Los asesinatos, más de 80, cometidos el pasado jueves por un “lobo solitario” en Francia son una nueva demostración del daño que los terroristas (no importa la “motivación”) quieren y pueden causar.
El asesino de Niza pudo demostrar una vez más que un solo hombre, una sola persona, sin armas sofisticadas ni complejos planes puede causar una devastación inmensa.
Las motivaciones (que no causas) que le impulsaron a matar indiscriminadamente en una multitud serán analizadas por especialistas y los análisis irán en todas direcciones. Cualquiera que sea la conclusión a que se llegue, habrá que entender (y actuar en consecuencia) que grupos amparados en excusas pseudo religiosas son capaces de ordenar la muerte con tanta rabia, con tanto odio.
No nos engañemos, no es sólo Europa, no es sólo Estados Unidos. El objetivo es la sociedad occidental, un modo de vida que con todas sus imperfecciones e injusticias es hasta ahora el modelo de sociedad más igualitaria. Hoy es Francia. Cualquier otro día, cualquier otro país.
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