Se vive hablando de reformas, pero no se plantean fórmulas que hagan posibles los cambios.
Hay que partir de dos premisas: no se puede hacer reformas sin los políticos que controlan el poder y la oposición y, por otro lado, las reformas posibles son aquellas que ellos vean razonable aprobar.
Para hacerlo de otra manera, hay que armar una revolución que se los lleve por delante.
La sociedad civil sueña con el 4 por ciento, ignorando que ese logro fue posible porque los políticos lo vieron como una oportunidad para aumentar su capital. ¿O no es esa la bandera de realizaciones del Gobierno?
Todas las reformas son posibles cuando hay una crisis, pero nuestros políticos se las han arreglado para eliminar todo vestigio de crisis. Los morados son tan dichosos, que hasta el dinero está barato en el mundo para ellos tapar sus déficits.
Luego, está el otro elemento. Las reformas sólo son posibles cuando significan algo para la gente. La reforma política puede tener todo el sentido del mundo para académicos y dilettantes, pero no tiene significado para los pobres, a los que sólo les interesa la comida, y que no los moleste la Policía.
¿Cuáles de las reformas que se manejan en las interminables mesas redondas tiene sentido para el común de la gente? Ninguna.
En resumen, reformas sin los políticos y sin el interés de la gente no pasarán de ser otro ejercicio intelectual y otra frustración. Reformemos la salud, por ejemplo, y se verán resultados.
atejada@diariolibre.com
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