Lo que está ocurriendo en la región con respecto a la situación en Venezuela -donde comprobadamente se violan los derechos humanos- está dejando en evidencia la falta de convicción profunda de los gobernantes de América Latina con respecto a este tema.
Asimismo, está permitiendo que las falsedades que se han esparcido a lo largo de estas últimas décadas queden expuestas. Entre ellas, que durante los oscuros años de las dictaduras militares de las décadas de 1970-1980, muchos de los ex o actuales mandatarios izquierdistas las combatían heroicamente, procurando proteger al ciudadano común de las tropelías de aquellas dictaduras.
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Los integrantes de las guerrillas que asolaban a la región, entre ellas la tupamara, integrada por José Mujica, secuestraban y mantenían cautivos en condiciones infrahumanas a sus prisioneros, en las llamadas “cárceles del pueblo”. También asesinaban a sangre fría a cualquiera que se interpusiera en su camino, como por ejemplo al peón rural –Pascasio Báez-a quien le inyectaron una dosis mortal de pentotal porque, de casualidad, había descubierto uno de sus escondrijos.
Es decir, los derechos humanos les importaban un pepino. Por cierto, nada muy diferente del sentir y accionar de los dictadores militares. Lo único, que estaban en bandos opuestos.
El objetivo de esa gente no era luchar por la democracia sino imponer una dictadura al estilo cubana, pero encabezada por ellos.
Por su parte, el presidente uruguayo Tabaré Vázquez, durante esos tiempos tampoco demostró gran preocupación por ese tema. Por el contrario, se dedicó a hacer carrera y ascender socialmente al amparo del régimen militar, sacando el mayor provecho económico y profesional posible. Otro tanto hizo el matrimonio Kirchner.
Muchos otros, como la chilena Michelle Bachelet o Dilma Rousseff, hicieron carrera política en ancas de su condición de víctimas de las dictaduras, resaltando que habían sido perseguidas y torturadas. Se auto-presentaban como símbolo del sufrimiento humano provocado por las tiranías.
Esa realidad induciría a pensar que sentirían empatía hacia las víctimas de las dictaduras en general y que, una vez en la cumbre del poder, harían todo lo posible por ayudar a esas personas. Sin embargo, no se han comportado así con respecto a los venezolanos.
La izquierda regional hizo una eficaz labor de marketing de “lavado de cara”. En gran medida, logró que muchos tragaran el cuento de que eran la personificación de los ideales puros, de la virtud encarnada. Se presentaron como los “superhéroes” de los tiempos oscuros que, sin temor, corriendo riesgos de todo tipo y postergando sus intereses personales, combatían las dictaduras.
En función de esa “puesta en escena”, varios de ellos, al asumir las presidencias de sus respectivos países, se presentaron como los paladines de los Derechos Humanos. Transmitían el mensaje de que ahora que ellos gobernaban, los pueblos estaban seguros y debían despreocuparse de ese tema. Mientras ellos estuvieran en el poder, ¡la violación de los derechos humanos sería cosa del pasado!
Siguiendo esa línea narrativa se crearon agencias estatales que, primordialmente, sus efectos han sido engrosar la ya obesa plantilla de funcionarios públicos. Por ejemplo en Uruguay, Vázquez durante su primera presidencia creó la Dirección Nacional de Derechos Humanos(2006), que Mujica durante su mandato transformó en Secretaría de Derechos Humanos de Presidencia (2012).
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Entre sus objetivos, la mencionada Secretaría estipula que se encargará de:
- Impulsar el efectivo cumplimiento de las normas internacionales relativas a derechos humanos.
- Contribuir a la cooperación del Estado uruguayo con los organismos internacionales de promoción y defensa de los derechos humanos.
Pero el paso del tiempo está dejando cada cosa en su justo lugar. Para empezar, es obvio que de impolutos tienen poco. Y, que en su escala de valores, la defensa irrestricta de los derechos humanos ocupa un lugar bastante lejano. Por lo menos, que anteponen consideraciones de otro tipo.
La defensa acérrima que vienen realizando Vázquez y Mujica de la dictadura chavista llamaría poderosamente la atención, si careciéramos de información acerca de sus antecedentes. Pero, conociendo su forma de actuar en el pasado, todo adquiere sentido.
Analicemos los hechos:
La ONG Foro Penal Venezolano, emitió un informe titulado “Represión del Estado Venezolano de enero de 2014 a junio 2016”. Allí se indica que durante ese período se registraron 5.853 detenciones y encarcelaciones arbitrarias. Esas personas fueron arrestadas a raíz de sus expresiones en las redes sociales o por protestar por la escasez de alimentos, los recortes eléctricos programados y la falta de agua. El organismo denunció que en junio de 2016, 1.600 personas fueron a prisión por motivos políticos y “formalmente se cuentan 145 casos de torturas y tratos crueles e inhumanos”.A raíz de la situación imperante en Venezuela el secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, pidió activar la Carta Democrática de ese organismo. Por su parte, Paraguay solicitó que se convoque a una reunión especial del Mercosur , para analizar la situación política imperante en ese país. El embajador paraguayo ante el Mercosur Hugo Saguier, declaró que “Estamos apelando al tratamiento de la Carta Democrática y al protocolo de Ushuaia, porque nosotros entendemos que Venezuela pasa por una situación de crisis democrática que afecta a uno de los países del Mercosur, y el protocolo está para eso”.
Pero la reacción de los algunos de los dignatarios ha sido la siguiente:
Tabaré Vázquez enfatizó que no comparte “en absoluto” la activación de la Carta Democrática de la OEA a Venezuela. Declaró que “No estamos, y lo digo en forma personal, de acuerdo con la actitud que ha tomado el secretario general Almagro. Ya lo hemos dicho estando en la Unasur, y en la presidencia pro tempore del Mercosur (…). Yo, a fines de julio, voy a transmitir la presidencia pro tempore al presidente Maduro. El Mercosur debe ayudar todo lo que podamos sin herir la autodeterminación del pueblo venezolano para definir sus temas internos”.
José Mujica, en una carta dirigida a Almagro, le dice “adiós” por sus críticas a Venezuela. “Lamento el rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible, por eso ahora formalmente te digo adiós y me despido”.
En su gira por Europa, el presidente argentino Mauricio Macri declaró que el régimen venezolano “es un Gobierno que ha violado todos los derechos humanos, por los cuales estamos todos trabajando y defendiendo”. Con respecto a la posición asumida por Argentina de promover un diálogo en vez de activar la Carta Democrática, señaló que su postura no ha variado: “Hemos hecho lo mismo que veníamos haciendo. Buscamos distintos caminos que nos llevasen a este resultado de elecciones lo antes posible, y siempre ratificando nuestro compromiso con la defensa de los derechos humanos en Venezuela”.
Las palabras de Macri delatan que es un actor que acomoda sus palabras según el público al cual van dirigidas: en Europa, no puede menos que reconocer lo que está ocurriendo en la nación caribeña; en nuestro continente, se mueve en la ambigüedad, que es la postura más hipócrita.
En definitiva, la actitud de la mayoría de los gobernantes de la región, en esta materia, es un simulacro. Se percibe con claridad la ausencia de principios arraigados y que otros valores se imponen.
Lo que ha quedado de manifiesto es que, en la defensa de la democracia y los derechos humanos, estos “titanes” tienen pies de barro.
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