Publicado el: 5 enero, 2017
Por: Ubi Rivas
e-mail: u.rivas@hoy.com.do
Con el deceso de Mayobanex Vargas y Vargas, ocurrido el 18 del presente mes, se apagó el último trueno que espantó el miedo cerval que adormecía las conciencias dominicanas, cuando irrumpió por Constanza en la expedición libertaria del 14 de junio de 1959 con la heroica decisión de liquidar la tiranía que desde el 23-02-1930 acogotaba al país, protagonizada por el generalísimo Rafael Leónidas Trujillo.
Cierto que las gestas gloriosas del 14 y 19 de junio por Constanza, Estero Hondo y Maimón no surtieron el propósito militar pautado para derribar la tiranía trujillista, pero resultó el trueno que espantó para siempre el miedo de los dominicanos a un gobernante, hasta hoy, galvanizando y templando las conciencias, en un versión tropical de la fragua con la que Vulcano ablandaba los metales y los convertía en las morfologías que quería
Nunca, hasta hoy, no seríamos los mismos que éramos antes del 14 y 19 de junio de 1959, y es a partir de entonces cuando creamos una granítica conciencia y empezamos a zafarnos de la coyunda miserable de la propaganda goebeliana que forjaban los medios de comunicación, exaltando al generalísimo Trujillo como una figura mítica, muy próxima a una deidad, revestida con el aura del mesianismo y el providencialismo, que propician el endiosamiento, el despotismo y la tiranía.
Ese es el legado supremo que insertaron en la glándula pineal de los dominicanos las gestas gloriosas del l4 y l9 de junio de 1959. que la sociedad dominicana bautizó con exacta definición, La Raza Inmortal.
Los de mi generación, por la que ruedan los peines acotejando canas y arracimando recuerdos imborrables y excelsos, los sucesos acaecidos, que vibran en las emociones imperecederas y grandiosas, fijamos como un replay imborrable los pormenores de esos difíciles y lúgubres días, de miradas cortantes que lo decían todo sin poder decir nada, porque el difuso terror convocaba a un mutismo aplastante, que insuflaba un suspiro de que pronto todo el andamiaje de la infamia se vendría debajo de un todo y para siempre, como aconteció.
En la primera quincena de agosto 1959, la revista Life en español reseñó las gestas del 14 y 19 de junio 1959 como “una odisea de ilusos”, cuando aún el imperio no decidía la eliminación del generalísimo Trujillo, que se produjo meses más tarde cuando la CIA, mediante Lorenzo Berry, entregó armas a los tiranicidas del 30-05-196l que eliminaron a El Jefe con una llovizna de plomo, culminando 31 años de satrapía incalificable de crímenes, vejámenes e irrespeto a los cánones más elementales de la convivencia y el respeto a la condición humana.
El legado del 14 y 19 de junio de 1959 se define en el rescate de esos valores innegociables del hombre, arriesgándolo todo, a sabiendas de que la acción militar era, además del fracaso, y por encima del fracaso, la catapulta para el advenimiento del otro escenario, que restauraría a los dominicanos esos derechos conculcados por 31 años y siete meses, y que todos los heroicos gestos para superar la abyección no consiguieron ni el propósito liberalizador, ni forjar una conciencia de acero, cohesionada, tan difusa como el terror de tuétano imperante, y que produciría la aurora de las libertades ciudadanas.
Fueron 196 expedicionarios que decidieron con el sacrificio de sus vidas que a priori sabían que su sacrificio era sinónimo de inmolación los que, con el trueno estremecedor de su gesta, espantaron el miedo cerval que acorralaba las instancias supremas para fundir el pavor y el terror como arma contundente para el magnicidio.
Su sacrificio reverdeció y repercutió 18 meses después con los crímenes horrendos de las hermanas Patria, María Teresa y Minerva Mirabal, el 29-11-60, cuando ésta última recogió la tizona de la Raza Inmortal, y seis meses después cuando la abominación por estos sucesos terribles, determinaron el magnicidio ejecutado por un pequeño grupo de corajudos que derrocharon testosteronas a torrentes para ajusticiar al generalísimo Trujillo, el día de gloria del 30-05-61.
Todos esos sucesos desencadentantes fueron consecuencias inherentes de la herencia grandiosa de la Raza Inmortal, cuyo último Mohicano con Mayobanex Vargas, acaba de rendir tributo a la Madre Tierra que tanto amó y por la cual no vaciló en sacrificarlo todo para que los dominicanos fuésemos libres.
Sólo cinco, Poncio Pou Saleta, Gonzalo Almonte Pacheco, Mayobanex Vargas y Francisco Merardo Germán, y los cubanos Delio Gómez Ochoa y el imberbe Pablo Mirabal, no fueron eliminados de la saña perversa de Ramfis Trujillo, que dispuso luego de crueles torturas, asesinar a los capturados
Loor a los héroes del lJ4.
Cierto que las gestas gloriosas del 14 y 19 de junio por Constanza, Estero Hondo y Maimón no surtieron el propósito militar pautado para derribar la tiranía trujillista, pero resultó el trueno que espantó para siempre el miedo de los dominicanos a un gobernante, hasta hoy, galvanizando y templando las conciencias, en un versión tropical de la fragua con la que Vulcano ablandaba los metales y los convertía en las morfologías que quería
Nunca, hasta hoy, no seríamos los mismos que éramos antes del 14 y 19 de junio de 1959, y es a partir de entonces cuando creamos una granítica conciencia y empezamos a zafarnos de la coyunda miserable de la propaganda goebeliana que forjaban los medios de comunicación, exaltando al generalísimo Trujillo como una figura mítica, muy próxima a una deidad, revestida con el aura del mesianismo y el providencialismo, que propician el endiosamiento, el despotismo y la tiranía.
Ese es el legado supremo que insertaron en la glándula pineal de los dominicanos las gestas gloriosas del l4 y l9 de junio de 1959. que la sociedad dominicana bautizó con exacta definición, La Raza Inmortal.
Los de mi generación, por la que ruedan los peines acotejando canas y arracimando recuerdos imborrables y excelsos, los sucesos acaecidos, que vibran en las emociones imperecederas y grandiosas, fijamos como un replay imborrable los pormenores de esos difíciles y lúgubres días, de miradas cortantes que lo decían todo sin poder decir nada, porque el difuso terror convocaba a un mutismo aplastante, que insuflaba un suspiro de que pronto todo el andamiaje de la infamia se vendría debajo de un todo y para siempre, como aconteció.
En la primera quincena de agosto 1959, la revista Life en español reseñó las gestas del 14 y 19 de junio 1959 como “una odisea de ilusos”, cuando aún el imperio no decidía la eliminación del generalísimo Trujillo, que se produjo meses más tarde cuando la CIA, mediante Lorenzo Berry, entregó armas a los tiranicidas del 30-05-196l que eliminaron a El Jefe con una llovizna de plomo, culminando 31 años de satrapía incalificable de crímenes, vejámenes e irrespeto a los cánones más elementales de la convivencia y el respeto a la condición humana.
El legado del 14 y 19 de junio de 1959 se define en el rescate de esos valores innegociables del hombre, arriesgándolo todo, a sabiendas de que la acción militar era, además del fracaso, y por encima del fracaso, la catapulta para el advenimiento del otro escenario, que restauraría a los dominicanos esos derechos conculcados por 31 años y siete meses, y que todos los heroicos gestos para superar la abyección no consiguieron ni el propósito liberalizador, ni forjar una conciencia de acero, cohesionada, tan difusa como el terror de tuétano imperante, y que produciría la aurora de las libertades ciudadanas.
Fueron 196 expedicionarios que decidieron con el sacrificio de sus vidas que a priori sabían que su sacrificio era sinónimo de inmolación los que, con el trueno estremecedor de su gesta, espantaron el miedo cerval que acorralaba las instancias supremas para fundir el pavor y el terror como arma contundente para el magnicidio.
Su sacrificio reverdeció y repercutió 18 meses después con los crímenes horrendos de las hermanas Patria, María Teresa y Minerva Mirabal, el 29-11-60, cuando ésta última recogió la tizona de la Raza Inmortal, y seis meses después cuando la abominación por estos sucesos terribles, determinaron el magnicidio ejecutado por un pequeño grupo de corajudos que derrocharon testosteronas a torrentes para ajusticiar al generalísimo Trujillo, el día de gloria del 30-05-61.
Todos esos sucesos desencadentantes fueron consecuencias inherentes de la herencia grandiosa de la Raza Inmortal, cuyo último Mohicano con Mayobanex Vargas, acaba de rendir tributo a la Madre Tierra que tanto amó y por la cual no vaciló en sacrificarlo todo para que los dominicanos fuésemos libres.
Sólo cinco, Poncio Pou Saleta, Gonzalo Almonte Pacheco, Mayobanex Vargas y Francisco Merardo Germán, y los cubanos Delio Gómez Ochoa y el imberbe Pablo Mirabal, no fueron eliminados de la saña perversa de Ramfis Trujillo, que dispuso luego de crueles torturas, asesinar a los capturados
Loor a los héroes del lJ4.
No hay comentarios:
Publicar un comentario