FRANKLIN BÁEZ BRUGAL
Un país sin un sistema judicial que funcione de manera independiente y que esté integrado por gente capaz, honesta, responsable, justa, y con decisión de impartir justicia de una manera ágil y eficaz, es como un barco a la deriva.
Sin él, sus ciudadanos se encuentran indefensos y desprotegidos, a merced de la ambición de los poderosos, del poder y la voracidad de los políticos, y del antojo de los delincuentes, sujetos a un régimen en donde la impunidad es la norma, y el castigo la excepción.
En estos casos, que no solo ocurren en nuestro país, la ciudadanía hastiada de lo que acontece, comienza a aplaudir el linchamiento de los delincuentes, a escuchar a quienes les parece que pueden ofrecer seguridad y paz, añorando al hombre fuerte que fusila y “tranca” para “proteger” a los débiles y temerosos.
Entonces es cuando surgen aquellos que hablando de democracia conculcan libertades, originan el caos y colocan a las naciones al bordo del abismo.
La debilidad, falta de institucionalidad y dependencia política de nuestro sistema judicial es para preocupar a todos, pero la culpa de lo que ocurre recae en nosotros mismos, quienes hemos permitido que frente a nuestros ojos se realizaran las negociaciones y componendas que dieron lugar a lo que hoy tenemos, escuchándose muy pocas voces de protesta cuando esto ocurrió.
En estos días, el tema de la corrupción, en sus modalidades de malversación de recursos, enriquecimiento ilícito, falta de transparencia, aprovechamiento indebido de una función pública, etc., vuelve a adquirir protagonismo. En esta ocasión, de nuevo, el más el más alto tribunal de justicia de nuestro país está frente a los ojos de la opinión pública, quien está pendiente de sus decisiones
Tengo la convicción de que casos como el que nos ocupan no competen solo a la justicia, la sociedad también tiene un rol que jugar, sancionando con su actitud a los corruptos, y no eligiendo y reeligiendo a quienes no merecen las posiciones electivas alcanzadas, pero sin una educación adecuada no es posible tener una conciencia sensible que pondere objetivamente estos asuntos.
Necesitamos una justicia diferente, que castigue no solo a los corruptos del sector privado, sino a todo aquel que viole la ley, no importando su investidura, su relevancia política, ni el color de su partido. Lograrlo no es tarea fácil, muchos intereses se interponen.
Para lograr que esto suceda, la ciudadanía tiene que movilizarse y exigirlo sin descanso, en caso contrario continuaremos viendo representantes del Ministerio Público actuando incorrectamente y jueces dictando sentencias complacientes e indignantes.
“La dictadura va contra la esencia de la cultura, porque la libertad es la primera y fundamental condición que la hace posible“. Antonio Caso.
El pensamiento de una persona al momento de ser influenciado por otra cuyo único deseo es que estén a favor de sus intereses individuales, aun cuando estos perjudican el colectivo, deja de ser pensamiento para la primera, y convierte en dictador a la segunda. Esto destruye la esencia de la cultura, coartando el pensamiento libre, coherente y original.
Al analizar someramente el accionar de diferentes organizaciones a lo largo de la historia dominicana, nos damos cuenta de los innumerables vicios que estas han ostentado. Desde la perspectiva de la administración, vemos que cualquier persona puede ejercer funciones de administrador, ya que solo debe ocupar el cargo, pero no todo administrador es eficiente en su desempeño. Partiendo de esto, hay que establecer que todo administrador debe ser un líder. Pero de los distintos tipos de líderes, está el que impulsa el pensamiento crítico individual, y el que impone su pensamiento individualista. Cayendo el segundo en ser un dictador. Y cuando en una organización se tiene un “liderazgo” dictatorial, debido a los vicios no se toman en cuenta Las Leyes Inevitables de la Estructura planteadas por Robert Fritz en su libro “Corrientes Corporativas. Las leyes inevitables de la estructura organizacional” (1996), cuya primera ley establece que: “La organización u oscila o avanza“.
Cuando la organización oscila se produce el llamado efecto mecedora, que consiste en los movimientos de oscilación (hacia adelante y luego hacia atrás) que tiene esta. Es decir, la organización puede aparentar que avanza, pero llega a un punto donde lo que único que hace es retroceder al punto inicial, y así se mantiene siempre que no cambie radicalmente sus métodos de trabajo. Es como si avanzáramos dos pasos, y luego nos ocupáramos en retroceder dos pasos con la misma energía que usamos para avanzar.
Acorde a la segunda Ley de Estructura Organizacional, toda estructura oscilante puede tener éxitos, pero efímeros, ya que estas son consecuencias del bamboleo. La oscilación se camufla como éxito. Podemos ver que logramos ciertos objetivos en la organización, pero este éxito es fugaz e insostenible, ya que queda neutralizado debido al efecto mecedora, y por ello es difícil de detectar cuando una estructura es oscilante, manteniendo esta oscuridad en un letargo a sus líderes cuando viene el movimiento de retroceso. Las organizaciones deben entender la naturaleza de la estructura para poder rediseñarse a sí mismas y poder cambiar de la oscilación al avance. Pero esto no se da fácilmente debido a los vicios pequeñoburgueses que mayormente afectan los integrantes de estas estructuras.
Los vicios pequeñoburgueses tienen efectos muy negativos en las estructuras revolucionarias. Entre los vicios más perniciosos acorde a la idea expresada por Héctor Galván en su libro: “Vicios Pequeñoburgueses en la Izquierda Dominicana” (1984), se pueden resaltar el subjetivismo, que es cuando se lleva al terreno de lo político ideas que solo están en la cabeza y no guardan relación con los hechos. Cuando se tiene una idea tergiversada por los sentimientos. Es común cuando se tiene poco dominio de la dialéctica y el materialismo, y se crea un divorcio entre la práctica y la teoría, el ser y la conciencia, o la idea y la materia; cuando no hay vinculación entre lo que se dice y lo que se hace. Esta también la emotividad, que es el tipo de conducta en que el individuo reacciona en forma emocional, esto es, poniendo en primer plano sus manifestaciones pasionales o subjetivas, ante situaciones objetivas que requieren de reacciones frías, calculadas o científicas. Es muy común en la persona emotiva, el caso en que hace ataques personales a un individuo cuando hay diferencias en las posiciones políticas.
Y por último está el grupismo, que consiste en anteponer el interés particular (el del grupo) al interés general (el de la organización). Es cuando dos individuos o más, previo acuerdo, plantean determinadas posiciones con el fin de ser aprobadas, aunque ello sea en desmedro del interés general. Estos vicios, palpables aún hoy en día, son dignos de llamarnos a reflexión para erradicarlos si ya están, o evitarlos si aún no llegan.
Para que la estructura avance se debe trabajar en conjunto, no por imponer una posición, sino para preservar la integridad de la organización. Ya que si no es así, se avanza a un abismo del cual no hay retorno, hay que preservar la democracia permitiendo que cada quien piense de manera clara y libre. Ya que como dijo Enrique Múgica Herzog: “La democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos“.
Puede que aquí terminen mis reflexiones, pero los vicios continuarán.