Vicente Echeverri
La crisis de Venezuela se agudiza por horas. El presidente Nicolás Maduro se empeña en desviar el rumbo que conduce a su derrocamiento y la oposición acrecienta su esfuerzo en derrocarlo. Es tradición que los dictadores, o los aspirantes a serlo, como es el caso de Maduro, se afirmen en su discurso y resistan esas presiones. Así ha pasado casi siempre. No darse cuenta cuál es el momento de abandonar el poder y huir le ha costado la vida a más de uno de estos presuntos iluminados. Esa arrogante imprevisión terminó con Saddam Hussein en el patíbulo y con Gaddafi linchado de la forma más denigrante y grotesca en la vía pública. Maduro no parece advertir que se adentra en un campo minado.En los últimos días, la situación se agrava exponencialmente con la abierta participación de actores internacionales: Colombia, Francia, España y la Unión Europea han demandado que el gobierno venezolano abandone su convocatoria a una asamblea constituyente que se interpreta como un recurso de apariencia legal para el establecimiento de una dictadura. Parlamentarios de Chile y de Colombia presentaron este martes una denuncia contra el presidente Maduro ante la Corte Penal Internacional en La Haya por delitos de tortura y segregación, entre otros. El presidente Trump ha advertido claramente que si la proyectada asamblea constituyente seguía adelante, Estados Unidos impondría sanciones económicas, y mencionaba concretamente el sector energético (la primera vez que el gobierno de este país alude que puede afectar el petróleo venezolano, del cual es el primer cliente). Por su parte, el presidente de Colombia ha viajado a La Habana para hablar con el gurú ideológico de Maduro en un esfuerzo por desbloquear la situación.Hasta ahora –acaso para hacer bueno el dicho de que Dios confunde a los que quiere perder– el presidente de Venezuela se atrinchera en su propio discurso y parece decidido a no ceder en este pulso abierto con su pueblo que, en la fecha en que circule esta columna habrá paralizado al país con una huelga general de 24 horas. El forcejeo puede desembocar en una guerra civil e incluso en una intervención extranjera. Esperemos que los mandatarios del continente no tengan dudas a la hora de pasar de las palabras a los hechos, antes de que aumente el número de víctimas mortales y Venezuela se convierta abiertamente en un estado fallido al margen del derecho.LA OPOSICIÓN VENEZOLANA HA SABIDO PLANTARSE EN LA CALLE Y EXIGIR, CON VOZ CADA VEZ MÁS FUERTE, EL FIN DE UNA INSOLENTE INEPTITUD, SIN SER REMISA A PAGAR SU CUOTA DE ENCARCELAMIENTO Y MUERTESAlgunos cubanos se preguntan por qué este doble rasero de parte de las democracias del mundo, prestas a condenar y a castigar a un aprendiz de dictador como es Maduro y, en cambio, abiertamente obsecuentes con la tiranía más antigua de América y una de las más longevas del planeta, al extremo de recurrir a los buenos oficios de Raúl Castro para mediar en la crisis venezolana, legitimando de paso al gobierno más espurio de la región.Se podrían argüir muchas razones para explicar esta duplicidad, pero la diferencia más obvia la hace la oposición venezolana que –aprovechando sin duda el carácter del propio régimen chavista– ha sabido plantarse en la calle y exigir, con voz cada vez más fuerte, el fin de una insolente ineptitud, sin ser remisa a pagar su cuota –modesta todavía ciertamente– de encarcelamiento y muertes. Es ese “bravo pueblo” –en encomio del cual arranca el himno nacional de Venezuela– el que ha logrado ganarse el respeto y la solidaridad de naciones y gobiernos y el que, esperemos, termine por imponerse a los desmanes y a la grosera corrupción del presente parea reorientar a su país por el camino de la libre prosperidad.Escritor cubano, autor de poesía, ensayos y relatos.
La crisis de Venezuela se agudiza por horas. El presidente Nicolás Maduro se empeña en desviar el rumbo que conduce a su derrocamiento y la oposición acrecienta su esfuerzo en derrocarlo. Es tradición que los dictadores, o los aspirantes a serlo, como es el caso de Maduro, se afirmen en su discurso y resistan esas presiones. Así ha pasado casi siempre. No darse cuenta cuál es el momento de abandonar el poder y huir le ha costado la vida a más de uno de estos presuntos iluminados. Esa arrogante imprevisión terminó con Saddam Hussein en el patíbulo y con Gaddafi linchado de la forma más denigrante y grotesca en la vía pública. Maduro no parece advertir que se adentra en un campo minado.En los últimos días, la situación se agrava exponencialmente con la abierta participación de actores internacionales: Colombia, Francia, España y la Unión Europea han demandado que el gobierno venezolano abandone su convocatoria a una asamblea constituyente que se interpreta como un recurso de apariencia legal para el establecimiento de una dictadura. Parlamentarios de Chile y de Colombia presentaron este martes una denuncia contra el presidente Maduro ante la Corte Penal Internacional en La Haya por delitos de tortura y segregación, entre otros. El presidente Trump ha advertido claramente que si la proyectada asamblea constituyente seguía adelante, Estados Unidos impondría sanciones económicas, y mencionaba concretamente el sector energético (la primera vez que el gobierno de este país alude que puede afectar el petróleo venezolano, del cual es el primer cliente). Por su parte, el presidente de Colombia ha viajado a La Habana para hablar con el gurú ideológico de Maduro en un esfuerzo por desbloquear la situación.Hasta ahora –acaso para hacer bueno el dicho de que Dios confunde a los que quiere perder– el presidente de Venezuela se atrinchera en su propio discurso y parece decidido a no ceder en este pulso abierto con su pueblo que, en la fecha en que circule esta columna habrá paralizado al país con una huelga general de 24 horas. El forcejeo puede desembocar en una guerra civil e incluso en una intervención extranjera. Esperemos que los mandatarios del continente no tengan dudas a la hora de pasar de las palabras a los hechos, antes de que aumente el número de víctimas mortales y Venezuela se convierta abiertamente en un estado fallido al margen del derecho.LA OPOSICIÓN VENEZOLANA HA SABIDO PLANTARSE EN LA CALLE Y EXIGIR, CON VOZ CADA VEZ MÁS FUERTE, EL FIN DE UNA INSOLENTE INEPTITUD, SIN SER REMISA A PAGAR SU CUOTA DE ENCARCELAMIENTO Y MUERTESAlgunos cubanos se preguntan por qué este doble rasero de parte de las democracias del mundo, prestas a condenar y a castigar a un aprendiz de dictador como es Maduro y, en cambio, abiertamente obsecuentes con la tiranía más antigua de América y una de las más longevas del planeta, al extremo de recurrir a los buenos oficios de Raúl Castro para mediar en la crisis venezolana, legitimando de paso al gobierno más espurio de la región.Se podrían argüir muchas razones para explicar esta duplicidad, pero la diferencia más obvia la hace la oposición venezolana que –aprovechando sin duda el carácter del propio régimen chavista– ha sabido plantarse en la calle y exigir, con voz cada vez más fuerte, el fin de una insolente ineptitud, sin ser remisa a pagar su cuota –modesta todavía ciertamente– de encarcelamiento y muertes. Es ese “bravo pueblo” –en encomio del cual arranca el himno nacional de Venezuela– el que ha logrado ganarse el respeto y la solidaridad de naciones y gobiernos y el que, esperemos, termine por imponerse a los desmanes y a la grosera corrupción del presente parea reorientar a su país por el camino de la libre prosperidad.Escritor cubano, autor de poesía, ensayos y relatos.
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