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PARAQUENOSEREPITALAHISTORIA .Para los interesados en el tema y los olvidadizos de sus hechos, aquí están para consultar múltiples artículos escritos por diversas personalidades internacionales y del país. El monopólico poder de este tirano con la supresión de las libertades fundamentales, su terrorismo de Estado basado en muertes ,desapariciones, torturas y la restricción del derecho a disentir de las personas , son razones suficientes y valederas PARA QUE NO SE REPITA SU HISTORIA . HISTORY CAN NOT BE REPEATED VERSION EN INGLES

viernes, 21 de julio de 2017

JOHNNY ABBES, FRÍO ASESINO


Por Tony Pina

Quienes lo conocieron, ‘desgarbado y manso’, paseándose o bebiendo tragos en los bares de El Conde, jamás -ni remotamente- imaginaron que ese ‘carajo’, de futuro incierto, que ‘no olía ni jedía’, y a quien le gustaba ver las carreras de caballos y oír los chismes de mujeres de la élite de Gazcue pegando cachos, el tiempo difuso de un país metido en un puño lo convertiría en un implacable y despiadado asesino: Johnny Abbes García.
A Ciudad México llegó matando y a Guatemala recaló también matando, ‘escarbando’ antitrujillistas en el exilio, y en las crónicas rojas de los periódicos de ambos países, al día siguiente, los titulares desplegaban la noticia como un asesinato más de la delincuencia cotidiana, como por ejemplo, el diario El Excelsior del 10 de octubre de 1958: ‘Matan a tiros a dominicano en riña’; y así, impunemente, los sucesos se sucedían pasaban en crímenes consumados que eran incubados horas antes en el ‘Bosque Chapultepec’, aquel jardín de árboles indefensos que aún conserva la exquisita Colonia Polanco.
‘No se preocupe, Jefe, le prometo que acabaré uno a uno con todos sus enemigos’, eso fue lo que le dijo a Trujillo cuando se despidió del tirano, y en 1956 se fue a México y a Centroamérica encubierto en el manto del cargo de ‘secretario de segunda clase’ de la Embajada dominicana.
¿Y quién, ni remotamente, iba a imaginarse que un dominicano, de apariencia torpe y caminar cabizbajo y mirada escurridiza, era el responsable de contratar matones y sicarios para eliminar a los enemigos tan lejos de una dictadura tan salvaje?
Y así, como un exiliado más de los tantos que había en una capital mexicana, Johnny Abbes García, cada vez que eliminaba le enviaba una nota al tirano en la valija diplomática anexándole la crónica periodística al mensaje con un “Uno menos, mi querido Jefe”.
“Los primeros días en Ciudad México los pasé hospedándome en varios hoteles, siempre con la idea de ir cambiando, siempre cambiando hasta encontrar un sitio cómodo y cercano a la sede de la embajada dominicana. Finalmente, lo encontré en la Colonia Roma, y desde allí recibía los informes que me daban las personas encargadas por mí para vigilar de cerca los movimientos de los enemigos de Trujillo”, lo narra de manera fría el propio Abbes García en su libro “Trujillo y Yo”.
El primero que cayó en sus garras fue Ramón Grullón, nativo de San Francisco de Macorís, a quien conoció en un bar, y ese mismo día ‘se le fue la lengua’ hablándole al matón de los planes del exilio para embarcarse a República Dominicana en una expedición contra Trujillo, y tan inocente fue el iluso antitrujillista que hasta lo llevó a almorzar a su apartamento de la Colonia Juárez y, a los pocos días, en un bar del Paseo de La Reforma, su cadáver yacía en el pavimento. ¡Qué bárbaro!
El espía se movía entre la sombra de una ciudad de clima frío y húmedo, porque Abbes García, aquel comentarista hípico que llegó a ser secretario del Comité Olímpico Dominicano, de aspecto huidizo, en el fondo daba ‘grima’ con la frialdad que eliminaba a los dominicanos enemigos de la dictadura trujillista, frialdad de la que se salvó en tablitas Tomás Reyes Cerda cuando anduvo, entre bares y rancheras, por esas calles cementadas de Ciudad México antes de calar en La Habana, en 1958.
En busca de ‘comunistas’ no se cansó nunca Abbes García, y otro que cayó en la cuenta última de la vida lo fue César Morales Ruiz, quien se confió mucho de aquel desgarbado ‘angelito’ que una madrugada pagó a sicarios para que lo elimanaran. ¿Quién –repito- se imaginaría que aquel ‘cronista hípico’ de Radio Caribe que a principios de los años 50 descargó sus tiros de revólver al aire en Baní, y un Trujillo, enojado por el escándalo, instruyó a Fausto Caamaño ‘¡tráncalo y bota las llaves’, para que de la cárcel no salga nunca!’, sería luego una temida hiena?
Negro Trujillo, hermano del tirano, fue su tabla de salvación. ‘El quiere que lo manden a un curso de detective a México. Me dijo que ya sabía mucho de investigaciones policiales estudiando por correspondencia en Hemphills School. ¡Nómbralo en el personal de la embajada y te servirá de mucho!, le comentó Negro al sátrapa.
Ese vuelco del destino vino entonces a desarrollar la tenebrosa personalidad del asesino en ciernes, vinculándolo de inmediato con su “retorcida vocación policial”, y, al caer en medio del vórtice de una ciudad, repleta de exiliados, revolucionarios, refugiados políticos y hasta aventureros, sólo fue cuestión de días para ponerla a prueba 
De “motus propio” y sin más jefe que el propio Jefe, Johnny comenzó Abbes a mandarle informes a Trujillo sobre todo lo que se movía en aquella urbe y que él podía captar en base a las relaciones que hizo, gracias a la especificidad de sus estudios y a la relación sentimental que inició con Lupe, una mexicana que sería su primera esposa y que pertenecía a la comunidad de inteligencia de la Policía mexicana. ‘Porque el “picochato” nace, no se hace’, solía decir con gran orgullo, como si dijera que se nace “calié”, sicario, torturador o “pegachuchos”, como se nace pintor, poeta o artista. Al principio, la atención del Jefe se diluía en la intrascendencia de lo denunciado, pero después el muchacho, ese “aloqueteado” del alemán, comenzó a coger el piso y a pegar en la diana del interés y la denodada empatía del tirano, sobre todo en asuntos relacionados con el exilio dominicano y otros chismes relacionados con el “jervidero” caribeño, que le servían al déspota para sus intrigas internacionales.
-Carajo, el Abbes ese tiene madera de espía; hay que ponerle asunto, dijo en una ocasión el dictador a uno de sus áulicos.
Abbes organizó y sistematizó una represión al estilo de la “Gestapo”. Logró incluso que Trujillo lo hiciera militar y lo mandara como agregado a Centroamérica para cumplir una importante misión. Para cuando regresó, su ascenso como gran “pegachucho” de la dictadura fue meteórico, logrando organizar una especie de Policía Política que se metía con todo y en todo. Su red de informantes estaba enquistada en todo el tejido social dominicano, y en él estaban grandes señoras y señores, profesores, estudiantes, funcionarios, periodistas, militares, prostitutas de todos los niveles, camareros, proxenetas, paleteros, chóferes del “concho”, sirvientas, “chulos”, artistas, médicos, abogados, deportistas y hasta jardineros. Abbes organizó también los aberrantes y terribles centros de torturas, el caliesaje telefónico e institucionalizó el “chivateo”, viejo pasatiempo de la “baja pequeña burguesía pobre muy pobre” y que tantos truncaron sueños en Gazcue. Abbes, en fin, le dio forma macabra, a la articulación del miedo de tres décadas, donde el único temor cierto del férreo dictador fue, precisamente, que sus conciudadanos le llegaran a perder el miedo.
Son pocos los esbirros que hayan dado muestras de tanta crueldad como Johnny Abbes García, quien llegó a ocupar el cargo de Jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), con rango de coronel del Ejército. La sola mención de su nombre causaba pánico entre civiles y militares, incluyendo a generales de cualquier rama.
El SIM era el aparato de investigación política y represión contra los opositores del generalísimo y dictador Rafael Leonidas Trujillo, luego de que en mayo de 1958 se le encargara a Abbes García el mando de una Oficina de Seguridad Nacional que inicialmente procuraba obtener informaciones de las actividades de los antitrujillistas en el exterior. Esa oficina comenzó a operar con buenos resultados desde el punto de vista trujillista.
Los agentes del SIM utilizaban para moverse automóviles Volkswagen conocido como "cepillos" o "escarabajos", cuyo peculiar sonido del motor se convirtió en un amenazante ruido para la población. La voz popular decía-algo incierto- que a través de sus antenas, esos carritos eran capaces de detectar las transmisiones radiales de los exiliados dominicanos en Venezuela y Puerto Rico, mientras eran escuchadas por ciudadanos adversos de la tiranía.
El SIM fue una poderosa organización que aterrorizaba a la población con crímenes y torturas, teniendo en su nómina a miles de agentes secretos diseminados en todo el país, entre los que había desde limpiabotas y altos funcionarios hasta oficiales militares, médicos, periodistas, fotógrafos y abogados. Entre sus funciones estaban las de vigilar a la población para atemorizarla, delatar a los detractores de Trujillo y torturarles, en miles de casos hasta la muerte. El SIM tenía varios centros de torturas donde se sometía a los prisioneros a los más crueles e infernales suplicios ordenados por Johnny Abbes. El más terrorífico de ellos era la cárcel de La 40, donde se encuentra hoy el barrio Las Flores, al norte de Santo Domingo.
La crueldad y del sadismo de Abbes García eran legendarios. 
Por órdenes suyas fueron torturados y asesinados muchos de los disidentes que fueron encarcelados por los servicios de inteligencia dominicanos, principalmente los miembros del Movimiento Clandestino 14 de Junio, apresados en una redada nacional en enero de 1960. Durante los últimos tres años de la dictadura, Johnny Abbes era la persona que más influía sobre Trujillo y el que mejor armonizó con los perversos sentimientos del dictador. (Un avance de Crónicas del crimen).



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