Habría estado cumpliendo 23 años este 19 de enero. Tenía cinco meses de nacida el día que sus padres, Gustavo y Yuliana, tomaron una decisión que cambiaría para siempre el curso de sus vidas.
La madrugada del 13 de julio de 1994, los sucesos de que fueron protagonistas junto a otras 70 personas, quedaron inscritos en la historia reciente de la nación cubana como la peor masacre cometida por el régimen dictatorial de Fidel Castro, quien ordenó personalmente el hundimiento de la embarcación en la que el grupo intentaba escapar del país, según lo reveló años después Magín del Toro, el propio delator que ofreció los informes a las fuerzas represivas del Gobierno.
Y aunque a más de dos décadas de la tragedia muchos de los cubanos residentes en la isla conservan la versión oficial emitida para informar el suceso, algunos de los sobrevivientes se sobreponen al dolor y como testigos de los hechos rememoran aquella terrible noche.
“Zozobró el remolcador robado por elementos antisociales”, así tituló el periódico Granma el artículo con el que intentó tergiversar el premeditado crimen, perpetrado a solo 7 millas de las costas cubanas, en el que la vida de Hellen y otro grupo de niños quedó apagada para siempre.
La hazaña de los 72 cubanos que trataron de huir de la isla y el dolor perenne de los 37 asesinados, saltan nuevamente a la luz en forma de libro documentado, ampliado en su segunda edición, bajo el título El hundimiento del remolcador 13 de Marzo, de la mano de Jorge A. García, el impulsor incansable del acto de justicia que la historia reclama.
“Es el peor crimen de todos los cometidos por el régimen cubano”, señaló el periodista y escritor Carlos Alberto Montaner, durante la presentación de la publicación realizada este 19 de enero en Casa Bacardí, del Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami.
El connotado escritor y periodista recordó el artículo que publicó en el periódico español ABC, unos días después del trágico suceso.
“Lo titulé La noche de los asesinos, la frase encierra lo que allí ocurrió, aunque nada tuvo que ver con la célebre pieza teatral del dramaturgo cubano José Triana”, subrayó.
Montaner planteó la vigencia de la crónica y cómo “tan pronto el remolcador partió de la Bahía de La Habana con sus ilusionados pasajeros -aproximadamente a las 2 y 50 de la madrugada-, las tres naves a las que se les encomendó la tarea de hundirlo fueron avisadas por radio”.
Luego señaló que “no sería la Marina de Guerra la que hundiría a cañonazos la débil embarcación, sino otros remolcadores de los denominados ‘bomberos’, adscritos a la Empresa de Navegación Caribe, directamente controlada por el Ministerio del Interior, y el arma que utilizarían serían las mangueras de agua a presión.
Y recordó como a sólo siete millas de la costa cubana, las embarcaciones avisadas “comenzaron su macabra tarea de barrer la cubierta del 13 de marzo con potentes chorros de agua, paradójicamente concebidos para salvar vidas y apagar incendios”.
Más tarde comparó aquel crimen de Estado con el fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina, el 27 de noviembre de 1871, cuando el Gobierno colonial español optó por dar un “escarmiento” a la población que ansiaba la independencia de la isla caribeña.
Los jóvenes estudiantes fueron fusilados por aparentemente haber rayado el cristal que cubría el nicho donde reposaban los restos del periodista español Gonzalo Castañón, ídolo y vocero del cuerpo colonial de voluntarios, que fuera ultimado, el 31 de enero de ese año, en Cayo Hueso, por un independentista cubano.
“Los cubanos que abordaron el remolcador sólo pretendían huir de la miseria y la represión, y sólo querían un poco de libertad”, resaltó Montaner.
Finalmente recordó los versos que José Martí dedicó a los ocho estudiantes fusilados: “Cadáveres amados, los que un día / ensueños fuisteis de la Patria mía”.
Publicación
Visiblemente emocionado, y conteniendo las lágrimas, Jorge García, autor del libro, portador del dolor que significa haber perdido 14 familiares durante aquel acto de barbarie, incluyendo a su hijo Joel, de 20 años, y su nieto Juan Mario, de 10, recordó cómo recabó la información y las fotografías, durante cuatro años, familia tras familia, testigo tras testigo, para concebir el libro testimonial El hundimiento del remolcador 13 de Marzo, luego de agradecer la publicación a la gestión de María Rosa y Miguel Ángel Rodríguez, quienes juntos a Editorial Impresión hicieron posible la versión ampliada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario