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jueves, 17 de septiembre de 2015

Apuntes sobre el merengue dominicano

 
Iván Chinchilla Meza
Los pueblos están constituidos por varios ejes que atraviesan su cuerpo social. Son una mezcla de componentes raciales, económicos, religiosos, ideológicos y un sinfín de manifestaciones humanas que, no necesariamente, se articulan perfectamente en un solo engranaje conocido como nación. A pesar de las vicisitudes históricas, la música está en el corazón de la identidad del individuo, grupo o nación, desde los elementos más personales hasta los de carácter colectivo.
Desgraciadamente, la música también “ha servido a veces de instrumento de políticas agresivas y racistas.” (1)  Este es el caso particular del merengue dominicano.
El merengue está insertado en la cultura popular dominicana. Ha actuado como un mediador entre el individuo y la identidad nacional, que creció en contra de la invasión extranjera y las políticas represivas internas, tanto armadas como de corte intelectual. El género es muy maleable y ha permitido su utilización dentro de varios contextos de la vida social. Ha sido el vehículo de manifestaciones en varios niveles de la sociedad dominicana y se ha convertido en un símbolo de la identidad, tanto de los habitantes dentro de la República Dominicana como de aquellos que emigraron a inicios del siglo veinte, así como de quienes hoy día se mantienen fuera de sus fronteras.
La permeabilidad de los límites entre las manifestaciones musicales de distintos géneros y procedencias, permite un intercambio técnico-musical, así como el enriquecimiento estético de los fundamentos de las diversas producciones artísticas. Tal es el caso de los elementos del jazz  incorporados en el merengue, que no eran utilizados como medio de protesta de la comunidad negra (como sucedió en los Estados Unidos) sino que, fuera de su contexto originario, ofrecían posibilidades musicales novedosas. Éstas fueron rearticuladas y reutilizadas como una opción para la creación e innovación del merengue que, al adquirir esta nueva sonoridad, se convirtió en un proveedor de status social para los miembros de la alta sociedad dominicana.
De la lectura del libro de Paul Austerlitz “Merengue, Dominican Music and Dominican Identity”, es necesario resaltar el hecho de que su autor, siendo nativo de los Estados Unidos, se refiera claramente sobre la invasión norteamericana a República Dominicana, perpetrada a inicios del siglo XX. No la destila a través de una demagogia política o en términos de protección o apoyo político a naciones en necesidad, como es costumbre de la política exterior estadounidense en casos como este. Como investigador trató, hasta donde le fue posible, de ser claro y mantener una postura imparcial frente a los acontecimientos políticos anotados en el libro, aunque, dentro de su contexto cultural o académico, pudiera haber sido perjudicial para sí mismo. Es encomiable la iniciativa y disposición del investigador hacia su objeto de estudio: Austerlitz, a pesar de no tener vínculos directos con República Dominicana, realizó un  trabajo de campo exhaustivo. La síntesis presentada a continuación brinda un panorama muy general sobre el fenómeno del merengue, según este autor.
Paul Austerlitz es un etnomusicólogo y saxofonista estadounidense que, con el fin de realizar su investigación sobre el merengue, aprendió a hablar español y luego logró ser miembro de una banda de merengue formada por músicos latinos en el área de New York. Posteriormente realizó un estudio técnico-musical y social de este fenómeno artístico en República Dominicana, nación que ha desarrollado ampliamente este género musical. Según Austerlitz, la meta primaria de su libro es revelar “el nexo existente entre música y nación.” (2) A lo largo de este trabajo, veremos como el merengue siguió un proceso de maduración muy emparentado con la construcción de la estructura socio-política de República Dominicana, desde su fundación como nación independiente en 1844.
Algunos antecedentes históricos
Varios acontecimientos de orden político y social influyeron en el nacimiento y crecimiento del merengue en República Dominicana y su proyección posterior fuera de sus fronteras. En el conglomerado cultural de cada nación, todos los elementos se interrelacionan e influyen unos sobre otros. Por eso, “nadie puede grabar y estudiar la música de un pueblo eficazmente sin comprender el contexto cultural en que vive la música.” (3) Es debido a este hecho que algunos datos históricos muy generales acompañaran las anotaciones sobre el género musical en cuestión, por la estrecha relación mantenida entre ambos aspectos desde mediados del siglo XIX. Los españoles arribaron en 1493 a la isla, a la que bautizaron como "La Española". Por dos siglos mantuvieron el dominio del territorio y de su población, hasta que a finales del siglo XVII, por disputas político-militares, cedieron una parte del territorio a Francia. A partir de ese momento, se inició un proceso de efervescencia política y social que, con el apoyo de los españoles e ingleses, desembocó en la sublevación de los esclavos contra los franceses a finales del siglo XVIII. Los franceses liberaron a los esclavos negros como señal de buena voluntad y como estrategia para que éstos participaran en la lucha contra españoles e ingleses. Esta acción dio sus frutos, pues con la ayuda de varios líderes negros, el conflicto se resolvió a favor de Francia en 1795 y culminó con la expulsión de los representantes de la Corona española.
Los franceses, que estaban en guerra en Europa, no tomaron el mando completo de la isla hasta 1801, cuando Napoleón Bonaparte decidió implantar la esclavitud nuevamente y convertir la isla en la base y el futuro del Imperio Francés en América. La población libre asentada en la parte oriental-francesa no aceptó el mandato francés y luchó para expeler a los franceses de esa zona de la isla, para que se instalaran en lo que anteriormente fue territorio español. Al replegarse los franceses hacia occidente, la comunidad negra fundó en 1844 la República de Haití, en la otra porción de tierra: “primera nación negra del mundo y segunda república independiente de América.” (4)
Los últimos franceses que se mantenían en la parte occidental de la isla se marcharon en 1809, dejando el camino libre para que España, con el apoyo de Simón Bolívar, se apoderara nuevamente de toda la isla en 1821.  En 1822 todo el territorio fue llamado Haití y se abolió la esclavitud para evitar nuevas revueltas. Posteriormente, en 1844 los españoles y sus descendientes se agruparon en la región occidental y se independizaron para fundar República Dominicana, dejando a la mayor parte de la población negra en la república vecina de Haití.
Según Austerlitz, los inicios del merengue parecen encontrarse en 1844, cuando se fundó República Dominicana. (5) Sin embargo, son muchas las teorías y tanto los haitianos como los dominicanos, se pelean la creación de este ritmo. También existe la posibilidad de que haya surgido como una mezcla de diversas manifestaciones musicales, entre ellas la calenda de los esclavos, la contradanza francesa e incluso el mouringue de Madagascar. Esta postura parece ser la más lógica, o al menos la menos drástica, ya que procesos similares ocurrieron posteriormente con otros ritmos caribeños, como el calipso y la salsa.
Los dominicanos descendientes de españoles radicados en la ciudad capital de Santiago de los Caballeros, no admitían nexos con África y mucho menos con Haití, nación donde se concentró la mayor cantidad de población negra luego de la separación política de la isla. La tendencia fue la de emparentarse con la madre tierra España, tierra de blancos y de realeza. Debido a esta línea de pensamiento y a pesar del poco respaldo popular, el presidente Pedro Santana logra anexar nuevamente República Dominicana con España en 1861. Dos años más tarde, es promulgada “la restauración de la república,” que buscó construir un concepto de nación acorde con las aspiraciones de la clase política dominante. (6) En textos escolares se difundió la idea de hispanidad de los indios y mestizos, y que los negros eran extranjeros haitianos que no pertenecían a la república. A pesar de estos esfuerzos, “la población hispano-dominicana se fue oscureciendo, aunque su mente, al menos en la región central del Cibao, se blanqueó cada vez más.” (7)
Sobre el origen del merengue
Si el lazo entre el merengue y el concepto de nación dominicana inició desde la fundación de esta república, también compartieron una historia de más de 150 años de disputas entre los diversos estratos sociales y raciales presentes en el país, a través no sólo de los procesos políticos en sí mismos, sino también por medio de las manifestaciones culturales, como la música. Es por eso que Austerlitz establece que “el merengue es eficaz como símbolo, porque codifica simultáneamente aspectos contradictorios de la vida dominicana”. (8)
El fenómeno conocido como merengue se desarrolló en República Dominicana, en Haití, Venezuela y Puerto Rico; es el resultado de una mezcla de Europa y África, de lo rural y metropolitano. Posee influencias de la countredance que se originó en Inglaterra como country dance y que luego pasó a Francia, donde se bailaba en grupos haciendo figuras. Otra variante es la contradanza, que se manifestó en Haití y se bailó en pareja.
Entre las variantes del merengue que surgieron dentro de República Dominicana, la que se difundió más al exterior del país fue la de la región capitalina del Cibao. El predominio de esta sobre otras variantes es una consecuencia de la hegemonía de la población mezclada con los españoles sobre los pobladores de raza negra de las regiones agrícolas. Los festejos populares de las regiones más rurales mostraban un alto contenido de las costumbres  religiosas de los esclavos negros, fiestas a los familiares muertos, santos de muerte y prácticas que no eran percibidas por los cibaeños como su propia cultura. Una fuerte influencia sobre el merengue cibaeño fue el hecho de que “la élite social dominicana asumió a mediados del siglo XIX el waltz de coreografía en grupo, la mazurca y la polka como costumbre”: todo ello en contra de las manifestaciones de baile en pareja, como el merengue, en las que se utilizaban movimientos corporales excesivos, especialmente con las caderas. (9)
El merengue floreció gracias a la población rural que, alrededor de 1880, era en un noventa por ciento católica y muy religiosa. En el fondo, estas manifestaciones católicas simplemente disfrazaban otras festividades de herencia africana, en las que eran muy importantes la danza y la música. Los grupos que tocaban merengue estaban conformados por instrumentos de viento como la flauta, el clarinete o el bombardino, algunos de ellos dejados por las bandas militares francesas. Por el contrario, los instrumentos de cuerda como el violín, la guitarra, la mandolina o el cuatro, eran predominantes en la ciudad. El timbal, la tambora, la pandereta y el güiro se utilizaban en ambas zonas del país.
También en la década de 1870, entraron a la nación acordeones (de una fila de botones) provenientes de Alemania, como intercambio por el tabaco dominicano. Como el uso del acordeón para tocar merengues fue muy criticado por la alta sociedad cibaeña, el municipio lo condenó abiertamente y le recargó una gran cantidad de impuestos. Como vemos, hubo un esfuerzo de parte de la clase política por erradicar el merengue y lo que representaba; esfuerzo que representa las prácticas represivas muy comunes en nuestros países latinoamericanos.
Entre 1886 y 1899 se mantuvo en el poder el dictador Ulises Heureaux, quien, al morir, dejó al país ahogado en grandes deudas con naciones europeas. A inicios del siglo XX, los países afectados enviaron barcos de guerra para cobrar sus cuentas, acción que fue tomada como una amenaza de los intereses estadounidenses en el Caribe. El presidente estadounidense Roosevelt pensó que esas naciones tenían interés en el Canal de Panamá, por lo que en 1905 trató de negociar con el gobierno dominicano, para hacerse cargo de la seguridad de la nación. Al ser rechazada la oferta del gobierno norteamericano y no cesar la visita de barcos europeos a la zona, el nuevo presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, invadió República Dominicana en 1916 y mantuvo la ocupación militar hasta 1924. (10)
Hasta entonces, el merengue se desarrolló simultáneamente junto a otros ritmos dominicanos como la mangulina o como la konpa en Haití. Es en este período de ocupación cuando la popularidad del merengue, a nivel interno, sobrepasa a la de otros ritmos. Durante estos años, el merengue cibaeño fue utilizado como medio de protesta social contra la ocupación estadounidense y empezó a tomar fuerza como símbolo nacional y de rebelión en los barrios menos favorecidos de la capital.
En esos caseríos el merengue era cantado con voz nasal y apretada, acompañado por acordeón, tambora, güira (güiro de metal), bombardino o saxofón alto. Éste último instrumento se hizo cada vez más popular por su versatilidad, brillantez y velocidad. Por lo general, el acordeonista era el que cantaba, componía y dirigía el grupo. A inicios del siglo XX, las mujeres de la región del Cibao movían menos las caderas y mantenían un paso más estable, y los hombres eran quienes desplegaban mayor destreza e improvisaban, como a modo de cortejo. Las letras provenían de situaciones de la vida cotidiana, poseían contenido político o un doble sentido sexual.   
En las fiestas, galleras y otras festividades, el baile se hacía en las enramadas de piso preparado con agua, limones y tierra, para dejarlo plano y apto para el baile. Los hombres bailaban sin armas al cinto, para evitar disputas fatales. Los músicos eran pagados con ron y comida en lugar de dinero y tocaban toda la noche descansando sólo pequeños intervalos durante la actividad. (11)
                            
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Aspectos formales
La estructura básica del merengue cibaeño constaba de cuatro secciones:
a) El paseo o introducción: ésta era muy corta y casi como una marcha, que llamaba a las parejas a la pista de baile.
b) El merengue: en ella entraba el cantante con la melodía, acompañado de más instrumentos de viento. Esta sección se repetía varias veces para desarrollar el texto de la canción.
c) El jaleo: era una parte compuesta por pequeñas intervenciones intercaladas de los instrumentos de viento, los de percusión y el acordeón. Los instrumentos de viento improvisaban o inventaban sus intervenciones.
d) La coda o sección final: daba término a la pieza cuando lo indicaba el director del grupo, ya fuera por su decisión o porque el solicitante de la pieza estaba satisfecho.
El merengue de hoy día, a pesar de sus variantes, posee una estructura más definida, aunque mantiene rasgos improvisatorios en la ejecución instrumental y licencias formales que siguen supeditadas al criterio del director de la agrupación.
Algunos compositores dominicanos capitalinos iniciaron la producción de obras formales académicas con influencia del merengue. Un ejemplo es la obra para piano de Juan Francisco García llamada Ecos de Cibao, compuesta en 1918, sin embargo, “el compositor no lo intitula merengue sino Colección de danzas típicas, para no causar disgusto en la sociedad de clase alta del Cibao.”(12) Este proceso de asimilación y recolección de manifestaciones musicales más populares es, en parte, una influencia del espíritu del Romanticismo europeo, que llegaba tardíamente a nuestras latitudes: un rescate de la propia cultura frente al colonialismo estadounidense y europeo.

Crecimiento del merengue en República Dominicana
En la década de 1920 llegan a República Dominicana el gramófono y la radio, por la influencia norteamericana. Empresas como la Victor Talking Company realizaron grabaciones de danzones y merengues del compositor Juan Espinola, que luego fueron tocadas por una agrupación llamada la Orquesta Internacional en New York. También el jazzinicia su incursión en la isla por esos años. La clase alta dominicana gustó del género, por ser importado y porque les daba un aire cosmopolita. Los músicos locales supieron utilizarlo como una herramienta más de composición y de mercado.
Luis Alberti, compositor y acordeonista, formó la una de las primeras big bands, que entraron en competencia fuerte con otras agrupaciones de corte más popular que había en el país. Estas agrupaciones de conformación más jazzística, usaban el acordeón al tocar merengue, pero también los saxofones empezaron a sustituirlo debido a su brillo y rapidez de ejecución de los ritmos difíciles de los jaleos. La Orquesta de los Hermanos Vázquez utilizaba sólo saxofones en los vientos y popularizó esta modalidad desarrollándola con gran éxito.
Al terminar la ocupación norteamericana, el militar Rafael Leonidas Trujillo Molina asumió el poder en 1930, permaneciendo como dictador hasta 1961. Trujillo comprendió que la música de corte más popular  y rural podía servir como un símbolo de su campaña política y como símbolo patrio en contra del imperialismo yanqui. Este efecto, le ayudó para llegar al poder y lograr sostenerlo durante varios años. Trujillo contrató al músico Luis Alberti, para que conformara una orquesta de baile. Debía llamarla La Orquesta Presidente Trujillo y solicitó que se especializara en el merengue, para difundirlo en todo el Cibao y el resto del país. También hubo compositores que,  por petición presidencial, escribieron letras de canciones dedicadas al dictador.
La orquesta de Trujillo tocaba en las recepciones presidenciales para la clase empresarial y la sociedad adinerada del Cibao. Era muy respetada debido a la calidad de su ejecución e integrantes, y a su estilo influenciado por el jazz de las big bands. A partir de ese momento, se conformaron otras orquestas muy similares en formato y estilo, incluso el hermano del dictador patrocinó una orquesta que usaba saxofones en vez de acordeón y tocaban más rápido y alegre.
Algunos músicos inconformes con el régimen dictatorial emigraron a otros países, como Puerto Rico, México y Estados Unidos. Un ejemplo muy conocido fue el caso del músico Billo Frómeta, quien se fue a Venezuela con todo y su orquesta, llamada Ciudad Trujillo. Ya instalado en Caracas, le cambió el nombre por Billo’s Caracas Boys, nombre con el que fue conocida internacionalmente.
A pesar del control que ejercía Trujillo sobre la producción musical, especialmente sobre las letras del merengue, su aporte fue importante porque impulsó la creación de bandas y grupos en el área rural y popularizó el ritmo, especialmente como símbolo nacional portador de un carácter blanco, católico y de descendencia hispánica. Para efectos de apoyar su propuesta musical, el militar tenía a sus órdenes a la folklorista Flérida de Nolasco, quien en una ocasión durante la dictadura de Trujillo escribió sobre la música dominicana lo siguiente: “la música folklórica dominicana no puede ser más que una derivación de la música española, corrupta cuando ha caído en manos inexpertas, y algunas veces contaminada con música negra, de salvaje estupidez.” (13) Es clara la intención discriminatoria hacia la comunidad negra de la nación y el intento de validar y consolidar a los descendientes de españoles que constituían el poder económico de la capital, grupo al cual él intentaba adherirse a pesar de su procedencia rural.
Las grabaciones de agrupaciones intérpretes de merengue aumentaron a mediados del siglo XX, luego del primer intento de la Victor en la década de 1920. La siguiente grabación fue realizada por el entonces director de la Filarmónica de New York, Leopold Stokowski. En una visita a la isla, el director de orquesta inglés contactó a su homólogo Luis Alberti y le pidió que grabara con la Orquesta Presidente Trujillo algunos temas en su bote, el cual estaba equipado con equipo básico de grabación. La orquesta realizó su primera grabación el 30 de diciembre de 1941 en alta mar. Los temas fueron publicados en disco por Columbia Records, luego por RCA Victor y finalmente por Alberti Records. En la década de los años 50, se introdujo al país equipo de grabación que fue alquilado a varias orquestas con el fin de que grabaran y luego prensaran los discos en Estados Unidos. En ese momento, las grabaciones produjeron un mayor auge de los grupos que habían emigrado al extranjero, especialmente en New York, donde creció mucho  el apoyo de la comunidad latinoamericana.
A lo largo de su dictadura, Trujillo aprovechó los medios masivos y las manifestaciones culturales para diseminar su poder sobre el pueblo dominicano y “desarrolló una ideología basada en el fascismo estilo mediterráneo disfrazado con una fachada de democracia al estilo estadounidense.” (14) Aprovechó la creciente popularidad del merengue y de su país como cuna del nuevo ritmo, y organizó en 1955 la “Feria de la Paz y la Fraternidad del Mundo Libre”, con el propósito de crear una imagen internacional menos desfavorable. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos por legitimar a la población blanca y mestiza dominante, él nunca fue visto con buenos ojos por los empresarios poderosos de República Dominicana, pues únicamente su familia se vio beneficiada por la administración de los campos de producción de caña de azúcar y otros productos importantes. Seis años más tarde, el dictador es asesinado camino a su pueblo natal: San Cristóbal.
Expansión internacional
En la década de 1960, la música cubana, la puertorriqueña y la salsa se caracterizaban por usar un formato instrumental más pequeño, que llamaban combo, y que fue adaptado por los dominicanos para el merengue, siempre manteniendo la güira, los saxofones y la tambora. El merengue se empieza a tocar más rápido por influencia delrock ´n` roll norteamericano, y aunque el texto de las canciones mantiene componentes de protesta social, es “más liberado política y sexualmente” debido al cambio de la dictadura y a la influencia de corte moderno y liberal de la música y bailes estadounidenses. (15)
Para competir en el mercado internacional, el merengue tuvo que adaptar su formato y asimilar elementos musicales del rock, la música disco, el jazz y la salsa. También incluyo instrumentos como el xilófono y el saxofón barítono. Estas inclusiones le dieron un aire cada vez más cosmopolita y fresco al género. Las propuestas fueron cada vez más variadas y numerosas; surgieron bandas y solistas famosos como Johnny Ventura, los "Hermanos Rosario" y Rafael Solano, quienes le dieron un mejor manejo a la publicidad en radio y especialmente en televisión.
La apertura comercial posterior a la dictadura de Trujillo, especialmente con la nueva dictadura de Balaguer de 1966 hasta 1996, incentivó la inversión extranjera de empresas transnacionales y no produjo cambios sustanciales en la distribución de las ganancias, lo que produjo nuevamente el exilio de muchos dominicanos hacia diferentes países latinoamericanos y hacia los Estados Unidos. (16) Esta población de clase media fue la que promulgó la internacionalización del merengue a partir de la década de los setenta.
La banda más famosa desde mediados de los setenta y casi toda la década posterior fue la del trompetista Wilfrido Vargas, quien mantuvo el estilo básico de la región del Cibao con los jaleos rápidos de los saxofones, la güira y la tambora; incorporó el sintetizador, elementos del rap, armonía de jazz y cambios armónicos más rápidos dentro de la composición. Otras variantes muy populares del merengue se desarrollaron a partir de un ritmo dominicano llamado macó, que fue muy popular en los años 80 con grupos como "Jossie Esteban y la Patrulla 15", los "Hermanos Rosario" y la "Coco Band". A pesar de las variantes que surgen dentro del fenómeno del merengue, nunca se le cambió de nombre debido a la identificación de los consumidores con la etiqueta ya posicionada en el mercado. El merengue producía tantos dividendos, que las emisoras y los programadores empezaron a recibir dinero en vez de regalos por su favoritismo. La radio y la televisión influenciaron a la vez el mercado de ventas de los discos.
Las compañías disqueras como Karen Records supieron mercadear el fenómeno del merengue e impactaron el mercado nacional dominicano y el internacional con gran éxito, las emisoras de radio programaban gran cantidad de bandas de merengue, entre ellas Wilfrido Vargas, "Los Hijos del Sol" y, en los años 80, “Juan Luis Guerra y la 440.” El grupo de Juan Luis Guerra inició como un cuarteto de voces (al estilo Manhatan Transfers), que fue bien recibido por la alta sociedad dominicana y entre el sector intelectual y artístico. (17) Posteriormente, por influencia de Bienvenido Rodríguez, dueño de Karen Records, la agrupación cambió su formato en 1989 hacia uno más apto para el merengue y así poder llegar a públicos masivos. “Juan Luis Guerra y la 440” cosecharon su primer premio Grammy en 1992.
La música de “La 440” es una mezcla de elementos del jazz, el funk, ritmos dominicanos y texto de influencia romántica y crítica social: “sus letras buscan hacer que la gente piense y baile al mismo tiempo.” (18) Al combinar el discurso o determinada ideología con una actividad tan poderosa socialmente como el baile, es posible que las ideas penetren con mayor fuerza la mente de los bailarines y los asistentes en general.
Una vez más, el éxito internacional de este género musical se debió en gran medida a la población que emigró para buscar una mejor calidad de vida pero sin cortar lazos con su Madre Patria. En la década de 1980 las remesas enviadas a República Dominicana desde diferentes países “constituían el 10% del Producto Interno Bruto, la misma cifra que lanzaba la producción de caña de azúcar. Para 1990, el 12 % de los dominicanos vivía sólo en New York.” (19)
Por su facilidad para bailarse, la población latinoamericana gustó más del merengue que de la salsa, y es por eso que esta última decayó en popularidad a finales de los años 70. El merengue, al estar constituido por elementos de varios géneros musicales e influencias de varios países, tuvo más posibilidades de ganar adeptos. Entre la comunidad emigrante dominicana, el merengue se convirtió en un símbolo primario de su identidad: “los miembros de incluso la nación más pequeña nunca sabrán mucho de sus compatriotas…aún así, en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión.” (20)  Tanto los habitantes como los exiliados fuera de República Dominicana, sienten el merengue como un lazo a la distancia que mantiene unidas las familias y la nación.
Notas
Referencias
Austerlitz, Paul. Merengue, Dominican Music and Dominican Identity. Philadelphia: Temple University Press, 1997.
Bourdieu, Pierre. La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Madrid: Grupo Santillana de Ediciones S. A., 1998.
Gómez García, Zoila. Música latinoamericana y caribeña. Madrid: Editorial Pueblo y Educación, 1995.
Nettl, Bruno. Música folklórica y tradicional de los continentes occidentales. Madrid: Editorial Alianza, S. A., 1985.
Shiner, Larry. La invención del arte. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, S. A., 2004.
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