La artista chilena Voluspa Jarpa exhibe en Buenos Aires un costado estético del espionaje
Buenos Aires
La artista chilena Voluspa Jarpa desembarcó en Buenos Aires con exceso de equipaje. Trajo consigo miles de documentos que cuentan historias de mártires. Sin embargo, ella no los llama así, se aleja de la mirada que grita por la víctima individual y acciona desde el dolor colectivo que producen las muertes por fines políticos y económicos. El material que compone la muestra surge a partir de una selección de archivos desclasificados de la CIA y otras agencias de inteligencia durante el período 1947-1994 sobre 14 países de Latinoamérica y refieren a atentados y asesinatos de personajes políticos y judiciales, como Salvador Allende, Luis Carlos Galán, Joâo Goulart y Omar Torrijos. “Se nos permitió la catarsis del dolor pero no el conocer cómo sucedieron esos hechos que produjeron el dolor”, reflexiona la autora.
La exhibición En nuestra pequeña región de por acá se inauguró este jueves en el Malba de Buenos Aires y permanecerá hasta el 3 de octubre. “Es una imagen de lo regional y no para individualizar los casos porque hay una conexión histórica de esos muertos”, resume la artista nacida en Rancagua, Chile, hace 45 años, que pasó los últimos dos revisando informes desclasificados de la CIA sobre sucesos en Argentina, Chile, Brasil, Colombia y Honduras, entre otros. Jaspa apela al tratamiento y uso del archivo como fuente estética y productora de nueva realidad.
La exposición está curada por el director artístico del Malba, Agustín Pérez Rubio. Es unsite specificimponente y emotivo que cuenta con pinturas, objetos, instalaciones, videos, registros sonoros y documentos históricos. La primera parte de En nuestra pequeña región de por acá está conformada por fojas de documentación en papel extendidas desde el techo de la sala principal, y fue pensada "para intervenir este gran espacio arquitectónico, pudiendo dar cuenta del enorme volumen de archivos desclasificados, que reúne millones de fojas; solo sobre Chile hay cerca de 200 mil páginas".
Sobre el fondo del pasillo y a los lados, están exhibidos los rostros de las víctimas abordadas en la muestra. Esta parte lleva como título una frase del expresidente chileno Salvador Allende: Mi carne es bronce para la historia. Son planchas de bronce raspadas con una máquina y pintadas a mano con lápiz y tinta litográfica. “La placa de bronce que no existe, que está mal hecha y es precaria”, interpreta Voluspa. El muro hace las veces de panteón eterno, con retratos sin los nombres y con imágenes de cuando ya eran personalidades públicas, ordenados en forma obsesiva. Muchos de los líderes aparecen vestidos de militares, otros con las camisas desabrochadas y los últimos dan discursos. Sus bocas permanecen abiertas durante décadas con la firmeza de que nadie podrá cerrarlas.
“Todo se desvanece en la niebla, el pasado está tachado y la tachadura olvidada. Todo se convierte en verdad y luego vuelve a convertirse en mentira”. La frase de Orwell en 1984 sirve como título de otro de los espacios de la muestra. Gana la escena un panorama compuesto por 47 imágenes de funerales públicos. Uno encima del otro, cubiertos por un fino velo que hace todavía más difusas las diferencias. “¿Qué sucede cuando en una región cierto tipo de líderes son eliminados selectiva y sistemáticamente?”, se pregunta la autora, quien logra retratar la conmoción colectiva va que eso genera con un solo funeral que junta en tiempo y espacio los dramas de toda una región. “Esto es una cartografía de América Latina”, describe Pérez Rubio.
El último elemento del proyecto se trata de un video que muestra la obra Translation Lessons (2012-2016), una reflexión sobre el inglés como idioma hegemónico. En él, un profesor le enseña a la artista el idioma a través de la lectura de los archivos de la CIA. El film pone en evidencia una potente paradoja: para entender una gran parte de la historia política reciente de los países latinoamericanos es necesario conocer un idioma extranjero.
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