Editorial Diario Libre.
Adriano Miguel Tejada
La corrupción se define como “la conducta de los funcionarios públicos que se desvía de las normas aceptadas para lograr fines privados”. Como ha dicho Huntington, “la corrupción obviamente existe en todas las sociedades, pero es visiblemente más común en algunas sociedades que en otras y más común también en algunos períodos de la evolución de la sociedad”.
“La corrupción, sigue afirmando el profesor estadounidense, es una medida de la ausencia de una institucionalización política efectiva”, para agregar que “la debilidad de las organizaciones partidarias es la oportunidad de la corrupción”.
En el período de la evolución de las sociedades en que es más prevaleciente la corrupción, es durante las “más intensas fases de la modernización”, ello así, porque la modernización envuelve un cambio en los valores básicos de la sociedad. Cuando los valores tradicionales pierden vigencia y los de la modernidad (institucionalización, igualdad, etc.) no son todavía asimilados, existe una brecha en que muchas conductas son “aceptadas”.
Asimismo, “la modernización contribuye a la corrupción creando nuevas fuentes de riqueza y poder”, de las cuales participan nuevos grupos imperfectamente asimilados en la sociedad. El Estado es la gran canasta de oportunidades para cambiar las “chancletas” por “yipetas”, y como la modernización expande la capacidad del Estado en todos los órdenes, se multiplican las oportunidades de contratos, regulaciones y otras actividades que son fuentes potenciales de enriquecimiento.
Entender esos factores es básico en la lucha contra la corrupción, y explican por qué tanta gente cree que una victoria es casi imposible, pero como dijo Churchill, en uno de los momentos más oscuros de la historia moderna de la Gran Bretaña, “no nos rendiremos”.
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