Antes de subirse el sueldo, los concejales de Santiago debieron haber pedido y presentado un estado de la situación económica en que el actual equipo deja el Cabildo.
Y no sólo en Santiago. La transición de tres meses (excesiva, innecesaria) crea un vacío de poder que se aprovecha, como en este caso, para que cualquier listo meta “una idea”.
Los nuevos alcaldes no saben todavía la realidad que enfrentarán. Las comisiones que manejan de transición navegan a media vela y probablemente con todas las dificultades.
Por muchos planes que se tenga, la realidad impondrá cambios de velocidad, ajustes de aspiraciones, manejo de deudas que se desconocían... y se necesitará mucha resistencia ante el acoso de los que se favorecían del anterior equipo.
Las ciudades como Santiago y el Distrito, que votaron por el cambio, aspiran a gestiones más eficientes, más atentas al sentir de la población, más técnicas en el manejo de los problemas y con menos politiquería en sus decisiones.
Los nuevos alcaldes encuentran una ciudadanía mucho más consciente de sus derechos y del papel que tienen las decisiones de los políticos en su calidad de vida. Más preocupados por los problemas de sostenibilidad, contaminación (incluida la acústica), arrabalización.
Celosos de sus derechos, los munícipes aspiran a un gobierno de la ciudad austero, realista, informado. Con autoridad y sin clientelismo. Y en el caso del Distrito... que se sienta que hay un proyecto de ciudad.
IAizpun@diariolibre.com
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