Andrés Gómez Vela
domingo, 20 de septiembre de 2015
Andrés Gómez Vela
Trujillo gobernó el país caribeño durante 31 años montado en el discurso de que era amado por su pueblo. Sus "llunkus” convirtieron el culto a su persona en la base de su permanencia en Palacio. Como resultado de ello, el Congreso aprobó por abrumadora mayoría cambiar el nombre de la capital Santo Domingo a Ciudad Trujillo. No sólo eso, casi todas las obras llevaban su nombre, incluso una provincia y un cerro. Es más, articularon un lema para reproducirlo en cada acto: "Trujillo en la tierra, Dios en el cielo”; y "tramitaban” ante las universidades distinciones (Doctor Honoris Causa). ¡Ah! Y fue recomendado para el Premio Nobel de la Paz por sus admiradores.
El dictador ganaba elecciones con más de dos tercios de voto. Las masacres, persecuciones y encarcelamientos de dirigentes sindicales y políticos no le restaban apoyo. Trujillo cambiaba en el Congreso las reglas cuando quería. Participó por primera vez en elecciones en 1931; en 1934 se volvió a hacer habilitar como candidato. En 1947, ante fuertes críticas internacionales, ordenó dejar participar a tres partidos, pero igual terminó ganando con el 90%.
Trujillo se declaró defensor del medio ambiente y, en un primer momento, antiimperialista. En situaciones clave buscó llevarse bien con la Iglesia Católica. Sus epígonos repetían que gracias a él había estabilidad política, avances económicos, pero no había un sustituto.
Como Trujillo hubo otro dictador y estaba cerca, en Paraguay, Alfredo Stroessner, quien derrocó mediante un golpe de Estado al presidente Federico Chávez, en 1954. Como quería ser legítimo convocó a unas elecciones y ganó. Llegó a controlar todos los poderes con el Partido Colorado y el Ejército. El dictador aseguraba que su país era democrático, pero perseguía y enjuiciaba a todos los opositores; juraba que había libertad de prensa, pero si escuchaba una crítica mandaba a callar al osado.
Durante la era Stroessner la economía llegó a crecer hasta el 11%. Para ostentarlo construyó escuelas, carreteras, hospitales y centrales hidroeléctricas. A cada obra que realizaba lo bautizaba con su nombre, incluso sustituyó el de Puerto Flor de Lis a Puerto Presidente Stroessner, hoy Ciudad del Este
El 25 de agosto de 1967, el tirano promulgó una nueva Constitución que permitía una sola reelección al Presidente; en 1977 ordenó modificarla para reelegirse indefinidamente. Se quedó 35 años en Palacio "por voluntad de su pueblo”, tras ser reelegido en ocho ocasiones.
Como estos dictadores hubo muchos y todos se escudaron en el voto, en el supuesto amor de su pueblo, el crecimiento económico y la estabilidad política.
Para evitar a estos políticos que van contra la humanidad, la historia definió sabiamente que la esencia de la democracia no sólo es el voto, sino el consenso socio-político para aprobar y respetar las reglas establecidas en la Constitución, donde se fija el periodo de gobierno, los mecanismos para evitar la concentración de poder, edad de votación, retorno del mandatario a la base, etcétera. La renovación de un gobierno es transparencia y oxígeno para la democracia. La reforma de una Constitución para aprobar las reelecciones indefinidas, o así sea para una sola vez más, es el principio del fin del sistema democrático y el nacimiento de una dictadura.
Los tiranos como Trujillo, Stroessner, Somoza y otros comenzaron así y todos terminaron mal, pero los que peor terminaron fueron sus pueblos, que se enteraron de lo corruptos que había sido sus gobernantes cuando fueron echados del poder; es decir, cuando ya era tarde, cuando ya habían saqueado su futuro.
Andrés Gómez Vela es periodista.
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