida, a la guerra desgaste que se vieron obligados a llevar en Rusia a partir de 1942, hizo que el Pervitin dejara de usarse. “Si perdías la oportunidad de descansar en algún momento tenías que recuperarla. La privación del sueño dejó de ser un ventaja estratégica".

La otra gran aportación de Ohler es el descubrimiento e interpretación del dietario del que fuera médico de cabecera de Hitler desde 1941, Theo Morell. Allí se registran 885 apuntes sobre el paciente A, a lo largo de los 1349 días que duró su relación y en los que aparecen reflejadas la friolera de 800 inyecciones, que justificarían ampliamente el que Göring se refiriera a Morell con el apelativo del “maestro de la jeringuilla”. Es increíble la cantidad de preparados de todo tipo que llegó a administrar a un paciente A, al que llegó recetando Mutaflor, un producto realizado a partir de la flora bacteriana existente en las heces humanas con el que alivió sus problemas estomacales. Tras eso siguieron los preparados vitamínicos y hormonales hasta llegar a las combinaciones con opiáceos, como es el caso del Eukodal, una verdadera droga de diseño de un opioide hermano de la heroína con el que también tuvo relación el escritor Klauss Mann: “No tomo morfina pura. Lo que tomo se llama Eukodal. La hermanita Euka… provoca efectos muy hermosos”.

Tras el atentado del coronel Stauffenberg en la “Guarida del lobo”, el otorrino agregado al cuerpo médico habitual añadió durante setenta y cinco días al menos cincuenta dosis de cocaína que se añadieron al sinfín de preparados de Morell. Cada semana, Hitler tomaba de 120 a 150 pastillas y recibía de ocho a diez inyecciones.

Aparte de la documentación , Norman Ohler construye un relato minucioso, con la agenda de Morell como base, de los últimos meses de Hitler ligando sus tratamientos milagrosos a cada uno de los testimonios de aquellos días que conocemos por otros testigos. No es raro que Morell se apunte más de un tanto: “El éxito de la jornada se debe a mí”.

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