Luis Agüero Wagner @Dreyfusard Viernes, 20 de enero de 2017, 01:30 h (CET) |
En 1965, Stroessner visitó Washington y se entrevistó con el presidente de Estados Unidos Lyndon Johnson. Luego del encuentro relató a France Presse que durante el mismo le manifestó a Johnson que llevaba ya doce años ejerciendo el poder por mandato de las urnas, y que el presidente de Estados Unidos le contestó que era una buena razón para seguir por un periodo más.
Apenas tres gobernantes paraguayos abarcan casi un siglo de historia, por lo cual sería un absurdo opinar que en Paraguay la idea de un gobierno estable y duradero es impopular. A pesar de los grandes esfuerzos que el periodismo realiza, por orden de sus respectivos “directores-propietarios” de medios, buscando convencer a la ciudadanía de que solo un muerto podría desear la reelección.
Tampoco puede afirmarse que la democracia no contempla la posibilidad de reelegir a un presidente, sabemos que en Estados Unidos la reelección indefinida solo fue suprimida luego de que los republicacnos no pudieran impedir que Franklin Delano Roosevelt triunfara en cuatro elecciones consecutivas. Y la enmienda constitucional que estableció dicha limitación, tiene opositores en el mismo Congreso de Estados Unidos hasta el día de hoy.
Ya en 1986 el congresista republicano Guy Vander había introducido una solicitud para abolir la Enmienda 22 y permitir que Reagan siguiera por un período más, y Serrano lo hizo hace pocos años buscando habilitar a Obama. No hace falta pensarlo demasiado, es evidente que intentar prohibir que el pueblo decida sobre la continuidad de un gobernante es totalmente antidemocrático por donde se lo mire. Si el pueblo es el soberano, debería poder votar por alguien tantas veces como quiera.
En contrapartida, la reelección por un periodo tiene muchos argumentos a su favor. Ya el mismo Alexis de Tocqueville escribió en su famoso libro “La Democracia en América” que Estados Unidos debía sus buenos gobiernos a que el anhelo de ser reelecto dominaba todos los actos de su presidente. Esa era la idea que lo mantenía pendiente de los deseos del pueblo cuyos destinos estaban bajo su responsabilidad.
La contrafigura, un presidente no reelegible, es presionable, claudicante y su gobierno inestable, presa fácil de “fuerzas vivas” como los empresarios que dominan la prensa tradicional. Con más razón si éstos se encuentran irritados por haber perdido unos cinco millones de dólares anuales de auspicio bajo el actual gobierno.
Igualmente intrascendente es la discusión de si habilitar una reelección puede hacerse por reforma constitucional o Enmienda, La constitución paraguaya de 1992 fue redactada por convencionales electos en unas elecciones donde se presentaban en listas sábanas, y allí si hubo varios difuntos ejerciendo su derecho al voto desde el más allá. El resultado es conocido, una Ley Fundamental descontextualizada y plagada de errores de todo tipo.
Si en Estados Unidos una Constitución redactada por lumbreras como Thomas Jefferson tiene veintisiete enmiendas, y ya contaba con nueve modificaciones a los tres años de ser sancionada, es absurdo pensar que una constitución paraguaya elaborada por oscuros delegados hace ya un cuarto de siglo sea intocable.
Mal que le pese a quienes buscan poner en duda, desde sus cada vez menos influyentes medios de comunicación, la popularidad de la reelección.
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