por Óscar Rosales Krumdieck. @orosalesk |
El fujimorismo tiene un problema. Por más que se esfuercen para marcar distancia del gobierno de Alberto Fujimori y mostrar que Fuerza Popular no es sinónimo de dictadura, no están dispuestos a dejar los maniqueísmos de lado. Al contrario, continuamente los refuerzan. Los líderes del fujimorismo son expertos en polarizar a la población, sobre todo a quienes no comulgan con sus ideas. No tratan de convencerlos, sino que pretenden estigmatizarlos.
Durante una visita de Keiko Fujimori a Arequipa, Pierre Figari, el personero legal y jefe de campaña de Fuerza Popular, tildó de terroristas y acusó de formar parte de Sendero Luminoso a las personas que se manifestaban contra el fujimorismo. Hace unos días, Luz Salgado, la candidata de Fuerza Popular para presidir la Mesa Directiva del Congreso, señaló que “lo que hay contra el fujimorismo obedece a gente que fue metida a la cárcel, gente mezclada con Sendero y MRTA”. Ayer, Héctor Becerril, congresista fujimorista y ex vocero del partido naranja, publicó un tuit ridículo en el que utilizaba una foto editada para probar que a Verónika Mendoza le “encanta” tomarse fotos con la bandera de Sendero (en realidad es la bandera de la Unión Soviética, pero eso Becerril no lo sabe).
En entornos de competencia hostil –como es la política- los estereotipos que nos formamos sobre los otros grupos tienden a ser más peyorativos de lo habitual. Solemos juzgar peor –y a veces con mayor injusticia- a los miembros de los grupos que compiten con el nuestro. Nuestros sesgos se hacen más fuertes. El problema con el fujimorismo es que mientras mantienen un discurso que pide que se distinga a Fuerza Popular y sus miembros actuales de Vladimiro Montesinos, el 5 de abril y todos los demás crímenes del fujimorato, ellos y sus seguidores contribuyen constantemente a hacer de la política un entorno de ataques y hostilidad. Yo, sinceramente, no creo que Keiko Fujimori hubiera hecho las mismas cosas que Alberto Fujimori y me parece que los pronósticos de Vargas Llosa eran totalmente exagerados, pero creo que es (bastante) más ridículo asociar a Verónika Mendoza al terrorismo y los coches bomba. No permite tener un diálogo serio y realista, sino que aumenta los odios y rencores.
Si los fujimoristas quieren que se los deje de asociar con los crímenes del fujimorato, bien podrían empezar por dejar de intentar asociar a quienes se oponen a su proyecto político con el terrorismo, el resentimiento y el comunismo. No pueden pretender que les creamos que quieren tener un diálogo de verdad cuando siguen apelando a los fantasmas del pasado y callando las voces disidentes gritándoles “terroristas”. De otro modo, no tendrán la autoridad moral suficiente para quejarse cuando les digan dictadores.
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