Se ofrece como un éxito de la nueva Ley de la Policía Nacional la reducción de los generales de ese cuerpo a 20, cuando en realidad la institución del orden no necesita generales, sino funcionarios del orden policial.
El “generalato” es una enfermedad de la historia del país que ha sido reseñada por numerosos autores, y que debe ser desterrada de las instituciones que no la necesitan. Hasta los bomberos tienen generales.
Los rangos en la Policía deben ser los ordinarios de las instituciones del orden. Pueden ser directores o comisarios, detectives, oficiales y rangos hasta capitán, que debiera ser el más alto.
Este cambio de nomenclatura es lo que permitiría a un oficial de la Policía ponerle una multa o arrestar a un general de otro cuerpo que viole la ley, porque no se impondría el rango, sino la autoridad de la que está investido.
Por supuesto, hay que pagar bien, y dotar de las condiciones necesarias para una vida digna, pero si logramos desterrar el “generalato” y el “coronelato” de la Policía, habremos ganado todos.
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