Un aspecto de la vida de los políticos y hombres de Estado que no conoce la colectividad, son sus creencias y prácticas motivadas por supersticiones y premoniciones. De los hombres que han gobernado por más tiempo en República Dominicana, algunos fueron supersticiosos y observadores de las premoniciones: Ulises -Lilís- Heureaux, Rafael Leónidas Trujillo Molina y Joaquín Balaguer.
A esa parte de su vida, con la excepción de Balaguer, le dieron el trato del secreto de la vida privada. Los detalles que trascendían eran aportes de colaboradores indiscretos que tuvieron el privilegio de conocer de supersticiones, de conceptos de premoniciones y por supuesto de “las brujas y brujos”, que visitaban o que recibían en lugares del círculo íntimo y de personas de la absoluta confianza.
Joaquín Balaguer, el dominicano que desempeñó por más tiempo y veces la Presidencia de la República, es el único del conjunto que no ocultó que era supersticioso y que creía en las premoniciones. Sin embargo, no dejó constancia de su interés por escuchar a las lectoras de taza y “clarividente como Bona”, con su “pronóstico”. Fue presidente en siete ocasiones.
A esa parte de su vida, con la excepción de Balaguer, le dieron el trato del secreto de la vida privada. Los detalles que trascendían eran aportes de colaboradores indiscretos que tuvieron el privilegio de conocer de supersticiones, de conceptos de premoniciones y por supuesto de “las brujas y brujos”, que visitaban o que recibían en lugares del círculo íntimo y de personas de la absoluta confianza.
Joaquín Balaguer, el dominicano que desempeñó por más tiempo y veces la Presidencia de la República, es el único del conjunto que no ocultó que era supersticioso y que creía en las premoniciones. Sin embargo, no dejó constancia de su interés por escuchar a las lectoras de taza y “clarividente como Bona”, con su “pronóstico”. Fue presidente en siete ocasiones.
Ulises -Lilís- Heureaux (1845-1899) fue supersticioso y se dejaba llevar por las premoniciones. Su arrojo y valentía daba confianza a sus tropas y colaboradores políticos. Entró adolescente a la Guerra de la Restauración y estuvo en el campo de batalla hasta la victoria. Sus hazañas impresionaron a los jefes militares, incluido su padre político y militar, el prócer Gregorio Luperón. Fue presidente de la República durante 12 años.
El Ejército español llegó a anunciar a Lilís en la lista de hombres que decía perdió en batalla el Ejército Restaurador, pero reaparecía en armas.
Le atribuyeron estar protegido por seres sobrenaturales. Su creencia en las premoniciones llegó a influir en decisiones que adoptó en circunstancias difíciles. Decía que en política “cada cosa engendra su contraria” y que como Dios, tenía que estar en todas partes.
Joaquín Balaguer, al referirse a las creencias de Lilís, destaca que sabía que su fin estaba próximo y adivinó la tragedia en que cayó envuelto, tres años antes de la emboscada en que perdió la vida. En el discurso con que inauguró la Primera Sección del Ferrocarril Central Dominicano, el día 6 de agosto de 1896, insertó premonitoriamente las siguientes palabras: “Ya puede para mí llegar la muerte, ya puedo esperar tranquilo la hora en que mi cuerpo reposará sobre la tibia tierra en que he nacido”.
Blanco Fombona, en la interpretación del acto en que fue ultimado Lilís, dice que lanzó círculos exorcisantes con los dedos e hizo como el que recoge las balas enemigas en el Panamá. De esa manera el historiador quería resaltar las prácticas y creencias que influyeron en la vida del dictador.
Trujillo creía en el destino
Rafael Leónidas Trujillo Molina (1891-1961) “creía en el destino y tenía en mente, desde muy joven, la firme convicción de que estaba guardado para algo grande”. Temía a los relámpagos. Durante su dictadura fue presidente de la República cinco veces, pero gobernó 31 años.
Las enfermedades lo atemorizaban, pero tenía un miedo patológico a “la locura”, como se denominaba en su tiempo a las enfermedades mentales, y a la lepra. El doctor Antonio Zaglul pensó que por eso Trujillo hizo llevar a los enfermos mentales y de lepra a los sanatorios de Nigua, lejos de la ciudad para que no estuvieran a la vista de la población.
Otra figura que lo inquietaba era la de Chochueca, una pintoresca personalidad capitalina que se aparecía como mosca en la casa donde se lloraba por una pérdida o había un velatorio. Él lo consideraba un “pájaro malo”. Un día Trujillo llegó a la Azucarera Haina, a una visita al administrador, Hans Paul Wiese Delgado, quien contó que cuando avistó a Chochueca, subió de prisa la escalera y cuando llegó a la oficina preguntó al titular a quién buscaba Chochueca y, luego de percatarse de que deseaba ver al administrador de la Azucarera, sacó de la cartera una papeleta de 100 pesos y se la dio al funcionario para que se la entregara a Chochueca y le informara que de ahora en adelante cuando deseara ver a Wiese Delgdo, tendría que ir a su casa de la calle José María Bonetti número 39. “Que no venga aquí, que aquí nadie se está muriendo”, le expresó.
El dictador lo tenía en la lista de la gente que no quería ver “porque traen mala suerte”. Trujillo también creía en premoniciones. Don Cucho Álvarez refiere en su obra “La Era de Trujillo” que dos semanas antes del 30 de mayo de 1961, les dijo a él y a Paíno Pichardo, tras saborear un trago de “ginebra” en el yate Angelita: “¡los dejo pronto!”. Anota que Paíno le preguntó si le pasaba algo y Trujillo habría respondido: “No, qué va. Estoy perfectamente bien, pero yo sé lo que les digo y que no se hable más de eso. Vamos a tomarnos este trago”.
Balaguer creía en las premoniciones
Joaquín Balaguer Ricardo (1906-2002), creía en el destino y en la superstición. “Creo, como los árabes, que los pasos del hombre sobre la tierra obedecen a una fuerza superior, a la que bautizamos con el nombre de ‘el destino’. Somos juguetes de esa potencia misteriosa…”.
Sustentó el criterio de que nos movemos en el mundo como simples títeres de poderes enigmáticos y de influencias que nos son desconocidas. “Mi creencia es que el destino es obra de las circunstancias y que el hombre es hijo de éstas”.
Pensaba que los destinistas, como él, también son buenos supersticiosos y anotó que los largos años que vivió y la lectura de muchos moralistas no le impidieron creer en lo que llaman los italianos “la jettatura” y otras supuestas naderías de la misma naturaleza. Sostenía que hay cosas y personas que dan mala suerte. “Hay personas que proyectan luz a su alrededor y hay otras que son portadoras de influencias nocivas”.
El Ejército español llegó a anunciar a Lilís en la lista de hombres que decía perdió en batalla el Ejército Restaurador, pero reaparecía en armas.
Le atribuyeron estar protegido por seres sobrenaturales. Su creencia en las premoniciones llegó a influir en decisiones que adoptó en circunstancias difíciles. Decía que en política “cada cosa engendra su contraria” y que como Dios, tenía que estar en todas partes.
Joaquín Balaguer, al referirse a las creencias de Lilís, destaca que sabía que su fin estaba próximo y adivinó la tragedia en que cayó envuelto, tres años antes de la emboscada en que perdió la vida. En el discurso con que inauguró la Primera Sección del Ferrocarril Central Dominicano, el día 6 de agosto de 1896, insertó premonitoriamente las siguientes palabras: “Ya puede para mí llegar la muerte, ya puedo esperar tranquilo la hora en que mi cuerpo reposará sobre la tibia tierra en que he nacido”.
Blanco Fombona, en la interpretación del acto en que fue ultimado Lilís, dice que lanzó círculos exorcisantes con los dedos e hizo como el que recoge las balas enemigas en el Panamá. De esa manera el historiador quería resaltar las prácticas y creencias que influyeron en la vida del dictador.
Trujillo creía en el destino
Rafael Leónidas Trujillo Molina (1891-1961) “creía en el destino y tenía en mente, desde muy joven, la firme convicción de que estaba guardado para algo grande”. Temía a los relámpagos. Durante su dictadura fue presidente de la República cinco veces, pero gobernó 31 años.
Las enfermedades lo atemorizaban, pero tenía un miedo patológico a “la locura”, como se denominaba en su tiempo a las enfermedades mentales, y a la lepra. El doctor Antonio Zaglul pensó que por eso Trujillo hizo llevar a los enfermos mentales y de lepra a los sanatorios de Nigua, lejos de la ciudad para que no estuvieran a la vista de la población.
Otra figura que lo inquietaba era la de Chochueca, una pintoresca personalidad capitalina que se aparecía como mosca en la casa donde se lloraba por una pérdida o había un velatorio. Él lo consideraba un “pájaro malo”. Un día Trujillo llegó a la Azucarera Haina, a una visita al administrador, Hans Paul Wiese Delgado, quien contó que cuando avistó a Chochueca, subió de prisa la escalera y cuando llegó a la oficina preguntó al titular a quién buscaba Chochueca y, luego de percatarse de que deseaba ver al administrador de la Azucarera, sacó de la cartera una papeleta de 100 pesos y se la dio al funcionario para que se la entregara a Chochueca y le informara que de ahora en adelante cuando deseara ver a Wiese Delgdo, tendría que ir a su casa de la calle José María Bonetti número 39. “Que no venga aquí, que aquí nadie se está muriendo”, le expresó.
El dictador lo tenía en la lista de la gente que no quería ver “porque traen mala suerte”. Trujillo también creía en premoniciones. Don Cucho Álvarez refiere en su obra “La Era de Trujillo” que dos semanas antes del 30 de mayo de 1961, les dijo a él y a Paíno Pichardo, tras saborear un trago de “ginebra” en el yate Angelita: “¡los dejo pronto!”. Anota que Paíno le preguntó si le pasaba algo y Trujillo habría respondido: “No, qué va. Estoy perfectamente bien, pero yo sé lo que les digo y que no se hable más de eso. Vamos a tomarnos este trago”.
Balaguer creía en las premoniciones
Joaquín Balaguer Ricardo (1906-2002), creía en el destino y en la superstición. “Creo, como los árabes, que los pasos del hombre sobre la tierra obedecen a una fuerza superior, a la que bautizamos con el nombre de ‘el destino’. Somos juguetes de esa potencia misteriosa…”.
Sustentó el criterio de que nos movemos en el mundo como simples títeres de poderes enigmáticos y de influencias que nos son desconocidas. “Mi creencia es que el destino es obra de las circunstancias y que el hombre es hijo de éstas”.
Pensaba que los destinistas, como él, también son buenos supersticiosos y anotó que los largos años que vivió y la lectura de muchos moralistas no le impidieron creer en lo que llaman los italianos “la jettatura” y otras supuestas naderías de la misma naturaleza. Sostenía que hay cosas y personas que dan mala suerte. “Hay personas que proyectan luz a su alrededor y hay otras que son portadoras de influencias nocivas”.
Su madre pedía por su protección
Balaguer creía en los presentimientos y en las premoniciones. “El hombre posee un sexto sentido que le permite percibir cosas que aún no han sucedido pero que están llamadas a acaecer por obra de fuerzas ajenas a nuestra voluntad.
Cuando la desgracia circula a nuestro alrededor oímos sus pasos antes de que su presencia se nos haga palpable. Las madres se hallan dotadas de una sensibilidad especial que les permite oír a la distancia esas pisadas”.
Contó que su madre, seis meses antes de morir, repetía sin motivo aparente “Dios mío, protege a mi hijo”. Se preguntó al oírla por qué esa obsesión. Y reveló que después de su muerte, varios meses más tarde, empezó a padecer el mismo quebranto que ensombreció sus últimos años: la pérdida de la visión…”. Entendió por qué su madre pedía a Dios protegiera a su hijo.
Cuando la desgracia circula a nuestro alrededor oímos sus pasos antes de que su presencia se nos haga palpable. Las madres se hallan dotadas de una sensibilidad especial que les permite oír a la distancia esas pisadas”.
Contó que su madre, seis meses antes de morir, repetía sin motivo aparente “Dios mío, protege a mi hijo”. Se preguntó al oírla por qué esa obsesión. Y reveló que después de su muerte, varios meses más tarde, empezó a padecer el mismo quebranto que ensombreció sus últimos años: la pérdida de la visión…”. Entendió por qué su madre pedía a Dios protegiera a su hijo.
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