Con el calificativo de “los paleros” fue conocido un grupo de aproximadamente 200 delincuentes que sirvieron de fuerza de choque contra los opositores a la dictadura trujillista, inmediatamente después de la muerte del dictador. Dirigido por José Antonio Jiménez, un ebanista que se hacía llamar “El Patriota”, su principal lugarteniente lo era Virgilio Martínez, mejor conocido como “Quinielita”. El grupo de forajidos se movía con libertad y poder, armados de garrotes de madera fabricados en el taller que Balá poseía en la calle Caracas del sector de Villa Francisca, auspiciados por el Partido Dominicano y los servicios de inteligencias.
El jefe de los “paleros” tenía como segundo apellido “Balak”. Así con “k” aparece en expedientes judiciales aunque en otros está escrito como “Balax”; pero popularmente se le conoció como “Balá”, uno de los personeros más temidos entre los opositores al dictador Trujillo y al presidente Balaguer. Residía en la Caracas número 33 del sector de Villa Francisca, al lado de la mueblería “El Carmen”, de su propiedad, y muy próximo al Parque Enriquillo. En ese taller de ebanistería el activista trujillista preparaba las piezas de madera con las que se agredía a los opositores, provocando que el pueblo bautizara a sus seguidores con el mote de “paleros”.
Los paleros formaban grupos de facinerosos, en algunos casos masivos, integrados por miembros del Partido Dominicano que tenían su centro de operación en la barriada de Villa Francisca al amparo de fuerzas policiales, pero que también actuaron en barrios de la capital, en Santiago, San Francisco de Macorís, La Vega y otras ciudades sin que necesariamente tuvieran vínculos con el grupo que personalmente dirigía Balá. La formación y actuación de los paleros, bajo lineamientos del PD y de autoridades, perseguían aterrorizar la población por medios violentos y de esa manera evitar la reacción popular que muy pronto, después de la muerte de Trujillo, exigía el fin de la dictadura.
Mientras el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, la Unión Cívica Nacional, el Partido Revolucionario Dominicano y el Movimiento Popular Dominicano impulsaban las protestas callejeras contra el gobierno que encabezaba el doctor Joaquín Balaguer para forzar la apertura democrática, el partido de gobierno, el Servicio de Inteligencia Militar y los paleros hacían lo contrario para evitar la expansión del movimiento que amenazaba con el desplome del régimen trujillista.
En consonancia con ese propósito, José Antonio Jiménez (Balá) se hacía acompañar muy de cerca por Virgilio Martínez, mejor conocido como “Quinielita”, Pedro Vásquez, Eduardo Pérez M., Domingo Figueroa, Pascasio García, Rafael Antonio Félix, Agustín Berroa, Rafael Arias y Fernando A. Jiménez. Balá recibía 17,500 fundas de alimentos para ser repartidas a nombre del partido oficial, por lo que gozaba de cierto liderazgo basado en el clientelismo de la época, logrando que muchos lo acompañaran en sus actos de violencia política.
El 7 de julio de 1961 los “paleros de Balá” atacaron el local que tenía abierto el MPD en la Avenida José Trujillo Valdez, hoy Avenida Duarte, al lado del cine Max, hiriendo y asesinando a miembros de esa organización. Los actos de violencia obligaron al sometimiento del grupo ante los tribunales para ser juzgado el 11 de julio, pero la causa fue reenviada después de fijar fianza de 10 mil pesos a nombre del máximo dirigente, mientras sus acompañantes fueron puestos en libertad sin fianzas.
La actuación de los pandilleros era tan evidente y desafiante, que el periódico “El Caribe”, que se decía propiedad de los Trujillo, no pudo ignorar las fechorías provocadas por los forajidos en las que, además de utilizar la intimidación contra los opositores, cargaban con sus objetos personales, saqueando negocios y destruyendo propiedades. Ejemplos aparecieron en las noticias, como la del 23 de octubre de 1961 contra un comerciante de Villa Consuelo:
“Un total de 104 individuos integrantes de las bandas de paleros que anteanoche asaltaron una peletería en la calle Baltazar Álvarez esquina Hermanos Pinzón, fueron detenidos por agentes de la Policía Nacional y puestos a disposición de la justicia. En el asalto a la Casa González, tienda de calzado propiedad del señor Américo González Martínez, resultaron heridos el mismo propietario del comercio, su hijo, el joven Miguel A. González, ambos de bala, y por lo menos seis personas más, entre asaltantes y simples transeúntes que se encontraron casualmente en el lugar de los hechos. Es probable que haya otros heridos o lesionados”.
Después de la salida de los Trujillo el 18 de noviembre de 1961 y el final del gobierno de Joaquín Balaguer el 16 de enero de 1962, el nuevo Consejo de Estado controlado por el partido Unión Cívica Nacional organizo las elecciones de diciembre del mismo año, en las que resultó electo el Profesor Juan Bosch líder del Partido Revolucionario Dominicano, quedando Balá sin la protección oficial que por mucho tiempo ostentó, facilitando que fuera nuevamente llevado a la justicia.
El 11 de enero de 1963 Balá fue apresado en una vivienda del Ensanche Alma Rosa, y el 6 de noviembre se dio inicio al juicio contra sus fechorías acusado de “jefe de los paleros”, inculpado de tres asesinatos y otros tres delitos. Junto a él fueron señalados como cómplices Medardo Pérez, Ana García, Lépido Molina, Virgilio Martínez, Luis Francisco Mateo, Juan Díaz C., y Luz María Iñiguez, responsabilizados de incendios, destrucción de edificios, porte ilegal de armas blancas y de fuego, golpizas, asaltos, saqueos y “violencia contra los antitrujillistas”. Condenado a diez años de prisión, durante el gobierno del Triunvirato fue nuevamente juzgado y variada la sentencia, en febrero de 1964:
“La causa judicial seguida contra José Antonio Jiménez Balax (Balá) y un grupo de sindicados “paleros”, comenzó ayer y continuará hoy en la Primera Cámara del Distrito”. Tres testigos y el acusado Balá depusieron ante el tribunal. Los testigos Andrés Homero Curiel (a) Santo, Brunet Brito Liranzo Rodríguez y Pedro Agustín Rosado, señalaron a Jiménez “Balá” como el organizador de una agrupación que agredía a palos y tubazos a diversos ciudadanos”, mientras que el jefe palero señaló que “fue una víctima de los errores del Partido dominicano y de rumores infundados del pueblo”, pero que él estaba recomendado ante el Partido Dominicano para repartir ropas entre los pobres, contando con protección policial, que lo perjudicó. Sus cómplices dijeron conocerlo porque “era muy humanitario” dándoles fundas con comestibles arroz, aceite y salchichón.
En cuanto a la agresión al MPD, explicó que lo hizo por “asuntos personales” y en venganza por haber sido apedreado por miembros de esa agrupación política, hecho ocurrido el día que fue incendiado la emisora de Trujillo conocida como “Radio Caribe”. En el juicio los nombrados Luis Montilla y Juan Díaz Crisóstomo (Juan “Cara Cortada”), fueron sindicados como cómplices. Uno de los testigos defendió a la señora Ana García, pues dijo la vio defendiendo a ciudadanos que eran atacados por los paleros el día que fue asesinado en el puente el licenciado Víctor Estrella Liz.
El tribunal concluyó con una sentencia en la que se condenaba a solo a tres años de cárcel y una indemnización simbólica de un peso contra José Antonio Jiménez. También fueron condenados en contumacia a 20 años de trabajos públicos, Julio Ernesto Duquela y Vinicio A. Paulino, y penas menores de dos años a Josefina Gómez (La Gorda) Ana García, Lépido Molina, Luis Francisco Mateo, Virgilio Martínez (Quinielita), Medardo Pérez (Piringo), Juan Díaz Crisóstomo, y Luz María Faneytte.
En medio del tribunal “Balá” lució arrogante, “despejado, riendo a veces. Vestía un traje azul grisáceo, corbata negra con pintas blancas. Se negó a declarar cuando le fue solicitado por el presidente del tribunal a pedidos de la parte civil”. El fiscal doctor Víctor Eduardo Ruiz pidió cinco años de trabajos públicos para “Balá”. El tribunal fue presidido por el doctor Armando Perelló Mejía y al darse el veredicto el público asistente abucheó largamente como lo hizo varias veces en el transcurso de la audiencia.
Balá fue recluido en la cárcel de La Victoria y los paleros desaparecieron del escenario junto al Partido Dominicano, mientras los calieses cambiaban de residencias, yéndose a vivir a otros pueblos y saliendo a residir a otros países de donde muchos fueron extraditados; pero la historia de Balá, del que fue jefe más destacado de “los paleros”, apenas había comenzado.
Finalizada la guerra de Abril de 1965 e instaurado el gobierno provisional del doctor Héctor García Godoy, el 3 de septiembre de ese año, el país pasó por período de transición marcado por la desobediencia de altos oficiales contrarios a los militares constitucionalistas, que se negaban acatar las órdenes del gobierno y de salir del país como se había pactado en el acta institucional que puso fin a la conflagración militar, lo que también incluyó sectores civiles que se oponían al gobierno provisional.
El 11 de noviembre de 1965, las autoridades descubrieron un conato de golpe de Estado encabezado por el doctor Tobías Alcibíades Espinoza Acosta y otros 36 implicados y que tenían a Santiago de los Caballeros como centro de la conspiración. Era más que evidentemente que contaban con el apoyo de sectores militares que veían con desagrados las medidas que Godoy estaba tomando para pacificar el país.
En medio de la crisis provocada por los militares insubordinados y la confusión que provocaba el enfrentamiento de intereses político-militares, así como las movilizaciones populares en las ciudades, los militares liderados por Rivera Caminero y otros oficiales del CEFA y de las Fuerzas Armadas decidieron la liberación de los inculpados en el “complot” y de paso dejaron también en libertad a los asesinos de las hermanas Mirabal, que cumplían largas condenas por ese horrendo crimen. Entre los 43 liberados se encontraba José Antonio Jiménez (Balá) quien guardaba prisión en la cárcel de La Victoria desde 1963.
El pueblo se enteró de la liberación de los criminales cuando el Presidente Provisional ordenó, el 19 de enero de 1966, recapturar a los asesinos. La reacción del gobierno, que conociendo de la fuga había guardado silencio, fue debido a una carta de los familiares de las hermanas Mirabal donde se denunciaba el horrible acontecimiento. La fuga con apoyo policial y de los militares desafectos a Godoy, recayó en el entonces jefe de la Policía general Hernan Despradel Brache, quien puso su cargo a disposición del presidente de la República y se excusó diciendo a la prensa que él los había liberados porque “una voz parecida a la del presidente García Godoy le dio la orden por teléfono” y que “fue sorprendido en su buena fe”.
En su declaración a la prensa, el jefe de la Policía se refirió a la llamada en la que el supuesto presidente le ordenó poner en libertad los prisioneros, diciendo que esa persona le pidió que “considerara que, para bien de la tranquilidad convenía poner en libertad los presos políticos (…). Yo, creyendo que realmente se trataba del Señor Presidente de la Republica, con la buena intención de acatar sus órdenes, le ordené al comandante de la Policía Nacional en La Victoria, ponerlos en libertad”. También se responsabilizó de la libertad de los presos que no formaban parte del grupo del doctor Alcibíades Espinoza, y que fueron liberados: “aquellos que directamente o indirectamente, consideramos que guardaban prisión por causas políticas”.
La afirmación del jefe de Policía de que recibió la orden para liberar los que cumplían prisión por horrendos crímenes, fue de inmediato negada por el presidente Godoy. El gobernante se excusó diciendo que aun antes de conocer la carta enviada por Mercedes Reyes viuda Mirabal y Dedé Mirabal, madre y hermana respectivamente de las hermanas asesinadas en 1960 por la dictadura de Trujillo, “ya él había dado la orden de captura de los liberados, y agregó que el confiaba en que la recaptura llevaría la tranquilidad a la familia Mirabal y a la sociedad dominicana”.
Los presos implicados en el intento de golpe de Estado y en los crímenes durante la dictadura de Trujillo, liberados de la Cárcel de la Victoria, fueron 37, entre ellos Manuel Alfonso Cruz Valerio, Emilio Estrada Malleta (Manota), Néstor Antonio Pérez Terrero y Ciriaco de la Rosa Luciano. Condenados a 20 y 30 años de trabajo público. También José Antonio Jiménez (Balá), el jefe de los paleros.
Algunos medios de prensa, entre ellos la revista “Ahora!”, dieron seguimiento al caso y solicitaron el esclarecimiento del asombroso hecho. En un escrito titulado “Que se investigue esto”, la revista dice que si “no fuera por la gravedad que entraña, la reciente liberación de algunos presos políticos y delincuentes comunes encarcelados en la penitenciaría de La Victoria, por su forma, parecería un chiste. Que el jefe de la Policía Nacional, creyendo que recibía una orden por teléfono del presidente provisional, ordenara la puesta en libertad del doctor Alcibíades Espinosa y de su frustrados “golpistas” de Santiago, de los asesinos convictos de las Hermanas Mirabal y del líder “palero” José A. Jiménez (Balá), entre otros es digno de una comedia teatral. Aunque aquí todavía estamos muy acostumbrados a funcionar a base de llamadas telefónicas, en este caso hubo descuido o falta de inteligencia de parte del general Hernan Despradel Brache”. (…). ¿O, acaso “Balá”, perturbador social por excelencia, serviría también como “pacificador”? Es más posible que estos elementos, dado su pasado, se afilien ahora a las bandas de terroristas que acosan a la ciudadanía. (…). Sin duda alguna, dada la calaña de los libertados, la orden debió provenir de los grupos reaccionarios y terroristas empeñados en dificultar la gestión del gobierno provisional. Estos los aprovecharán ahora en sus actividades conspirativas y delictivas; esto es, en la comisión de sabotajes, secuestros y asesinatos”.
Por otro lado, se rumoró que los liberados, en especial los asesinos de las hermanas Mirabal, cruzaron la frontera hacia Haití, mientras las autoridades insistían en que no había ningún problema para recapturar a los complotados. Supuestamente perseguidos, nunca se volvió hablar del tema y los “fugados” se fueron integrando a la vida normal; pero un nuevo hecho provocó que todo el ruido provocado quedara en el olvido: el doctor Joaquín Balaguer, quien fungió de presidente de la República el día que las hermanas Mirabal fueron asesinadas y también durante los meses en que Balá cometió sus fechorías, fue electo en las elecciones del 1 de junio de 1966, juramentándose el 1 de julio del mismo año.
En ese nuevo ambiente político en que el autoritarismo y la represión fueron plataformas para la gobernabilidad, José Antonio Jiménez, que luego de su “fuga” se había refugiado el sector de Alma Rosa en la zona oriental, regresó a su condición de ebanista y fue a residir a la calle Seibo del sector de Villa Juana, tratando de recuperar algunos de los bienes adquiridos en los tiempos en que fue calié de Trujillo y palero del gobierno de Balaguer. Dos años después recibió cuatro disparos de pistola 45, muriendo la noche del 7 de diciembre de 1968.
(Para este artículo de la serie Cronología de los Doce Años, fueron utilizadas las siguientes fuentes: “Dice recibió por teléfono orden de libertar presos”, El Caribe, 10 enero de 1966; “Revelan los nombres presos excarcelados”, Listín Diario, 11 enero 1966; “Qué se investigue…!”, Revista Ahora!, No. 117, 24 enero de 1966; “Afirman no hay problemas para recaptura complotados”, Listín Diario, 15 enero de 1966“Ordenan recaptura autores muerte Hermanas Mirabal”, Listín Diario, 20 enero de 1966).
El grupo acusó a Balá de “asesinar” a todos aquellos que decían ser anti-trujillistas después de la muerte del tirano y de comandar “una pandilla de malhechores”.
La noche del 7 de diciembre a las 7:30 aproximadamente, un grupo de hombres se presentó a la casa número 146 de la calle Seibo, entre la Mauricio Báez y calle 18 de la barriada de Villa Juana, y sin mediar palabras realizaron varios disparos. Cuatro de ellos impactaron el cuerpo robusto de José Antonio Jiménez, mejor conocido como Balá, jefe de los “paleros” que se hicieron famosos por los crímenes cometidos contra los opositores al régimen de Trujillo, entre los meses de mayo y diciembre de 1961.
Su muerte sacó del olvido al tétrico personaje trujillista que vivió en la calle Caracas del sector de Villa Francisca y que, enjuiciado y condenado a diez años de cárcel primero y luego a solo tres años, fue liberado por el jefe de la Policía Nacional el 6 de enero de 1966, mediante una decisión a todas luces risible.
La muerte del temible bandolero y calié de los tiempos de Trujillo estuvo precedida de dos situaciones que provocaron la confusión al momento de la investigación policial para dar con los responsables del sangriento hecho: en primer lugar se dijo que Balá fue muerto por un comando clandestino del Movimiento Popular Dominicano, organización que fue violentamente atacada por Balá y sus hombres cuando el 7 de julio de 1961 su local fue asaltado por los facinerosos. La otra, el conflicto que el trujillista mantenía con su hijo debido a una propiedad que este último habitaba en la calle doctor Betances del sector de Villa Francisca.
El 6 de enero de 1968 el periódico “El Nacional” trajo la noticia de que un grupo de moradores del sector había protestado contra José Antonio Jiménez (Balá), debido a su intención de provocar un desalojo contra las familias que residían allí desde 1962, cuando Balá se encontraba detenido, como quedó reseñado:
“Unas 25 familias se dijo que podían ser desalojadas mañana de solares que ocupan en las proximidades de la esquina Caracas con Doctor Betances. A los ocupantes de los solares, según representantes de los afectados, se les ha dado un plazo de 15 días para que abandonen el lugar. El plazo vence mañana, dijeron. De acuerdo a las personas afectadas, los solares son reclamados por José Antonio Jiménez (Balá). Ellos dicen estar dispuestos a abandonar el lugar, pero a condición de que se les paguen las mejoras que han levantado y se les busque dónde alojarse. (…). El grupo dice haberse constituido en comité “contra los desalojos arbitrarios”. Asegura representar a unas 25 familias. Posteriormente a la declaración del grupo, se presentó a esta redacción un joven que se identificó como Víctor Antonio Jiménez y quien dijo ser hijo del reclamante de los solares. Añadió que su padre le dijo que la “la ley entra por casa”. El joven, de quien Balá decía que no era hijo legitimo, operaba “un taller de ebanistería en la calle La Humanitaria 11. Tampoco se niega a abandonar el solar, pero antes quiere asegurarse de que tendrá dónde establecerse”. Jiménez lo acusaba de no defender sus intereses y de encabezar las “turbas” que invadieron los solares ahora reclamados.
Los desconocidos que pusieron fin a la vida del tenebroso miembro del Partido Dominicano, dispararon con una pistola 45 “desde la puerta delantera de su casa (…), donde tenía instalada una mueblería y desde otra puerta que da a un solar situado al lado de su residencia. A simple vista presentaba un balazo encima del corazón, otro en la mano izquierda y un tercero en la mano derecha”. A la hora de su muerte estaba acompañado de sus hijos Bernardo Jiménez de nueve años y Ramón Jiménez de 14 años de edad.
Desde el mismo día del asesinato la policía tuvo sospecha del hijo del occiso, y se le consideró por lo menos autor intelectual, por lo que fue de inmediato detenido y llevado al Escuadrón contra Homicidios, mientras que personas que conocían al presunto victimario decían que padre e hijo discutían frecuentemente y se desafiaban a pelear en la calle.
La confusión sobre los responsables de la muerte del palero se hizo mayor, ya que “Un Comando clandestino auto-denominado “Miguel Fortuna” se atribuyó la muerte de José Antonio Jiménez (Balá) y “asumió para sí, exclusivamente, todas las responsabilidades de la acción”. El periódico “El Nacional” reseñó la declaración del grupo emepedeista, diciendo que estos cometieron el hecho “cumpliendo con su deber de hacer “justicia” a todos los personeros “que tengan deudas de sangre contraídas con este pueblo” y por haber Balá comandado “una pandilla de malhechores”. Con su muerte, decía el CRC “Miguel Fortuna”, se llevaba un aliento de tranquilidad a las familias amenazadas de ser desalojadas:
El grupo acusó a Balá de “asesinar” a todos aquellos que decían ser anti-trujillistas después de la muerte del tirano y de comandar “una pandilla de malhechores”. El Comando Revolucionario Clandestino “Miguel Fortuna” dedica “el ajusticiamiento de este inescrupuloso calié de tanto tiempo (…) como un aliento de tranquilidad a las “humildes familias que le confiscaron terrenos en los cuales construyeron sus humildes techos después de la caída de la tiranía”.
El refrán popular dice que “el que a hierro mata a hierro muere” y Balá, que tenía en su haber varios crímenes cometidos durante la dictadura de Trujillo y fue protegido del gobierno de Joaquín Balaguer en los meses posteriores a la muerte del tirano, encontró su trágico final bajo los disparos certeros de quienes se decían miembros del MPD, o de su propio hijo, que también se llegó a rumorar ingresó a un Comando Clandestino para cometer el hecho. Cierto o no, así fue la historia final del jefe del famoso grupo delincuencial conocido como “los Paleros de Balá”.
(Para este artículo de la serie “Cronología de los Doce Años”, fueron utilizadas las siguientes fuentes: “Hijo describe a victimario”, El Nacional, 8 diciembre de 1968; “Policía arresta 5 personas en relación muerte Balá”, El Caribe, 8 diciembre de 1968; “Hijo de Balá es sospechoso de asesinato”, El Nacional, 9 diciembre de 1968; “Comando asegura que mató a Balá”, El Nacional, 10 diciembre de 1968).
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Con el calificativo de “los paleros” fue conocido un grupo de aproximadamente 200 delincuentes que sirvieron de fuerza de choque contra los opositores a la dictadura trujillista, inmediatamente después de la muerte del dictador. Dirigido por José Antonio Jiménez, un ebanista que se hacía llamar “El Patriota”, su principal lugarteniente lo era Virgilio Martínez, mejor conocido como “Quinielita”. El grupo de forajidos se movía con libertad y poder, armados de garrotes de madera fabricados en el taller que Balá poseía en la calle Caracas del sector de Villa Francisca, auspiciados por el Partido Dominicano y los servicios de inteligencias.
El jefe de los “paleros” tenía como segundo apellido “Balak”. Así con “k” aparece en expedientes judiciales aunque en otros está escrito como “Balax”; pero popularmente se le conoció como “Balá”, uno de los personeros más temidos entre los opositores al dictador Trujillo y al presidente Balaguer. Residía en la Caracas número 33 del sector de Villa Francisca, al lado de la mueblería “El Carmen”, de su propiedad, y muy próximo al Parque Enriquillo. En ese taller de ebanistería el activista trujillista preparaba las piezas de madera con las que se agredía a los opositores, provocando que el pueblo bautizara a sus seguidores con el mote de “paleros”.
Los paleros formaban grupos de facinerosos, en algunos casos masivos, integrados por miembros del Partido Dominicano que tenían su centro de operación en la barriada de Villa Francisca al amparo de fuerzas policiales, pero que también actuaron en barrios de la capital, en Santiago, San Francisco de Macorís, La Vega y otras ciudades sin que necesariamente tuvieran vínculos con el grupo que personalmente dirigía Balá. La formación y actuación de los paleros, bajo lineamientos del PD y de autoridades, perseguían aterrorizar la población por medios violentos y de esa manera evitar la reacción popular que muy pronto, después de la muerte de Trujillo, exigía el fin de la dictadura.
Mientras el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, la Unión Cívica Nacional, el Partido Revolucionario Dominicano y el Movimiento Popular Dominicano impulsaban las protestas callejeras contra el gobierno que encabezaba el doctor Joaquín Balaguer para forzar la apertura democrática, el partido de gobierno, el Servicio de Inteligencia Militar y los paleros hacían lo contrario para evitar la expansión del movimiento que amenazaba con el desplome del régimen trujillista.
En consonancia con ese propósito, José Antonio Jiménez (Balá) se hacía acompañar muy de cerca por Virgilio Martínez, mejor conocido como “Quinielita”, Pedro Vásquez, Eduardo Pérez M., Domingo Figueroa, Pascasio García, Rafael Antonio Félix, Agustín Berroa, Rafael Arias y Fernando A. Jiménez. Balá recibía 17,500 fundas de alimentos para ser repartidas a nombre del partido oficial, por lo que gozaba de cierto liderazgo basado en el clientelismo de la época, logrando que muchos lo acompañaran en sus actos de violencia política.
El 7 de julio de 1961 los “paleros de Balá” atacaron el local que tenía abierto el MPD en la Avenida José Trujillo Valdez, hoy Avenida Duarte, al lado del cine Max, hiriendo y asesinando a miembros de esa organización. Los actos de violencia obligaron al sometimiento del grupo ante los tribunales para ser juzgado el 11 de julio, pero la causa fue reenviada después de fijar fianza de 10 mil pesos a nombre del máximo dirigente, mientras sus acompañantes fueron puestos en libertad sin fianzas.
La actuación de los pandilleros era tan evidente y desafiante, que el periódico “El Caribe”, que se decía propiedad de los Trujillo, no pudo ignorar las fechorías provocadas por los forajidos en las que, además de utilizar la intimidación contra los opositores, cargaban con sus objetos personales, saqueando negocios y destruyendo propiedades. Ejemplos aparecieron en las noticias, como la del 23 de octubre de 1961 contra un comerciante de Villa Consuelo:
“Un total de 104 individuos integrantes de las bandas de paleros que anteanoche asaltaron una peletería en la calle Baltazar Álvarez esquina Hermanos Pinzón, fueron detenidos por agentes de la Policía Nacional y puestos a disposición de la justicia. En el asalto a la Casa González, tienda de calzado propiedad del señor Américo González Martínez, resultaron heridos el mismo propietario del comercio, su hijo, el joven Miguel A. González, ambos de bala, y por lo menos seis personas más, entre asaltantes y simples transeúntes que se encontraron casualmente en el lugar de los hechos. Es probable que haya otros heridos o lesionados”.
Después de la salida de los Trujillo el 18 de noviembre de 1961 y el final del gobierno de Joaquín Balaguer el 16 de enero de 1962, el nuevo Consejo de Estado controlado por el partido Unión Cívica Nacional organizo las elecciones de diciembre del mismo año, en las que resultó electo el Profesor Juan Bosch líder del Partido Revolucionario Dominicano, quedando Balá sin la protección oficial que por mucho tiempo ostentó, facilitando que fuera nuevamente llevado a la justicia.
El 11 de enero de 1963 Balá fue apresado en una vivienda del Ensanche Alma Rosa, y el 6 de noviembre se dio inicio al juicio contra sus fechorías acusado de “jefe de los paleros”, inculpado de tres asesinatos y otros tres delitos. Junto a él fueron señalados como cómplices Medardo Pérez, Ana García, Lépido Molina, Virgilio Martínez, Luis Francisco Mateo, Juan Díaz C., y Luz María Iñiguez, responsabilizados de incendios, destrucción de edificios, porte ilegal de armas blancas y de fuego, golpizas, asaltos, saqueos y “violencia contra los antitrujillistas”. Condenado a diez años de prisión, durante el gobierno del Triunvirato fue nuevamente juzgado y variada la sentencia, en febrero de 1964:
“La causa judicial seguida contra José Antonio Jiménez Balax (Balá) y un grupo de sindicados “paleros”, comenzó ayer y continuará hoy en la Primera Cámara del Distrito”. Tres testigos y el acusado Balá depusieron ante el tribunal. Los testigos Andrés Homero Curiel (a) Santo, Brunet Brito Liranzo Rodríguez y Pedro Agustín Rosado, señalaron a Jiménez “Balá” como el organizador de una agrupación que agredía a palos y tubazos a diversos ciudadanos”, mientras que el jefe palero señaló que “fue una víctima de los errores del Partido dominicano y de rumores infundados del pueblo”, pero que él estaba recomendado ante el Partido Dominicano para repartir ropas entre los pobres, contando con protección policial, que lo perjudicó. Sus cómplices dijeron conocerlo porque “era muy humanitario” dándoles fundas con comestibles arroz, aceite y salchichón.
En cuanto a la agresión al MPD, explicó que lo hizo por “asuntos personales” y en venganza por haber sido apedreado por miembros de esa agrupación política, hecho ocurrido el día que fue incendiado la emisora de Trujillo conocida como “Radio Caribe”. En el juicio los nombrados Luis Montilla y Juan Díaz Crisóstomo (Juan “Cara Cortada”), fueron sindicados como cómplices. Uno de los testigos defendió a la señora Ana García, pues dijo la vio defendiendo a ciudadanos que eran atacados por los paleros el día que fue asesinado en el puente el licenciado Víctor Estrella Liz.
El tribunal concluyó con una sentencia en la que se condenaba a solo a tres años de cárcel y una indemnización simbólica de un peso contra José Antonio Jiménez. También fueron condenados en contumacia a 20 años de trabajos públicos, Julio Ernesto Duquela y Vinicio A. Paulino, y penas menores de dos años a Josefina Gómez (La Gorda) Ana García, Lépido Molina, Luis Francisco Mateo, Virgilio Martínez (Quinielita), Medardo Pérez (Piringo), Juan Díaz Crisóstomo, y Luz María Faneytte.
En medio del tribunal “Balá” lució arrogante, “despejado, riendo a veces. Vestía un traje azul grisáceo, corbata negra con pintas blancas. Se negó a declarar cuando le fue solicitado por el presidente del tribunal a pedidos de la parte civil”. El fiscal doctor Víctor Eduardo Ruiz pidió cinco años de trabajos públicos para “Balá”. El tribunal fue presidido por el doctor Armando Perelló Mejía y al darse el veredicto el público asistente abucheó largamente como lo hizo varias veces en el transcurso de la audiencia.
Balá fue recluido en la cárcel de La Victoria y los paleros desaparecieron del escenario junto al Partido Dominicano, mientras los calieses cambiaban de residencias, yéndose a vivir a otros pueblos y saliendo a residir a otros países de donde muchos fueron extraditados; pero la historia de Balá, del que fue jefe más destacado de “los paleros”, apenas había comenzado.
Finalizada la guerra de Abril de 1965 e instaurado el gobierno provisional del doctor Héctor García Godoy, el 3 de septiembre de ese año, el país pasó por período de transición marcado por la desobediencia de altos oficiales contrarios a los militares constitucionalistas, que se negaban acatar las órdenes del gobierno y de salir del país como se había pactado en el acta institucional que puso fin a la conflagración militar, lo que también incluyó sectores civiles que se oponían al gobierno provisional.
El grupo acusó a Balá de “asesinar” a todos aquellos que decían ser anti-trujillistas después de la muerte del tirano y de comandar “una pandilla de malhechores”.
La noche del 7 de diciembre a las 7:30 aproximadamente, un grupo de hombres se presentó a la casa número 146 de la calle Seibo, entre la Mauricio Báez y calle 18 de la barriada de Villa Juana, y sin mediar palabras realizaron varios disparos. Cuatro de ellos impactaron el cuerpo robusto de José Antonio Jiménez, mejor conocido como Balá, jefe de los “paleros” que se hicieron famosos por los crímenes cometidos contra los opositores al régimen de Trujillo, entre los meses de mayo y diciembre de 1961.
Su muerte sacó del olvido al tétrico personaje trujillista que vivió en la calle Caracas del sector de Villa Francisca y que, enjuiciado y condenado a diez años de cárcel primero y luego a solo tres años, fue liberado por el jefe de la Policía Nacional el 6 de enero de 1966, mediante una decisión a todas luces risible.
La muerte del temible bandolero y calié de los tiempos de Trujillo estuvo precedida de dos situaciones que provocaron la confusión al momento de la investigación policial para dar con los responsables del sangriento hecho: en primer lugar se dijo que Balá fue muerto por un comando clandestino del Movimiento Popular Dominicano, organización que fue violentamente atacada por Balá y sus hombres cuando el 7 de julio de 1961 su local fue asaltado por los facinerosos. La otra, el conflicto que el trujillista mantenía con su hijo debido a una propiedad que este último habitaba en la calle doctor Betances del sector de Villa Francisca.
El 6 de enero de 1968 el periódico “El Nacional” trajo la noticia de que un grupo de moradores del sector había protestado contra José Antonio Jiménez (Balá), debido a su intención de provocar un desalojo contra las familias que residían allí desde 1962, cuando Balá se encontraba detenido, como quedó reseñado:
“Unas 25 familias se dijo que podían ser desalojadas mañana de solares que ocupan en las proximidades de la esquina Caracas con Doctor Betances. A los ocupantes de los solares, según representantes de los afectados, se les ha dado un plazo de 15 días para que abandonen el lugar. El plazo vence mañana, dijeron. De acuerdo a las personas afectadas, los solares son reclamados por José Antonio Jiménez (Balá). Ellos dicen estar dispuestos a abandonar el lugar, pero a condición de que se les paguen las mejoras que han levantado y se les busque dónde alojarse. (…). El grupo dice haberse constituido en comité “contra los desalojos arbitrarios”. Asegura representar a unas 25 familias. Posteriormente a la declaración del grupo, se presentó a esta redacción un joven que se identificó como Víctor Antonio Jiménez y quien dijo ser hijo del reclamante de los solares. Añadió que su padre le dijo que la “la ley entra por casa”. El joven, de quien Balá decía que no era hijo legitimo, operaba “un taller de ebanistería en la calle La Humanitaria 11. Tampoco se niega a abandonar el solar, pero antes quiere asegurarse de que tendrá dónde establecerse”. Jiménez lo acusaba de no defender sus intereses y de encabezar las “turbas” que invadieron los solares ahora reclamados.
Los desconocidos que pusieron fin a la vida del tenebroso miembro del Partido Dominicano, dispararon con una pistola 45 “desde la puerta delantera de su casa (…), donde tenía instalada una mueblería y desde otra puerta que da a un solar situado al lado de su residencia. A simple vista presentaba un balazo encima del corazón, otro en la mano izquierda y un tercero en la mano derecha”. A la hora de su muerte estaba acompañado de sus hijos Bernardo Jiménez de nueve años y Ramón Jiménez de 14 años de edad.
Desde el mismo día del asesinato la policía tuvo sospecha del hijo del occiso, y se le consideró por lo menos autor intelectual, por lo que fue de inmediato detenido y llevado al Escuadrón contra Homicidios, mientras que personas que conocían al presunto victimario decían que padre e hijo discutían frecuentemente y se desafiaban a pelear en la calle.
La confusión sobre los responsables de la muerte del palero se hizo mayor, ya que “Un Comando clandestino auto-denominado “Miguel Fortuna” se atribuyó la muerte de José Antonio Jiménez (Balá) y “asumió para sí, exclusivamente, todas las responsabilidades de la acción”. El periódico “El Nacional” reseñó la declaración del grupo emepedeista, diciendo que estos cometieron el hecho “cumpliendo con su deber de hacer “justicia” a todos los personeros “que tengan deudas de sangre contraídas con este pueblo” y por haber Balá comandado “una pandilla de malhechores”. Con su muerte, decía el CRC “Miguel Fortuna”, se llevaba un aliento de tranquilidad a las familias amenazadas de ser desalojadas:
El grupo acusó a Balá de “asesinar” a todos aquellos que decían ser anti-trujillistas después de la muerte del tirano y de comandar “una pandilla de malhechores”. El Comando Revolucionario Clandestino “Miguel Fortuna” dedica “el ajusticiamiento de este inescrupuloso calié de tanto tiempo (…) como un aliento de tranquilidad a las “humildes familias que le confiscaron terrenos en los cuales construyeron sus humildes techos después de la caída de la tiranía”.
El refrán popular dice que “el que a hierro mata a hierro muere” y Balá, que tenía en su haber varios crímenes cometidos durante la dictadura de Trujillo y fue protegido del gobierno de Joaquín Balaguer en los meses posteriores a la muerte del tirano, encontró su trágico final bajo los disparos certeros de quienes se decían miembros del MPD, o de su propio hijo, que también se llegó a rumorar ingresó a un Comando Clandestino para cometer el hecho. Cierto o no, así fue la historia final del jefe del famoso grupo delincuencial conocido como “los Paleros de Balá”.
(Para este artículo de la serie “Cronología de los Doce Años”, fueron utilizadas las siguientes fuentes: “Hijo describe a victimario”, El Nacional, 8 diciembre de 1968; “Policía arresta 5 personas en relación muerte Balá”, El Caribe, 8 diciembre de 1968; “Hijo de Balá es sospechoso de asesinato”, El Nacional, 9 diciembre de 1968; “Comando asegura que mató a Balá”, El Nacional, 10 diciembre de 1968).
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