El 11 de septiembre de 1962, el jurista alemán y hombre de negocios Heinz Krug, conocido por los Aliados como «el hombre más peligroso de Europa», fue secuestrado en Múnich y su cadáver no apareció. Se sabe que había sido uno de los expertos del Reich en la fabricación de cohetes y que viajaba con frecuencia al Cairo en aquellos años. Era uno de los fichajes del Gobierno egipcio para asegurar la escalada armamentística y desarrollar ojivas nucleares en cohetes precisos. Nunca más se supo de él.
Era un secreto a voces que Krug había estado reclutando científicos alemanes que durante el Tercer Reich trabajaron en el desarrollo de loscohetes nazis y que los sacaba del país a través de la red de Odessa, pero a pesar de las sospechas generalizadas de que el Mossad era el responsable de su desaparición, el caso nunca fue cerrado.
Ahora el periódico israelí «Haaretz» publica transcripciones de mensajes entre Krug y miembros de los servicios de inteligencia de su país que no solamente demuestran que cayó en manos del Mossad, sino que prueban que el trabajo fue encargado a Otto Skorzeny, el aplaudido ex oficial de las SS apodado «caracortada» por su característica cicatriz en la mejilla, a cambio de su inmunidad.
Asesino a sueldo para Israel
«El hecho de que un héroe de Hitler, que formó parte de las fuerzas especiales y responsable de crímenes en la guerra de destrucción, acabase como asesino a sueldo del Mossad, es naturalmente una sensación para la Historia de la postguerra», reconoce el historiador y periodista alemán Robert Probst.
Famoso por el rescate del dictador italiano Benito Mussolini y mitificado por la Operación Greif, que le llevó a infiltrarse entre las tropas enemigas disfrazado de oficial británico para sembrar la confusión en sus unidades de combate, Skorzeny, contó con un gran prestigio en la Alemania nazi e incluso estuvo 36 horas a cargo del centro de mando de la Wehrmacht tras el fracaso de la Operación Walkiria.
Sobre la fidelidad de Skorzeny al Führer nunca cupo dudas y precisamente por ese motivo resultó tan chocante que evitase todos los juicios posteriores a la guerra y que terminase sus días plácidamente en Alcudia, Islas Baleares. Moriría el 7 de julio de 1975 en Madrid víctima de un cáncer de pulmón y a los 67 años de edad.
Sus conversaciones con un agente del Mossad no identificado vienen a aclarar también esta última incógnita sobre la biografía de Skorzeny. «Tras la guerra se ganaba bien la vida con su profesión», confirma Probst, pero «seguramente buscó protección». Desde 1961, los servicios secretos israelíes tuvieron constancia de la Fábrica 333, en la que trabajaban científicos alemanes reciclados.
En mayo de 1962, el reclutador Heinz Krug había contactado con el doctor austríaco Otto Yoklek en Viena con una buena oferta, pero Yoklek informó al Mossad sobre el contenido de esta entrevista y sobre la inminente fabricación de cohetes nucleares.
El director de la inteligencia israelí, el general Isser Harel, obtuvo permiso del gobierno de Ben Gurion para atacar el peligro de raíz, pero con la condición deno incomodar a Alemania, país del que estaban a punto de llegar a Israel tanques y armamento fundamentales en su programa de Defensa. Así fue como puso en marcha la Operación Damocles, destinada a aterrorizar a los científicos alemanes y a sus familias para evitar que se uniesen al programa egipcio.
Krug creyó que el nazi podría salvarle
Cuando estaban en Alemania recibían mensajes amenazantes y llamadas en mitad de la noche. Cuando viajaban a Egipto, cartas bomba que además causaron decenas de heridos. En su desesperación por llegar al núcleo del problema, el Mossad contactó con Skorzeny, un alemán que podía terminar con Krug sin comprometer al gobierno de Israel.
Lo curioso es que Krug, después del secuestro de Eichmann a manos de Mossad comenzó a volverse loco por causa de las amenazas y buscó protección: ¿quién mejor que un héroe nazi como Skozerny? El día que desapareció sin dejar rastro tenía una cita con él. No sabía que su supuesto salvador trabajaba para quienes le habían puesto en lo alto de la lista de enemigos de Israel.
«¿Qué le prometió el Mossad a cambio a Skorzeny?», se pregunta Probst: «Dinero tenía suficiente, según él mismo dice en esas conversaciones transcritas, pero tenía mucho interés en que su nombre fuese tachado de la Lista del famoso cazador de nazis, Simon Wiesenthal». La lista Wiesethal no fue modificada, pero Skorzeny pudo seguir tranquilamente con su vida, gracias a su inmunidad.
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